Capítulo I

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Cuando recuerdas algún evento, tenemos la capacidad de recordar cómo nos sentíamos en ese momento, lloramos con la misma intensidad del primer día y sufrimos de la misma manera… recordarlo todo… algo tan difícil, pero tan necesario. 

Mis padres, mi hermana y yo íbamos en el auto regresando de mi victoria en el concurso internacional de pintura y dibujo, animados y conversando. Mi padre no se dio cuenta de que un auto se atravesó en nuestro camino. Para cuando grité avisándole ya era demasiado tarde. Ruido, mucho ruido fue lo siguiente que escuché, mi cabeza daba vueltas, lágrimas quemaban mi cara y mi hermanita se mantenía agarrada a mí, pero sus fuerzas iban disminuyendo. Se imaginarán el final, ¿no? 

Desde ese día nuestras vidas se desmoronaron y nadie era el mismo de antes. Mamá se había vuelto alcohólica y papá salía por las noches a diferentes bares a… bueno, a superarlo a su manera única e incorrecta. ¿Yo? Yo simplemente me encerré en mi propio cascarón y dejé de dibujar. 

Mi flashback mental me había dejado los nervios de punta, las lágrimas salían de mis ojos y yo trataba de limpiarlas pero era inútil, éstas eran reemplazadas por unas nuevas, llenas de ese dolor tan normal para mí. 

El sufrimiento había opacado totalmente mi corazón y mis compañeros nunca habían ayudado, para ellos siempre fui la rara, el tipo de chica al que nadie quería acercarse. 

La decisión estaba tomada, ya no pertenecería a este mundo, y aunque un día lo sentí así, ya no más. Salí de mi casa con paso decidido y ahogando el llanto en lo más profundo de mi garganta y mi corazón, había perdido la cuenta de las veces que había hecho el mismo recorrido que ahora estaba haciendo, pero esta vez estaba decidida, me encontraría con ella dentro de poco. Llegué al puente de la autopista y no me detuve ni por un segundo, las lágrimas volvían a mojar mi rostro pero esta ocasión era por algo más. ¿Alivio? Puede ser. Me senté en el borde con la vista a la calle, nadie se percataba de mi presencia, ni se imaginaban lo que estaba a punto de hacer.

Suspiré profundo, era el momento, lo sabía, y como una película protagonizada por mi, recordé el día más feliz de mi vida. Se me escapó otra lágrima, sonreí y salté. 

¿Estaba muerta? ¿Realmente estaba muerta? Esto no era estar muerta, ¿o sí? No, no podía estar muerta. Sigo sintiendo el dolor carcomiendo mi corazón. Las lágrimas volvían a caer y tape mi rostro con ambas manos mientras sentía como era jalada y recostada en el suelo. No me atrevía a abrir los ojos, por miedo, inseguridad, no sé. Apreté mis piernas contra mi pecho y lloré desconsoladamente, mientras sentía como los jadeos de mi “salvador” que estaba a mi lado, iban disminuyendo. 

Los minutos pasaban y no se escuchaba más que el sonido de los automóviles y mi propio llanto. “¿Se habrá ido? Espero que sí, no quiero dar explicaciones ahora” pensé, tratando de calmarme, sin resultado evidente. En mi mente pasaban muchas cosas, podría ser que la persona que me salvó no fuera más que un transeúnte que quiso ser héroe por 3 segundos, o que estaba demasiado ocupado como para quedarse, nunca pensé que me abrazaría atrayéndome a su cuerpo, sobara mi espalda y susurrara unos cuantos “shh” reconfortantes. Me dejó totalmente helada, mis lágrimas habían cesado pero seguía sin moverme, hasta que su dulce voz me sacó de mis pensamientos.

– ¿te encuentras mejor? – dijo. Negué con la cabeza. Su voz era algo totalmente celestial, me permití alzar la mirada y me encontré con el chico más lindo que haya visto jamás. Y estaba brindándome una cálida sonrisa. Traté de corresponderle el gesto pero no me salió más que una mueca –que de seguro fue horrenda–, me miró extrañado pero luego suspiró, como tratando de pensar algo inteligente que decir. Se mordió el labio y sus ojos me sonrieron. 

– Sé que puedes estar deprimida pero, el suicidio nunca es, y nunca será una solución –sonrió de nuevo– vámonos, hace frio y a las princesas no se les hace pasar frio – ¿princesa? ¿Yo? Vaya que este chico tiene sentido del humor, de todas maneras no me había percatado del frio invernal que hacía, asentí lentamente, algo temerosa. – ¿Cuál es tu nombre? – carraspeé para aclararme la garganta. 

– Ashley –mi voz fue casi un susurro, milagro que me haya escuchado– Ashley Evans. ¿Tu nombre?

–Yo me llamo Gerard, Gerard Way –sus ojos brillaron nuevamente y me regalo una sonrisa hipnotizadora–. Tienes un hermoso nombre, madame.

Save Me (Fan Fic de Gerard Way)Where stories live. Discover now