🥀Capítulo 20

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No es Jacob. No es Ralh, ni mucho menos Mantwayer. No es la policía, a quiénes esperaba inconscientemente. Habían pasado muchos días desde la última vez que siquiera mencioné su nombre. Pero estaba aquí, frente a mí. De quién menos esperas, todo llega, no había duda. Seguía exactamente igual a la última vez que la vi. No eramos las más cercanas, pero ahora le debía la libertad. Me dejara salir, o me disparara en la cabeza, sería una maravillosa liberación.

-Melanie.

Le susurra algo a uno de los hombres que la acompañan, pero sin apartar la vista de mí. El hombre le contesta, pero no consigo entender de que se trata. Debo parecer una inmundicia. Todos los guardias desaparecen, dejándonos solas. No logro decífrar cuál es su estado de ánimo, pero me ahorra mucho desgaste mental, cuando me sonríe. Al parecer, no viene a asesinarme. Subo los últimos escalones que me hacen falta y cuando llego arriba, sus brazos me reciben.

-¡No puedo creerlo!- chilla, emocionada.- ¡Han pasado semanas y yo siento que ha pasado mucho tiempo más!

Trato de respirar, desesperadamente. Si, volvió a ser la misma Melanie que conocí. ¡Santo cielo, que me va a matar!

-Melanie, necesito...- ya no puedo hablar.

-¡Tú voz!- me abraza más fuerte.

¡Ah! Comienza a darme vueltas por el pasillo, riendo. El aroma dulce que su ropa desprende, casi me causa una arcada. Olvidaba lo exasperante que podía llegar a ser su emoción. Ahora la quiero lejos.

-Creo que la señora Mantwayer quiere respirar.- el dudoso balbuceo de un guardespaldas me salva.

-Lo lamento, es que estoy tan contenta de volver a verte. Todo ha sido una locura.- se disculpa, antes de separarse.

Intento decirle que el sentimiento es reciproco, pero ya no me queda energía. Llevo muchas horas sin comer y sin tomar agua siquiera. Eso me recuerda a mis compras. La dejo a un lado y corro hasta la cocina, buscando las bolsas de la tienda. Todo está en la barra de la cocina, así que las vuelco, para encontrar las galletas de chocolate que compré. Me trago dos, sin masticarlas bien, y después me sirvo un vaso de agua para poder pasarlas. ¡Dios! Saben tan deliciosas. Meto otra galleta a mi boca, y entonces sí, me siento preparada para la conversación que se viene con Melanie. Pero antes llega primero a mi cabeza.

-¿Y Jacob?- comienzo a preocuparme al no verlo.- Por favor dime que…

-Se fue.- me tranquiliza

Pongo los ojos en blanco, al darme cuenta de lo tonta que sigo siendo. El cariño no se va a ir, debo entenderlo. La galleta número cuatro, me sabe aún mejor.

-¿No has comido bien?

Nos miramos a los ojos, y algo en los suyos me hacen pensar que no sabe todo lo que me ha pasado. O tal vez si lo sepa, después de todo es la hermana. La sola idea de tener que explicarle todo, hace que quiera dormir profundamente.

-¿Qué haces aquí?- inquiero

Hace un extraño gesto y se deja caer sobre uno de los viejos sofás, levantando una buena capa de polvo, que le causa gracia.

-Pero que bonita casa.- le echa un vistazo.

No término de entender cuál es su plan, pero si Jacob vuelve a entrar por esa puerta, todo va a estallar. No quiero que Melanie le haga daño, ni que él la meta en problemas. Necesito que se vaya. Me trago la galleta número siete y me acerco a ella, sentándome en el sofá que tiene a su lado. Nota la cierta consternación que desprendo y se endereza, poniendo atención a lo que va a decirme.

-Sé lo eres, Mia. Él me lo dijo.- inclina su cabeza, esperando mi reacción.

Nada por fuera, pero por alguna extraña razón, por dentro me siento avergonzada. Eleva ambas cejas y chasquea la lengua, fingiendo asombro.

-Te juro que no podía creerlo. Quiero decir, mírate, pareces un algodón o algo así. Tardé muchas horas en comprenderlo y cuando por fin caí en cuenta de lo que había pasado, quise asesinarte.- parpadea con inocencia.- Pero entonces, Alessandro acabó de explicarme todo. El timador, terminó timado.

