Fotos y tabaco

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- Súbete, nos volvemos a Madrid

-¿Qué? ¡No!

Había sido incapaz de decirle la verdad.

Cuando colgué sabía que tenía dos opciones: o bien ignorar a Jadel y no decirle nada a Mimi, irme a Granada con ella  y arriesgarme a que todo fuese un farol; o bien contarle todo a la rubia y así dejar que ella me ayudase a tomar una decisión. arriesgándome a que no quisiese seguir con lo nuestro para proteger mi carrera.

No me dio tiempo a elegir. Jadel, que me conocía a la perfección, sabía que mi gran inseguridad no me permitiría pasar de largo ante aquella amenaza. Puede que si sólo hubiese mencionado mi futuro, me daría igual... pero no estaba dispuesta a dejar que metiese a Mimi en todo aquello.

Así que según le contaba una verdad a medias a Mimi, me despedía de Granada. No quería preocuparla, así que omití la parte que la incumbía a ella.

Me había sentado en el capó del coche, aguantando la ira que me calentaba las palmas de las manos. Ella, brazos cruzados, me miraba de pie.

-¿Y que quieres? ¿Que sigamos como si nada? ¿Ir a Granada y dejar que la gente nos fotografíe? ¿Que después de todos estos meses eches a perder tu carrera por mi culpa?

Aparté la vista del suelo con esas últimas palabras que se le habían atragantado al final de la garganta. Me quedé allí, paralizada mientras ella luchaba contra las lágrimas. Me había dolido escuchar que ella creyese que eso podía pasar.

-No te voy a decir lo que tienes que hacer Ana, eso lo tienes que decidir tú. Pero no voy a ser yo la que te sentencie. Si hay algo que no hemos tenido nunca es tiempo- Se limpió la primera lágrima que se escapaba por su mejilla con la palma de la mano- Nunca hemos estado separadas de verdad. Al final siempre acabamos tropezándonos la una con la otra.

Ahora fui yo, callada e incapaz de rebatirle nada, quién le secó las lágrimas. Ella era la fuerte de las dos, se me partía el alma viéndola así.

-Así que sube, volvemos a casa.

No me atreví a cuestionarle nada de lo que había dicho, a pararla y decirle que no, que aquello no era lo que nos merecíamos después de tantos meses. No me atreví a ser egoísta y arriesgarme a que ella saliese perdiendo para que yo fuese feliz. Así que me subí al coche mordiéndome la lengua y sin atreverme a decir todo lo que quería.

Cobarde, como siempre.

Jamás había visto a Mimi así. Derrotada, ausente. Conducía mucho más rápido que antes, tanto que llegamos a Madrid en sólo dos horas y media, aunque a mi me parecieron ocho por lo menos. El silencio y verla así me estaba matando. Intenté pensar algo, una solución, pero fue inútil. Ella , preocupada por mí jamás dejaría que echase por tierra mi trabajo en la academia. Yo, preocupada por ella, jamás dejaría que alguien impidiese que lograse todo lo que se propusiese.

Habíamos llegado a una calle sin salida.

-Te voy a dejar en aquella esquina- Rompió el silencio con la voz ronca- Bájate rápido, por favor.

-¿Dónde vas a ir Mimi? Por favor ven a casa, podemos...- Puse la mano sobre la suya, que descansaba en la palanca de cambios y ella me miró a través del espejo retrovisor- Hablar

Se encogió de hombros, sonriendo amargamente de lado.

-Creo que está todo dicho Ana banana. Bájate rápido y piensa. Decidas lo que decidas te entenderé.



Se me acababa el tiempo y la paciencia. Bloqueada, con tantas cosas en la cabeza y sin saber qué hacer. Estaba harta de que las cosas fuesen siempre así, complicadas.

Serendipia // WarmiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora