«•|Capítulo 12.|•»

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SUFICIENTE

Los planes de boda se hicieron cada vez más presentes en el castillo, empezaba lo mejor; la organización, todo eran flores, telas y comida para la recepción.

Elisabeth estaba sumamente contenta, si bien sus planes de boda iniciaron por órdenes de su padre para poder obtener Francia, ahora nada de eso le importaba, ella estaba enamorada de Charles y solo eso la hacía muy feliz.

Habían empezado a tomar las medidas para su vestido de novia, quería algo hermoso y faltaba poco tiempo para su boda según lo planeado, ella quería que ese día fuera perfecto, su hermana había mandado muestras de tela e hilos de oro y plata para los bordados, todo era hermoso pero ella soñaba con la Tiara de Habsburgo; una corona de hojas de oro simulando ramas y enredaderas como si fuera laurel y flores de diamantes esparcidas en ella con pequeñas perlas. Su padre le había dicho que ella la usaría algún día pero su madre le había dicho que solo era usada por la favorita del emperador, según la leyenda su tatarabuelo estaba comprometido con una mujer de clase demasiado alta y bañada en dinero pero éste estaba enamorado de la hija de un burgués, la prometida de éste le pidió una joya digna de la futura emperatriz y así mando a hacerla pero no para ella... la joya fue obsequiada a Felicity Meadle el gran amor de su vida y la que se convirtió en su esposa y emperatriz.

La tiara perteneció a Felicity hasta el día de su muerte y de ahora en adelante se utiliza solamente por la favorita del emperador o para la prometida de este, su madre la Emperatriz Maria nunca la utilizó o al menos Elisabeth nunca la vio con ella.

Y Elisabeth quería usarla el día de su boda, las favoritas del emperador siempre la llevaban y ella era la favorita de su padre.

Se dedicó todo el santo día a preparar sus cosas, le tomaron medidas, escogieron telas, su vestido sería digno de una reina, de la futura reina de Francia y la princesa del imperio romano.

—Llevas mucho tiempo escogiendo— resonó la voz de su hermano—. ¿No puede ser cualquier tela?

—No— dijo ella—. No es cualquier vestido, es el vestido de mi boda, el vestido con el cuál automáticamente me convertiré en Reina.

—Por eso se hace la coronación, no serás reina hasta que te coronen— sonrió su hermano—. Estás tomándote muchas libertades, Elisabeth, a padre no le gustará esto.

—A padre le fascinará que yo me haya convertido en reina— lo miro desafiante—. Lo que no le gustará a nuestro padre es que no dejes continuar con mis labores en Francia.

—¿Fingiendo interesarte por la cultura protestante? Los odias, en especial por lo ocurrido en Viena.

—No está demás fingir amar algo para traer la paz— dijo la rubia—. Se llama estrategia y esa estrategia me ha conseguido una alianza para con mi marido.

—¿Fingiendo?— preguntó el de cabellos negros.

—Como si tú no fingieras— dijo la rubia—. Tú mejor que nadie sabes que no sientes nada por la princesa.

—No metas a Margot en esto, Elisabeth, ella no tiene la culpa— amenazó su hermano.

—Sólo estás con ella porque padre la necesita.

—¿Tú que sabes de amor?— dijo su hermano con burla—. No sabes nada.

—Se más de lo que tú sabes— sentenció Elisabeth.

—Eres una hipócrita y aduladora, una maldita traicionera— susurró.

—Y aún así soy sangre de tu sangre, soy tu hermana, somos familia— ella tomo las mejillas de su hermano y lo miró a los ojos—. Debemos protegernos.

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