Bajo la cabeza, nerviosa. ¿Por qué me siento agraviada? Hice lo que debía hacer. Ellos no son buenos, y tenían que pagar por lo que hicieron. No sirvió de mucho, por supuesto. Yo no soy quién debe pedír disculpas. Ese último pensamiento, hace que recupere mi poca dignidad. Melanie parece estár sumergida en los recuerdos cuando vuelve a hablar:

-Estuvo siete días en coma.- una lágrima delata el dolor que aún siente.- Te juro que fueron los peores días de toda mi infernal existencia. Creí que iba a perderlo, ¿entiendes lo que es eso? Mi único hermano. Tenía dos costillas rotas, quemaduras ligeras por toda la espalda y la cabeza sangrante. Fue una espantosa locura, Mia.- extiende su brazo, para poder sujetar mi mano.

La fuerza de su agarre, me transporta a esa imagen. Alessandro entre la vida y la muerte, justo como yo lo veía en mis alucinaciones. No estaba muerto, sólo en coma. Ahora está vivo y sano. Odiándome como únicamente él debe hacerlo.

-Sean consiguió sacarlo de ahí, antes de que llegaran los refuerzos. A la casa de seguridad, me llegó un hermano moribundo y guardespaldas enloquecidos.- se cubre el rostro, pero puedo notar su sonrisita.- Esperé a que despertara, para ponerlo al tanto de la situación y crear algún plan, pero él ya tenía otros métodos.

-¿Qué me hiciera mejor amiga de las prisioneras? Funcionó a la perfección, sin duda.- suelto amargamente, recordando mi pérdida. 

Me da la razón, con un simple gesto. Puedo darme cuenta que no le hace gracia.

-Cuando Sean le dijo lo del bebé…- duda, sobre si contarme o no.- Él ya planeaba sacarte, pero entonces Sean le aseguró que no era necesario. Y no lo era puesto que, ya estabas con un tal Jacob Henderson. Un viejo amor, al que habías podido volver después de todo lo que tuviste que pasar. Sean le afirmó que Jacob estaba peleando contra todos para dejarte en libertad.

Jacob, Jacob, Jacob.

 -Sus emociones se convirtieron en una tempestad, cuando notó lo del divorcio.

Qué estupidez.
Estoy apunto de comenzar a explicarle que no sabía de su vida, pero sé que no es con ella, con la que debo hablar de ello.

-¿Estás enamorada de ese policía?- me pregunta, cuidadosamente.

Si lo estoy o no, ya no es asunto tuyo. Ni siquiera es asunto de Alessandro. ¡Maldita sea, que no es asunto de nadie! Se pone de pie, para despues sacudirse un poco el polvo de la falda. Va a irse, no quiero que lo haga. Imito sus movimientos.

-Yo no tengo tan poco corazón para dejarte así, Mia. Te guardé cariño, y por eso estoy aquí, para llevarte conmigo. Tú no penderás de un hombre cegado por el rencor.

Oh, Melanie. Después de todo y todos, ella va a ayudarme. De pronto, me siento muy feliz de no haber aceptado el trato para cazarla. Ella no lo merece. Es desesperante, pero no quisiera verla detrás de unos barrotes. La abrazo con fuerza, agradeciéndole profundamente por todo.

-Tus padres estarán muy felices de verte. Lamento mucho habérmelos llevado sin más…

-¿Qué dices?- la interrumpo- ¿Mi familia está contigo?

Se sorprende al ver mi confusión.

-En cuanto nos enteramos del ataque de Ralph, los trasladamos a Nueva Zelanda. Por protección, principalmente.

Jacob me mintió. ¡Otra vez! Él jamás los tuvo, Y en lugar de contarme la verdad, que se los habían llevado... ¡me mintió! ¿Qué demonios le ha sucedido a Jacob? ¿Cuál es su problema? Oh, mis pobres padres deben estár muertos de miedo y desconcierto. Greg, mi hermanito debe estár peor que ellos. Pero se iba a recuperar. Todo se restauraría a mí alrededor, tenía Fe. No estaba sola. Después de tanto tiempo, volvía a sentirme segura. Melanie me sujeta del brazo y sonríe.

-Es hora de írse, Mia.

Fiel DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora