OCHO

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Hong Joshua era un chico alto, carismático y divertido que le caía bien a todo el mundo. Era reconocido por su increíble sonrisa, dulces ojos y preciosa voz. Llamaba la atención de cualquiera que pasara cerca de él; Era imposible no querer a Hong Joshua.
Hong había nacido en Estados Unidos, Los Ángeles. Se había criado toda su vida ahí, asistió a las mejores escuelas católicas y en su casa Dios siempre venía primero. El chico siempre había sido popular y de relacionarse fácilmente con las personas, cuando se mudó a Corea no tardó en hacerse algunas amistades, sin embargo se veía limitado al no conocer bien el idioma.
Durante sus primeros meses en Seúl conoció a Vernon. Joshua a los catorce años apenas si sabía decir tres palabras en coreano, pero de alguna forma terminó encontrándose con él, quien, si bien había pasado toda su vida en Corea, era de Nueva York y hablaba inglés fluidamente. Claro que Joshua era mayor que Vernon por unos cuantos años, pero a los chicos no parecía importarle tal detalle. Se volvieron muy cercanos, como uña y mugre, terminaron siendo casi inseparables.
La tía de Joshua, quien había tomado responsabilidad de él cuando se mudó a Corea temió que su sobrino estuviera tomando el camino equivocado, es de ir, solo se juntaba con ese chico, ¡un chico!  ¡Menor que él! Claro, su tía consideraba que a esa edad Joshua debería de estar saliendo con chicas y tener más amigos. Amenazó con devolverlo a Los Angeles, a la escuela católica si no mejoraba su comportamiento, insistió en que saliera más y tuviera más amigos, que no se juntara tanto con el niño ese y que si lo hacía, que dejara la puerta abierta.
Joshua estaba completamente al tanto de los temores de su tía, y lo paranoica que esta podía llegar a ser. Comenzó a salir con los amigos de Vernon para calmar el estrés de su cuidadora y hasta invitaba a alguna chica de vez en cuando, en plan de amigos, claramente.
Finalmente su tía se tranquilizó con el tiempo y le soltó la correa. Comenzó a tomarle cariño a Vernon y al resto de sus amigos. Cuando Joshua se unió al coro de una iglesia local la mujer dejó de sospechar completamente de su sobrino, agradeciendo diariamente a Dios por haberle dado a un chico tan correcto, dulce y sano.
No, Joshua no era gay, pero conocía a varias personas que lo eran, entre ellas su amigo Jun, y le causaba náuseas cada vez que su tía hacía comentarios homofóbicos o intentaba convencer a su amigo de que estaba mal, que Dios lo ayudaría con su problema y que no era demasiado tarde para ir por el camino correcto.

Joshua vio a su amigo alejarse por los pasillos hablando con Johnny Seo y se sintió feliz por él. ¿Como alguien podría pensar que eso estaba mal? A Joshua le habían enseñado que el amor era ciego, que había que amar al prójimo y que había que aceptar a los demás y el amor en general ¿Por qué la regla no aplicaba con su amigo? ¿Acaso él no tenía derecho a ser feliz? Sintió una punzada en el estómago teniendo esos pensamientos en la cabeza y dirigió su mirada a otro sitio.

-De todas formas...- llamó la atención de su grupo de amigos que aún miraban atónitos el pasillo por el cual se habían retirado Jun y los demás- Debo irme, tengo coro ahora. ¿Nos vemos a la salida?- Joshua no esperó respuesta, se limitó a sonreír y despeinar cariñosamente los cabellos de Vernon antes de caminar en dirección contraria a la que se habían ido los chicos.

Las horas de taller eran las que más le gustaban a Joshua de todo el horario escolar, desafortunadamente se veía obligado a no participar de ningún taller debido al coro de la iglesia que demandaba más horas de las que había esperado en un principio.
Fotografía, guitarra, baile y hasta astrología eran algunos de los talleres que llamaban la atención de Hong. Hubiese dado tantas cosas por poder ser parte de esas actividades... Pero no la felicidad de su tía. Se negaba rotundamente a darle a su parienta razones para mandarlo de vuelta a L.A. Así que era mejor mantenerla feliz hasta que cumpliera la mayoría de edad.
Antes de darse cuenta entraba por las puertas de la iglesia y se acercaba al altar, donde ya había un pequeño grupo de personas alistándose para la clase. No era una iglesia grande, mas bien cálida y familiar, de esas que pasan desapercibidas, o de las cuales no sospechas que son iglesias.
Joshua descolgó la guitarra de su hombro y se sentó en una de las sillas junto al coro esperando a que el resto llegara.
-Sunbenim- Una dulce voz, casi inaudible para la mayoría lo llamó, reconociéndola al instante Joshua volteó en su silla para dedicarle una mirada llena de dulzura a aquella persona que lo había llamado.

-Hey C, ¿como estas?- Le sonrió abiertamente a la chica la cual le devolvió el gesto duplicado y con algo de rubor en las mejillas.

-Todo esta bien, por suerte. ¿Tu como has estado? No has venido a ninguna clase de la semana pasada.

-Oh... No me sentía muy bien.

-Ah, lo siento. Sunbae, ¿estabas enfermo?

-No tal cual lo define el diccionario, pero si, me encontraba indispuesto. ¿Como han sido las clases?

-Algo aburridas, sinceramente... Si no vienes no tengo con quien hablar.

-Lo siento, intentaré no faltar mucho- Cathy sonrió dejando al descubierto un discreto hoyuelo que pasaba desapercibido para el resto, pero no para Joshua. Él siempre la había notado, y todos los pequeños detalles que ella conllevaba. Se sintió culpable por jamás haber hablado con ella fuera de la iglesia, era una chica muy linda y genial, pero apenas se dignaba a mirarla en el colegio. Se sentía horrible cada vez que ella lo saludaba con una sonrisa enorme en los pasillos y él solo desviaba la mirada y seguía caminando.
Con el tiempo ella había dejado de insistir y le hablaba netamente en la iglesia, lo que había causado que el nudo en la garganta de Joshua solo aumentara su tamaño.
-Sunbae... ¿Estas bien?- la chica sacó a Joshua de sus pensamientos. Este se obligó a si mismo a sonreír y asentir levemente con la cabeza. La chica miró al piso y le dedicó una mueca antes de colocarse en su ligar para el inicio de la clase.
«Vernon, Vernon, Vernon»
Se repetía constantemente en su cabeza y tenía ganas de salir corriendo. Quería gritar y hasta maldecir en voz alta. ¿Por qué tenía que enamorarse justamente de la novia de su mejor amigo?

LA TEORÍA DE YOUNHO SEO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora