🥀Capítulo 32

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-Detente en la siguiente esquina.- me ordena

Hago lo que me dice y le echo un vistazo al espejo retrovisor para asegurarme de haber perdido a los guardespaldas, pero no lo conseguí.

-¡Maldita sea!

Mi cabeza comienza a doler por la presión de la situación, fallé y no sé que reacción vaya a tener eso sobre mi familia. Enciendo el auto, consiguiendo evitar que el rubio se acerque para hablarme y vuelva al asiento del copiloto, cuando voy a pedirle más tiempo a la sombra para perderlos me interrumpe.

-Acelera lo más rápido que puedas.- rebusca en su chaqueta con desesperación.- Y no vayas a detenerte.

Trago saliva y suspiro un par de veces para alejar el ataque de ansiedad que me atraviesa sin piedad, siento como si me sofocara.

-¡Ahora!

Acelero enseguida y no he avanzado más de veinte metros, cuando las camionetas estallan detrás de nosotros, creando una lengua de fuego que me ciega unos segundos, provocando que me estrelle contra una pequeña tienda. Las bolsas de aire me dejan atrapada contra los asientos, pero no tengo la fuerza para moverme un solo centímetro, ni siquiera soy capaz de enfocar ni oír con claridad. Sollozo desesperada al darme cuenta que no siento la mitad de mi cuerpo, y por ende, mi respiracion es cada vez más incierta. No estoy muerta, eso está claro, pero la sensación es tan horrenda que deseo estarlo. Por favor Alessandro, ven por mi, no puedo hacerlo sola. Me quedo aún más abrumada al darme cuenta que me encuentro comparando el accidente con el del aeropuerto, y eso es porque fácilmente caigo en cuenta de que no tuvo nada que ver la policía con eso, sino que fue Ralph. Él hizo estallar a Mantwayer, no fue un accidente. Me dan unas inmensas ganas de gritar como desquiciada por la desilusión de mi escenario. Mi puerta sale volando, pero no soy capaz de mirar al hombre que me ayuda a salir de la camioneta, quiero que sea Alessandro y de no ser así, mejor que me dejen justo como estaba.

-Ayúdala a ponerse de pie.- le ordena la voz que me provocó tanto desagrado con solo una llamada.

Cuando mis pies tocan el suelo, me doy cuenta de que no estoy tan mal como lo pensé, sino que estoy mucho peor. La vista me falla, pero puedo reconocerlo al segundo intento; Ralph. El gran dolor de cabeza de Alessandro y Melanie, quién ha tratado de asesinarnos a todos y que no se tienta el corazón para hacerlo, como con Jacob. Su traje es de un color ojo oscuro, o eso es lo que me parece, porque el intenso color del fuego que nos rodea, me da esos tintes. Su cabello es largo y de un color castaño brilloso que envuelve en una media coleta, haciéndole un favor a su rostro redondo y anémico. Sus ojos son grandes y burlescos, dándole un aspecto en verdad psicópata, que se complementa perfecto con sus cicatrices y tatuajes. Me lo imagino atacando a Jacob como un animal y me dan unas ganas inmensas de golpearlo.

-La famosa e inigualable Betthany White, mejor conocida en nuestro mundo como “Mia”.- extiende sus brazos dramáticamente.- Es un placer tenerte con nosotros, por fin.

-¿Y Jacob?- pregunto, evitando mirarlo a los ojos.- Quiero que lo dejes libre.

-Oh, me temo que eso no podrá ser posible.- su voz se torna seria y eso me hace levantar la vista hacia él.- ¿Cómo puedes dejar en libertad a alguien que nunca ha dejado de serlo?

Lo observo sin poder entender lo que me dice, pero mis dudas solo duran unos momentos, porque al poco tiempo, Jacob aparece de entre las llamas, rodeado de muchos hombres más, pero no lo acompañan como si se tratara de un prisionero, sino de un líder.

-No.- susurro, cerrando los ojos con fuerza y sintiendo como mi corazón se cae hasta más allá del mismo infierno.
 









Alessandro.

