Capítulo XXX

753 75 4
                                    

–No… –titubeé. No, esto no podía estar pasando– ¿no sabes quién soy? –por un momento escuché mis propios latidos mientras esperaba ansiosa su respuesta. Su mirada parecía examinarme con la poca luz que la lámpara generaba. Habrán pasado ¿segundos?, ¿minutos? No tenía ni idea, pero se sentía una eternidad. Si no me recordaba… estaría a su lado como una amiga. Podría enamorarlo de nuevo. Si lo hice una vez, ¿por qué no hacerlo de nuevo? El color de sus ojos tuvo un matiz diferente. Se veían oscuros, distantes, incluso fríos. Ya no me estaba mirando, su vista se perdía en un punto lejano en la sábana blanca de hospital. Mi cuerpo entero estaba temblando, tratando de averiguar si me recordaba.

–¿Puedes prender una maldita luz que si alumbre? –me levanté mecánicamente hasta el interruptor de luz en la pared cerca de la puerta. El paisaje a través de la única ventana en la habitación me decía que ya era de noche. No estaba segura de la hora exacta. Prendí la luz con cierto nerviosismo en mis dedos, Gerard se las había arreglado para sentarse en la cama y aunque ya no tenía ninguna herida peligrosa, mantenía vías intravenosas. Las miró con asco. 

–¿Cómo te encuentras? –me sorprendí de mi propia voz, sonó fuerte y decidida. Todo lo que no era en esos precisos momentos. Su rostro se alzó al oír mi voz y lo supe. Me recordaba. Su mirada se había transformado de nuevo, volvía a la calidez del chico de New Jersey del que me enamoré. Los ojos son una puerta externa hacia el alma, y en ese instante, sentí como era atraída hacia esa alma fuerte y delicada que Gerard escondía al mundo. 

–¿A… Ashley? –su voz fue un susurro, casi dudando de que yo fuera real. Estaba tan feliz de tenerlo de vuelta, ¡y recordándome! No tuve que pensarlo mucho, mis pies ya se estaban moviendo antes de que mi mente procesara mi siguiente reacción. Me acerqué rápidamente a su cama, con movimientos ágiles que ni yo misma sabía que poseía. Me detuvo a pocos centímetros de abrazarlo, con miedo de hacerle daño, pidiendo permiso para abrazarlo con la mirada. Su mano libre voló hasta mi cuello y tomándome por la nuca, me atrajo hasta él en un abrazo de añoranza. Olía a él. Olía a hospital. Mi Gerard. Mis manos se movieron cautelosamente hasta su espalda, abrazándolo con más fuerza, atrayéndolo hacia mí para sentir su calor tan conocido. Mi cuerpo entero pedía más de él, nuestros cuerpos se extrañaban, reconocían la sensación gratificante del cuerpo del otro… incluso después de tantos meses. 

Una lágrima rodó por mi mejilla al oír su suspiro, no tenía planes de dejarlo nunca más. Tanto tiempo sin él fue como una rehabilitación sin un buen resultado. Cumplí las normas, me mantuve alejada de él y estuve en completa abstinencia. Pero, como a muchos les pasa, siempre había algo que me atraía de nuevo a él. A contemplarlo, a tenerlo más cerca. Una recaída del amor. Y esta vez ni la abstinencia me hará separarme de él. Nada en este mundo logrará que mi cuerpo y mi corazón dejen de extrañarlo a cada día. 

–¿Por qué llorabas hace un momento? –me separé unos pocos centímetros, para ver sus ojos y me di cuenta de que también estaba llorando. 

–Soñaba contigo. Y era tan… hermoso. Era mi cielo personificado en una persona. Incluso pensé que estaba muerto. Y al despertar, no vi nada que reconociera. Incluso tu silueta en la oscuridad me hizo dudar de mi vida. Lloré porque mi sueño era mejor que mi realidad. Pero ahora, viéndote, sabiendo que no te imaginé… me alegro de por fin haber despertado, si la recompensa eres tú. 

–Gerard –sollocé, mis lágrimas ahora fluían sin control desde mis ojos hasta mi barbilla, empapando mi cuello. Unas manos cálidas me sujetaron el rostro a ambos lados. Me miraba fijamente, quitando el resto de lágrimas con sus pulgares– tenía miedo de que no despertaras… de que te perdería para siempre –mi voz era un susurro apenas audible que expresaba todo mi terror en unas pocas palabras. 

–Shh, estamos juntos ahora. Y nada nos separará –me dedicó una mirada dulce y por primera vez en mi vida, tuve algo seguro: su amor. 

–¿Volvemos a estar juntos? –pregunté aún un poco indecisa, quería oír de sus labios que todo esto era verdad y que no estaba muerta o imaginándolo todo.

–Chiquita… nunca dejamos de estar juntos. Te amo –solté un jadeo de pura sorpresa y su risilla infantil retumbó en toda la habitación. La manera en la que sus manos me acariciaban era mucho mejor que cualquier palabra dicha o por decir. 

–Te pertenezco, Gerard. Desde el momento en el que tus brazos se acoplaron perfectamente en mi cuerpo para salvarme, desde el segundo en el que vi tus ojos y en ellos vi amor en su forma más pura y natural. Siempre te pertenecí. 

Aún para ser todo felicidad, no lo sentí totalmente real hasta que sus labios se encontraron a centímetros peligrosos de los míos. Nuestros alientos chocaban calientes y ansiando encontrarse, mezclarse. Se inclinó lentamente hacia mí y por fin pude sentir la sensación de sus labios suaves contra los míos. 

Esto era más real de lo que alguna vez pude imaginarlo. 

Save Me (Fan Fic de Gerard Way)Where stories live. Discover now