Dejó de estudiar momentáneamente a la mujer. Sí, pensó, apretando sus labios, solía verse así. Revisando lo mejor en ropas. A fin de que poder verse mejor.
Para Harry.
Los recuerdos regresaron, atenazándole la garganta, asfixiándola. Era este lugar lo que hacía que recordara ese mundo bello, caro, al que alguna vez, brevemente, había pertenecido. La vista de esas ropas encantadoras, caras, habían desgarrado la barrera frágil, terriblemente frágil, que ella había erigido día a día … año tras año … en contra de un solo hombre, un solo nombre...
Harry Styles.
Britanico.
Rico.
Apuesto.
Fantásticamente, asombrosamente, irresistiblemente apuesto.
Todo él. Desde su pelo sedoso hasta sus piernas largas, ágiles. Pasando por todo él. El varón más fantástico que alguna vez viera… A quién nunca más vería otra vez.
Su rostro estaba nuevamente ante ella, atormentando su memoria…, esa inclinación arrogante de la cabeza, los pómulos altos, esculpidos, y esos ojos, tan oscuros, poblados de abundantes pestañas gruesas, desaprovechadas en un hombre. Pero nada, absolutamente nada, era desaprovechado en Harry Styles. Ni una pulgada de su cuerpo estaba sin tonificar, esa carne musculosa que una vez había conocido tan íntimamente…
Su boca se torció en una mueca.
No, ella nunca había conocido a Harry Styles. ¡Había conocido su cuerpo, y él había conocido el de ella … ¡Oh, cómo lo había conocido! Pero nunca había conocido al hombre. Nunca se lo había permitido. Siempre, siempre, aún en la tempestad de su unión física, en los momentos más intensos de la sensualidad compartida, él había conservado la distancia entre ellos, nunca dejándola cerrar esa brecha, siempre, siempre manteniéndola alejada, lo suficientemente alejada.
Ahora sus ojos reflejaron dureza, y detrás de la dureza, un dolor que nunca la dejaría. Después de todo, ¿por qué un hombre como Harry Styles dejaría a una amante acercarse emotivamente a él?
Y mucho menos si se había enamorado de él.