Los fuertes golpes en la puerta me despiertan en seguida, poniéndome a la defensiva y por inercia estiro el brazo hacia Mia, pero ella ya no está. La puerta vuelve a sonar, pero esta vez la voz de Ariss resuena del otro lado; agitada y llena de pánico.
-Lo necesitan en la entrada, señor.
Me remuevo para salir de la cama y cuando lo hago, noto el pedazo de papel que está doblado por la mitad y que lleva mi nombre en el frente. ¿Dónde diablos está Mia? Tomo el papel y comienzo a leerlo.

-¡Voy en un momento!- contesto en otro grito, pero ya perdido en la nota.

¿Qué es ésta mierda?

-¡Mia!- la llamo, teniendo un poco de esperanza que todo sea un error.

Mi respiración entrecorta conforme leo la carta de nuevo, una y otra vez hasta que ya no lo soporto y las palabras comienzan a pesarme en el pecho.

-¡Mia!

Salgo de la habitación envuelto en la sábana, sin importarme si despierto a todo el mundo, solo quiero saber de Mia. Le grito a Ariss, preguntandolle si sabe de ella, pero niega. Me dirijo al jardín y lo primero que encuentro es a uno de mis hombres correr hacía mi, con el mismo gesto de la anciana, solo que él parece temerme a mí.

-¡Han matado al guardia de la puerta!- me informa, señalando el estacionamiento.- La señora salió con dos flotillas, pero nos han informado que la policía los ha encontrado hechos pedazos…

-¿Y Mia?- lo sujeto del cuello y aplico más fuerza cuando niega.

-¿Por qué mierda no me dijiste antes? ¡Se han llevado a mi mujer!- le grito furioso y lo dejo caer al suelo.- ¡Malditos inútiles!- señalo al resto, que se detienen a unos metros.

-Señor, no ha pasado más de media hora.- anuncia otro guardia.

Apreto los puños con tanta furia, que las venas de la cabeza me zumban en los oídos. Entro a la casa de nuevo, tengo que cambiarme y ordenar que se lleven a los White a un lugar seguro, mientras yo me encargo de ir por Mia. Si no ha pasado tanto tiempo, sé que puedo recuperarla antes de que siquiera traten de sacarla de la ciudad. Cruzo por la cocina y detengo el paso al escuchar el teléfono de la casa. No me sorprendo, pero la cólera ya se me estaba saliendo por cada poro de mi cuerpo, así fue como contactaron a Mia.

-¡Hijo de puta!- bramo antes de descolgar el teléfono y pegarlo a mi oreja.- ¿Dónde está Mia?- ordeno saber.

Del otro lado escucho la estúpida y reconocible risa de Ralph.

-Me encanta saber que la estás pasando mal, ¿Sabes? Iba a esperarla en California y despues haríamos un gran recorrido hasta Cali, pero decidí alcanzarla en el camino.- vuelve a reír.- Bueno, ambos decidimos hacerlos.

Escucho unos gritos ahogados, acompañados de maldiciones y de pronto, una respiración agitada cerca del teléfono. Rechino los dientes de la tensión que siento.

-¡Habla!- ordena Ralph.

Un Chillido, seguido de otra blasfemia.

-Alessandro.

No puedo evitar soltar un suspiro al escucharla. ¿Qué demonios hizo?

-Mia.- susurro

-Por favor, no me busques.- me suplica

-No.- contesto en el momento.- ¿Estás bromeando conmigo o cómo puedes siquiera pedirme algo así?

-Estaremos esperándote en Cali, amigo.- Canturrea Ralph, disfrutando de nuestra desesperación.

-¡Déjala ir!- le pido

-Ven a ocupar su lugar.- me reta

-¡No! ¡No vengas!- Me implora ella.- Por eso estoy aquí, Alessandro por favor.

-Te sacaré de ahí.- le prometo

-¡Maldita sea, no quiero!- me grita con más fuerza.

-Oh, por favor, mejor ve con tu anhelado amor.- gruñe Ralph y la voz de Mia empieza a disminuir.- ¿Puedes creer que además de mis negocios, también soy cupido?

Me sostengo de la barra para no terminar destrozando el teléfono.

-¡Alessandro no vengas! ¡Por favor!- me implora- ¡Me mintieron! ¡Por favor!- su preciosa voz se apaga.

-Iré por ti.- le juro, sin saber si puede o no escucharme y entonces la llamada se corta.

 

 

 

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