Capitulo 11

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Las palabras salieron rechinantes de él. Y en la oscuridad, sin palabras, sólo con un toque, un toque caliente, hambriento, él la tomó.

El fuego quemaba a través de ellos, instándolos a una consumación salvaje, sin sentido. Su posesión fue total y absoluta. La pasión de ella, total y absoluta. El resplandor del deseo los cegaba a ambos, convulsionando sus cuerpos en una única y extrema sensación final.

Ella gimió por lo bajo, ahogando su grito en el hombro del él, las uñas clavadas en su espalda, sin voluntad, sólo la necesidad, necesidad absoluta. Él se movió dentro de ella una última vez, la cabeza levantada, los ojos cegados, por un largo, interminable momento, permaneció en la eternidad sin fin.

Luego yació, quieto y pesado, sobre su jadeante y exhausto cuerpo.

El corazón de ella latía con fuerza, y lentamente, muy lentamente, se dio cuenta de lo que había hecho. Pero incluso antes de que pudiera poner un nombre racional a la emoción que sentía ahora, como una corriente de aire frío, él se apartó de ella, y se tendió a su lado, con la mirada fija en la oscuridad. Podía sentir el brazo desnudo contra el suyo, seguía estando tan cerca y a la vez tan distante como las estrellas.

Dijo algo en griego que ella no entendió. Luego, esta vez en inglés, dijo -Voy a ponerte un piso en Londres. Voy a tener que ser discreto respecto a ti en esta ocasión. Ni siquiera mi padre debe saber que te he aceptado de nuevo, mucho menos mi madre -

Su voz era dura.

La bilis subió por la garganta de ella. Horrorizada por lo que acababa de dejar que sucediera. Incrédula de que hubiera sucedido. Y, para su horror e incredulidad, su cuerpo aún latía, sin importarle nada más que sí mismo, sólo sus propias necesidades y urgencias.

Odiándose a sí misma y a su cuerpo, rodó hacia un lado, poniendo las piernas en el suelo tratando de ponerse de pie. Una mano salió disparada, encarcelando la suya, la que estaba usando para levantarse.

-¡Déjame ir! -Dijo ella con voz baja, como un silbido.

Él soltó una carcajada enojosa.

-¡No puedo! Ésa es la cuestión. Entiéndelo. Nunca deberías haber dejado que te vea otra vez. He luchado durante tres meses, y perdí. Te tomaré nuevamente, te haré mi amante otra vez! -

Un sonido de ahogo salió de la garganta de ella.

-¡Estás loco! -

Él se rió de nuevo. Ella se volvió a mirarlo. La luz tenue hacía que sus rasgos se vieran rigurosamente delineados. Sus ojos brillaban con luz oscura.

-Sí -reconoció él, -Lo estoy. Loco por desearte de esta forma, loco por querer tomarte de nuevo después de todo lo que me hiciste. Y, sin embargo lo hago, ¡Dios me ayude pero te deseo. Codiciosa, traicionera e infiel, pero no me importa! ¡Destruiste a mi hermano, y no me importa! ¡Ni siquiera se había enfriado en su tumba cuando te fuiste llevándote todo su dinero contigo. ¡Y no me importa! -

Su otra mano serpenteó alrededor de su cintura, tirando de ella hacia abajo, contra sí. Cada músculo de su cuerpo estaba tenso, los podía sentir, y podrían ser de ella. Sus ojos brillaban mirándola -Parecías tan recatada la primera vez que te vi, tuve que enseñarte todo. Entonces, ¿Cómo es, cómo es esto que me haces? -Su mano se deslizó hacia abajo sobre la suave curva de su cadera, y comenzó a acariciarla.

Esta vez, ella encontró la fuerza para apartarse. Él, por un breve instante, intentó retenerla, pero luego, abruptamente, la dejó ir. Ella se puso de pie tambaleándose, terriblemente consciente de su desnudez, la de él.

-Quiero que te vayas -dijo en una voz frágil y vacía -Simplemente sal de aquí. ¡Vete! -

Él se puso de pie. Totalmente despreocupado por su desnudez, su cuerpo magnífico brillaba en la penumbra. Ella sintió un vuelco en sus entrañas y retrocedió un paso. Él recorrió con la mirada despectivamente el pequeño dormitorio y el estrecho pasillo más allá.

El secreto de la amante (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora