Miriam

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Me tranquilizaron las palabras de Aitana, y más aún comprobar que el piso estaba genial.

Se notaba que...¿Miriam la había llamado? Sí, creo que sí, tenía muy buen estilo. Ya de por sí el piso parecía nuevo, pero irradiaba personalidad.

Un aguacate gigante reinaba,pintado en una pizarra, sobre la pared de la cocina americana; un montón de vinilos perfectamente ordenados en las estanterías, cientos y cientos de libros, películas...

Fotos.

Tomé una y la observé de cerca. Reconocí a Aitana de primeras, ahora ya sabía que eran amigas. Me quedaban las otras dos chicas por descartar.

-¿Esta es Miriam?- Dije entregándole el marco de fotos a Aitana, situada detrás de mi.

-Sí, y la otra es nuestra amiga Amaia, un amor, ya la conocerás

Mierda.

No me aclaró nada. Destacaba una chica rubia, de amplia sonrisa y ojos intensos, junto a otra morena, tímida. Ambas guapas, pero la rubia tenía algo que me llamaba demasiado la atención.

En fin, da igual, tarde o temprano resolvería el misterio.

Continué explorando. Solo había un baño, pero perfectamente ordenado, lo que me relajó bastante, la limpieza era algo que no iba a ser un problema con aquella chica. 

Y por fin llegamos a la parte más importante. Mi habitación.

Estaba pegada a la de Miriam, decorada con una M gigante en la puerta. Era bastante grande, luminosa, con un escritorio de cristal y una cama de matrimonio. El armario empotrado era lo suficientemente grande para mis cosas, y en el centro había un amplio espacio para poder ensayar todo lo que quisiese mis números. Dejé las cosas y Aitana me miró sonriente.

-¿Te gusta?

-Me encanta- Y de lo nerviosa que estaba, solo me salió darle un abrazo. Me retiré rápido por lo incómodo de la situación. No la conocía de nada.

-¡Genial!-Dijo sonriendo. No la había incomodado lo más mínimo.

-Bien, te dejo sola, aquí tienes las llaves, me encargaré de mandarte una copia del contrato por correo...¡Ah! y si quieres venirte con nosotras algún día a cenar o de fiesta, no lo dudes, avísame, tienes mi número.

Me plantó un beso en la mejilla, tan risueña como siempre y se fue peinándose el flequillo. Aún más si cabe.

Miré el reloj exhausta cuando acabé de desempaquetar todo. Mi guitarra ya estaba en su esquina, mi ropa doblada y colocada y todas mis fotos en un corcho sobre el escritorio, colgadas.

Parece mentira que todo lo que tengo de recuerdo sea eso.

Solo me faltaba cambiarme, porque a decir verdad, empezaba a tiritar y creo que no olía muy bien. Tenía muchas ganas de empezar a descubrir Madrid, pero sobre todo, de conocer a la que iba a ser mi nueva compañera de piso, pero eran las 7 de la tarde y no aparecía así que me preparé la ropa y fui directa al baño.

La ducha caliente me sentó genial, perdí la noción del tiempo y si alguien me hubiese dicho que había pasado una semana, podría creérmelo tranquilamente. Me envolví el cuerpo con una toalla, que había traído yo de mi casa y me sequé cuidadosamente. Desempañé el cristal y me vi reflejada.

-'Este es tu comienzo, Ana Guerra. A por todas'-Susurré.

Me cepillé el pelo y me dispuse a vestirme...Mierda ¿y la ropa? Si yo la había preparado. Seguro que me la dejé fuera.

Serendipia // WarmiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora