🥀Capítulo 1

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Sólo unos meses atrás, hubiera asegurado que tenía un currículo de vida excelente. Tenía notas perfectas, era voluntaria en un teatro de música para niños con discapacidades y trabajaba medio tiempo en una cafetería para ayudar a mi padre con los medicamentos del tratamiento de mi madre. No fumaba, no tomaba y mucho menos consumía drogas. Era el ejemplo perfecto a seguir para mi hermano menor. Nunca me metí en problemas y siempre fui empática con las personas. Pero entonces el ciclón creado por el bien y el mal, me arrastró hasta éste momento.

Contando cada paso, cada respiración y cada bombilla que iluminaba el pasillo. Sintiéndome profundamente triste y miserable. Después de estar rodeada de todo, ahora me encontraba sin nada. Sin mi familia, sin protección, sin mi libertad y sin él. Estaba sola.
Las esposas en mis muñecas me recordaban lo que se avecinaba y las cadenas en mis tobillos eran un plus de venganza por mi silencio.
La gran reja se abrió con una dolorosa lentitud. Chirriando con fuerza y avisando de mi llegada al resto. Los gritos no se hacen de esperar, y mi temor tampoco. Las voces femeninas son mil veces más imponentes que las masculinas, definitivamente.

-¿Quién es la princesita?

-Uffff, no sabía que ya era Navidad…

Una de las guardias me sujeta con fuerza del codo y me arrastra por la pasarela del denigramiento emocional.
Tarareo mentalmente a Bishop Briggs y apago las voces de fuera, concentrándome en no perder la cordura entre tantas amenazas. Y rezando por seguir con vida al anochecer.
Me atrevo a mirar a mi derecha y la mujer de cabello corto y dientes amarillos me grita con una emoción enclenque. Giro a la izquierda, y otras tres mujeres me reciben con señas obscenas. Termino por bajar la cabeza e imaginarme en algún mejor lugar. Nos detenemos frente a una celda y mientras una de las guardias abre la reja, otra comienza a quitarme las esposas y las cadenas. Liberándome por fin.

2079 pasos...

Levanto la mirada lentamente y observo a la castaña de ojos verdes que se cruza de brazos al verme. La oficial me empuja para que entre y lo hago, temblorosa. Cuando se cierra la reja, es el click de inicio. El bullicio acompaña a las guardias hasta que desaparecen de nuestra vista. Pego mí frente al frío metal y respiro profundamente. Las separaciones entre celda y celda, son tan cortos, que puedo sentir el calor que emanan las mujeres de mi lado. Pero ya sabía que la privacidad sería un lujo que no tendría.

-¿Tú eres la mujer del gánster?

Le doy una mirada a la chica de enfrente y sopeso la idea de pedirle que no vuelva a hablarme, pero no me atrevo. Su sonrisa pajiza me pone nerviosa, asi que decido alejarme de los barrotes. Su compañera, una bajita, vuelve a preguntarme lo mismo, pero sin tanta amabilidad. Me paralizo al no saber que contestar. Después de todo, oficialmente no estoy casada con nadie. Soy viuda, supongo. Me maldicen al ver que no contesto y me hago pequeña, sujetada con fuerza de mi chaqueta. Volteo para enfrentar a mi compañera de celda. Se acerca poco a poco y me extiende su mano.

-Mi nombre es Alexa.- se presenta.

¡Rusa!

-¿Cuál es tú nombre?- me pregunta, intentando sonar afable.

Camino para atrás hasta chocar con la reja, en un acto instintivo. Su mirada se vuelve dura y baja la mano. Hacer amistades no estaba en mis planes y la idea, sigue sin convencerme. No confío en nadie de aquí. Estoy segura que a la primera oportunidad, me cortarían en pedazos.

-Vamos cariño, contestale a la Rusa.- se burla una chica, de la celda siguiente.

Su voz es un chillido espantoso, que llama mi atención enseguida. La mujer lleva una inmensa cicatriz en la mejilla derecha y su cabello es un nido. Esto no es un juego, me repito. Sobreviví con Alessandro Mantwayer, y lo haré con ellas también.

-Mi nombre es Betthany.- susurro

-¿Es verdad qué eres la esposa del Narcotraficante?- otra mujer me pregunta, pero no logro reconocer de donde proviene la voz.

Trago grueso y la cabeza comienza a darme vueltas. No quiero preguntas, maldita sea. Las he evitado contestar, aunque eso me trajera aquí y no planeo ponerme a conversar con ninguna. Alexa se sube a la cama de arriba y me señala la colcha de abajo. Asiento y me acerco al intento de cama. La acaricio con la mano y me es imposible no mirar a la chica con sorpresa.

-Es lo que hay, pero te vas a acostumbrar.- su vistazo insensible, es una advertencia.

Vuelvo a pasar la mano por la colcha café, para asegurarme de no estár alucinando. Pero no, efectivamente es un colchón suave y las frasadas huelen a suavizante. Algo muy extraño, pero increíble.

-¡Contesta la pregunta!

La irritable voz de al lado vuelve a aparecer y volteo a verla de mala gana.

-¿Betthany te llamas, no?- pregunta, escupiendo en el suelo.

No contesto. Alexa responde por mí y después comienzan a discutir entre ellas. Dejándome a un lado. Las ignoro y me siento en la cama.
El olor de las frasadas se va al diablo cuando todos los demás hedores se revuelven y llenan mis fosas nasales. La vida de afuera era una maravilla comparada con esto. La bulla comienza una vez más, poniéndome nerviosa. Me cubro los oídos con ambas manos para apartar los gritos desesperantes, pero no funciona.
Yo lo hice por ellos.
Mi silencio fue por los niños del refugio. Les quitarían su hogar, su vida y terminarían en una casa pequeña, rodeados del esto de niños que siguen sin encontrar ese hogar. El apoyo que Alessandro brinda a esos sitios… todo desaparecería. Jacob juró que no sería así, pero no podía arriesgarme. Era lo único bueno que él tenía y no quería que se esfumara por sus errores. El resto, era por mi orgullo herido. El FBI me abandonó por meses y cuando todo terminó, me encerraron como sí hubiera cometido el peor de los asesinatos. ¡Ellos lanzaron ese explosivo, maldita sea! Ellos fueron los que lo convirtieron en nada, no yo. Sí querían su vida, debieron mantenerlo con ella. No castigarme en su lugar.
La necesidad de sentirme protegida me consumía viva. No habia visto a mi familia, y me creía morir. Pero aún me quedaba él. Jacob prometió que vendría a verme todos los dias y que traería a mi familia.
Jacob...

Aún lo tenía a él.

El sonido de la puerta hace que mis pensamientos sean interrumpidos. Levanto la mirada lentamente y me petrifico al ver cuatro mujeres paradas frente a mí. ¿Cómo consiguieron entrar? Todo pensamiento empeora cuando noto que una de ellas lleva una navaja. Alexa bajó de la cama de un solo salto y se detuvo a mi lado. Su acción me tomó por sorpresa, pero no pude sentirme más agradecida de que lo hiciera.

-Venimos a darte la bienvenida, que sólo nosotras sabemos dar.- masculla esa insoportable e inconfundible voz chillosa.

La fuerza con la que sujeta la navaja, es casi tan intensa como la de mis ganas de vomitar. Todas ellas huelen tan terrible, como se ven. La cortada de su mejilla era mi punto de atención, porque de mirarla directamente a los ojos, moriría. Me creía suertuda sí llegaba con vida al anochecer, pero no. Tendría suerte sí sobrevivía a los próximos cinco minutos.

Fiel DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora