Prefiero sentir tu odio, que tu cruel indiferencia.

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Prefiero sentir tu odio, que tu cruel indiferencia.

Hermione lloraba con el corazón contraído, hecha un ovillo en medio de la sala común de premios anuales que se había tornado tan fría como abismal, derramaba lágrimas de frustración y dolor. Hasta que levanto la vista y vio colgado como si se tratara de un trofeo la lencería de Parkinson y eso la hizo salir de su estupor de manera violenta.

Se levanto como un resorte de la posición en la que se encontraba, pasando saliva para  deshacer el nudo que se había formado en la garganta,  trago con fuerza intentando borrar esa amargura que sentía ahora, después de besar los dulces y frio labios de Malfoy.

Limpio la humedad de su cara con el dorso de su mano, con movimientos rápidos causando incluso un ardor en sus mejillas al limpiar con más fuerza de la necesaria, pero deseaba borrar cualquier rastro de debilidad, cualquier signo de su flaqueza.

-No más. -Exclamo en voz alta, como intentando que esas simples palabras taladraran en su cerebro dejando sus marcas.

Subió las escaleras hacia su habitación solo para ir por su varita que había dejado descansando sobre la mesa de noche, no le llevo más de dos movimientos contundentes arreglar todos los desperfectos, dejando tan pulcra como siempre la sala común.

Encendió la chimenea solo para quemar aquellas prendas de encaje rojo, las vio consumirse con rapidez, sin apartar los ojos de las llamas que las carcomían, deseando que estas también pudieran quemar sus sentimientos y hacerlos desaparecer. -No más. - se repitió, Cuando paso al lado de la puerta de Malfoy, prometiéndose a sí misma no dejarse humillar jamás por nadie, y mucho menos por el, por mucho que fuera el hombre del que estaba enamorada.

Esa había sido la última burla que le iba a permitir al descolorido y arrogante Slytherin. No se dejaría volver a pisotear, así tuviera que tomar medidas extremas para que el rubio lo entendiera.

Por su parte Draco no podía estar más ajeno a lo que ocurría del otro lado de la puerta. Era sábado, él, el rey de Slytherin, el poderoso Malfoy,  acababa de tener un revolcón de ensueño con la exuberante morena Pansy y aun así se sentía tan vacio como miserable.

-Maldita Granger. -Le insulto en voz alta.

Esa poca agraciada fémina era la responsable de remover en él ese sentimiento de vacío que no podía llenar con nada, ni con nadie. Cuantas veces no había intentado ya llenar ese hueco con todo lo que tenía a su alcance sin siquiera estar cerca de lograrlo.

Por eso la odiaba tanto por ser una listilla insoportable, que pretendía tener todas las respuestas, como la odiaba y más ahora que le había recordado la vida superficial y desprovista de afectos que tenia. Pero sin duda se odiaba más a sí mismo por darle la razón al besarla. Pensar en esos besos de los que se había apropiado sin permiso le provocaba tal malestar en el estomago que se lo achaco al asco que representada besar a una impura como ella.

Descolocado y fuera de si había roto varias cosas en su habitación. Lo último fue un tintero que se estrello en una de las verdes paredes creando una gran mancha y tal estruendo al quebrarse que termino fastidiando aun mas al rubio que salió de su habitación dispuesto a vaciar su mente de esos pensamientos que la castaña habían inyectado en sus cerebro por sus afirmaciones.

Al bajar se topo con la sorpresa de que ya todo estaba en su lugar, incluso el fuego estaba encendido, lo que no noto fue que las pendas de su amante yacían entre las cenizas de la chimenea. Ya que estaba todo en orden decidió quedarse dentro de la sala, no deseaba ver a nadie, mucho menos a alguien que le recordara con sus risas falsas y camaraderías hipócritas la razón que tenia la insufrible de Granger.

