[capítulo dos: extraño]

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Sacó las llaves del cobertizo cuando notó que el candado faltaba.

— ¿Pero que...?

Pegó la oreja a la puerta sin hacer ruidos bruscos y escuchó una tenue respiración. Una respiración con miedo de un niño. Retuvo el aire y empujo la puerta dando a la vista al chico.

No era un infante como el pensaba, por lo menos tenía unos ¿14 o 15 años? Era un adolescente de eso estaba seguro. Cabello castaño, un cuerpo muy delgado. Ropa manchada por lodo, un pantalón y una camisa de color gris claro con una linea negra que recorría desde su hombro izquierdo hasta su tobillo.

— ¿Qué estás haciendo aquí, niño?

No respondió. Ambos se habían asustado, solo que Rick reaccionó primero al momento de que la lluvia aumento su intensidad.

— Levántate — Extendio su  mano pero el chico se alejó repentinamente. — ¡Vamos, enano, entra casa! Te vas a congelar con la tormenta ¡Y yo no quiero cadáveres en mi cobertizo!

El castaño se sorprendió por la agresividad y se levantó, Rick tomó unos trozos de leña y los envolvió en su chaqueta para que no se mojen. Volvió a la puerta y el adolescente seguía dentro de la choza.

— ¡Corre, enano!

Dudoso, dió un paso adelante y las gotas de lluvia resbalaron por su rostro y sus manos. Su mirada volvió a la de Rick y corrió hacia la casa junto con él.

Entraron por la puerta corrediza y el mayor se quitó las botas con lodo. Caminó a la chimenea, dejó la leña en su interior y habilidosamente prendió fuego.

Buscó al chico con la vista y lo encontró parado aún en la puerta.

— ¿Qué esperas? Ven al fuego.

El chico se agachó, se quitó los tennis y se los mostró.

— ¿Tienen lodo? — Preguntó Rick. — Si tienen lodo, dejalos al lado de mis botas.

Los puso a su lado y miró su ropa. El peli azul movió la fogata para después volver a ver al castaño.

— ¡¿Qué carajo, enano?! — Estaba sólo en boxers. — ¡Ponte la puta ropa!

Se estremeció por el grito, agarró la ropa y le mostró las manchas de lodo.

— ¡No seas tan literal! — Soltó un suspiro molesto. — Te traeré algo seco.

Fue a su cuarto y le dió un jogger que le quedaba apretado para que el chico no le quede tan grande junto con un suéter y una cobija. Al regresar a la sala se percató de los labios morados por frío del chico. Sintió una presión de preocupación y deseo de protección hacia el adolescente que espantó al momento de encontrar miradas.

— Toma, — Le dió la ropa. — ponerla y acércate al fuego.

Correspondió. Rick se sentó en el suelo y poco después el menor repitó la acción pero a una distancia considerable.

— ¿Como te llamas, enano?

No dijo nada. Miro al maestro de pies a cabeza sin afán de ofender y señaló una parte de su cuerpo para luego marcar un número con sus dedos. Señaló su pulgar e hizo el número cuatro; señaló su nariz e hizo el número dos; cabello y boca con el número cuatro y por último ojo con el número dos. Sólo que Rick no comprendía.

— ¿Acaso eres mudo o una de esas mierdas? — El castaño mantuvo silencio sin afirmar o negar la pregunta. — Yo soy Rick.

Extendió la mano, el castaño la miro y no la estrechó. No sabía que tenía que hacerlo. Su ignorancia molesto un poco al mayor que empuñó y alejó su mano.

— ¿Qué te parece si llamamos a tus padres? — Bufó con algo de burla. —Han de estar preocupados por tí.

Negó con la cabeza.

— ¿Qué hiciste? — Lo miraba con desinterés. — ¿Te escapaste de la escuela y por eso traes uniforme?

Iba a negar, pero tras una rápida reflexión, afirmó.

— Okey, ¿Rompiste el candado de mi cuarto de herramientas?

Otra negación.

— ¿Pero tú lo abriste?

Volvió a aceptar.

— ¿Eres un pequeño ladrón he bastardo? — Negó con rostro preocupado y con la idea que lo echaría a patadas, Rick esperaba esa reacción y se burló un poco.— Tranquilo, estaba jugando, ¿Quieres comer?

Negó. Quedaron en silencio durante un tiempo.

Fue a la cocina donde puso a calentar leche y chocolate para hacer algo de cocoa para ambos aunque el otro se haya negado. El mayor pensaba en los señalamientos corporales del menor y fue a su oficina por un cuaderno para hacer el apunte de sus acciones.

Volvió a la sala para sentarse en el sillón y no perder de vista al chico, pues era muy extraño, demasiado, que un chico haya escapado de clases sin mochila. Extraño que en ninguna escuela utilicen ese uniforme. Extraño que un chico de su edad ya tenga un tatuaje del número 19 en su clavícula izquierda.

Pulgar 4
Nariz  2
Cabello 4
Boca 4
Ojo 2

— ¿Extraño? — Pensó — Debe de haber algo de lógica en esto, al menos que el chico me quiera tomar por tonto.

outside {Rickorty}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora