Sacro Imperio RomanoNormalmente las tardes eran magníficas, majestuosas. La emperatriz no hacía más que admirar su enorme palacio desde el trono de oro en el que se sentaba la mayoría del tiempo, si no estaba ahí estaba admirando los inmensos jardines que había fuera del castillo pero dentro de sus muros o fortalezas. Todos la respetaban, la querían y la idolatraban, ejemplo valeroso de mujer, hermosa y sumamente inteligente.
Su caminar era elegante y un sinfín de personas se inclinaban ante su paso, era igual de venerada que toda la familia de Habsburgo.—Su alteza— detuvo su andar al escuchar la voz de una mucama.
—¿Sucede algo?— preguntó con su melodiosa voz.
—Ha llegado una carta de una de sus hijas— dijo extiendo el sobre sellado.
—Fantástico, Elizabeth ya se había tardado— tomó el sobre con una sonrisa de fastidio—. Solo notifica a su padre de las cosas que suceden en Francia sin consultarme nada a mí.
—Si me permite, alteza, la carta no es de la princesa Elizabeth— dijo tímidamente—. Es la princesa Anna.
Maria arrebató la carta de las manos de la joven mucama y rápidamente comenzó a leerla, sus ojos viajaban a velocidad olímpica a lo largo de la hoja, reconocería esa caligrafía en cualquier parte. Su amada hija fue quién la escribió, ella había estado muy sola desde su partida a España hace tiempo, simplemente la extrañaba, y es que Anna al ser la primera de todos sus hijos le tiene un aprecio mayor, después de perder varios bebés al saberse embarazada de la princesa y ver que sobrevivía la hizo la mujer más dichosa del mundo.
Lo que decía la carta era muy relevante para ella puesto que debía partir de inmediato a Francia y abrirle paso a sus hijos.
—Que preparen los baúles Janice, partiré a Francia de inmediato.
Maria salió corriendo y se adentró por los pasillos hasta llegar a la enorme puerta de roble e incrustaciones de diamantes y oro hasta que alguien la interrumpió.
—Abran las puertas, órdenes de su Emperatriz— habló.
—Lo sentimos, pero el Emperador insistió en no ser molestado— dijo uno de los guardias que estaba en la puerta.
—¿Osas a faltarle el respeto a tu Emperatriz?— preguntó con autoridad—. Abre la puerta, deseo ver a mi esposo.— el joven hombre no le quedo de otro que obedecer y abrió la puerta dejando ver al hombre de ahora cabello rubio platino como oro batido, de ojos azules y piel blanca sentado frente al escritorio.
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Kingdom Fall
Fiction HistoriqueDesde que Elisabeth, Archiduquesa de Austria, era una niña, su padre ha anhelado convertirla en reina. Es enviada a Francia para casarse con el ya Rey; para salvar un país y asegurar una corona, una alianza que sería de utilidad, pero hay fuerzas qu...