Se recostó a lo largo del sillón de dos plazas, cruzando sus manos tras la nuca y cerró los ojos. Llevaba a penas escasos minutos en esa posición cuando escucho el ruido de una puerta cerrarse y unos pasos bajando las escaleras de piedra.

Pensó entonces que Granger se detendría para proferir un par de insultos por lo que había pasado hacia una horas y aun con los ojos cerrados esperaba los  improperios en su contra al encontrarlo como si nada tendido en un sillón que había reparado, después de haberlo dejado hecho un asco cuando se ejercitaba sobre el cuerpo de Pansy.

Pero no pudo estar más equivocado al escucharla salir de la sala común sin siquiera dignarse en dirigirle la palabra, lastimando con esa acción el orgullo Slytherin por ser ignorado.

-¿¡Quién se piensa que es esa niñata para ignorarme!? -Exclamo y se levanto del sillón para seguirla.

Lo cierto era que prefería los insultos de la Gryffindor a su total indiferencia, por lo que iría a buscarla para proseguir con los ataques verbales, pensando que quizás con ello pudiera apaciguar un poco su espíritu abatido y deteriorado por la  soledad.

Porque quizás se escuche estúpido, pero había reconocido que la leona tenia razón, todo aquel que se acercaba a su persona, era motivado por lo que su apellido representaba, cada mujer que había pasado por su cama secretamente deseaba convertirse en su esposa y no porque sintieran amor por él, era la ambición su única motivación, era un trofeo, un marido guapo, de buena posición  y con dinero lo que perseguían. Y que decir de los que se decían sus amigos que huyeron cuales ratas cuando las cosas comenzaron a complicarse, incluso ahora que la guerra había terminado y al fin de cuentas había sido su apellido liberado por intervención de Potter, nadie que no requiriera el favor o la protección del apellido Malfoy se acercaba, a menos que fuera por miedo, o para presentar un respeto que en realidad no sentían solo por conveniencia.

Y ya fuera para bien o para mal, Granger no se dejaba intimidar por su apellido, no le deslumbraba su poder o su dinero, no caía cautivada a sus encantos seductores o a su innata galantería. Esa leona lo odia, lo odiaba a el no a su apellido, no a su dinero o posición, simplemente odiaba al hurón desteñido que la había maltratado e insultado a lo largo de sus años de estudio. Y ahora justo ahora sentía que era la única que sentía algo sincero y profundo por el, aunque fuera simple y llano odio.

Motivado por eso la siguió, necesitaba la sinceridad de su desprecio, sus insultos, ese odio desplegarse por sus sentidos para hacerlo sentir un poco vivo y capaz de tener algo que no sean hipócritas alabanzas de lameculos o prontas mujeres facilillas.

Porque por incomprensible e incoherente que pareciera el odio de Hermione Granger era lo único sincero que poseía.

Se pudiera pensar que Malfoy era odiado por muchas personas, quizás demasiadas para ser sinceros,  pero ese odio era resultado de la envidia por ponerlo de alguna manera, incluso Ron lo odiaba con todo su ser por tener tanto dinero y restregarle en la cara que el nada tenía; Harry por otro lado ya no lo odiaba, solo no lo toleraba demasiado, el resto era solo una lista interminable de individuos que deseaban tener un poco de lo que tenía ese único heredero de una de las familias mas antiguas y de mayor abolengo del mundo mágico. Mientras que Hermione era quizás la única que lo odiaba por el simple hecho de ser un cabron en toda la extensión de la palabra.


La siguió con demencia por los solitarios pasillos del castillo,  con el único objetivo de encontrar un poco de alivio a sus angustias, no le importaba que fueran insultos con tal de sentir algo que lo llenara en esos momentos antes de desmoronarse.

Se encontró un par de metros atrás hasta que la vio salir por un pasaje secreto que el rubio antes no había visto, pero cuando estaba a punto de dar un paso para salir también del angosto pasillo este de cerro dejándolo con un palmo de narices dentro del castillo y con una pared separándole de los tan anhelados insultos de Granger.

Draco Busca EnamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora