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Si uno viera el mundo desde otra perspectiva, desde otro punto de vista, si se cambiara la forma de pensar, ¿Los sentimientos cambiarían con ello? Es difícil imaginarse qué pasaría si creyéramos cosas diferentes a las que estamos acostumbrados, pero es necesario que todo sea como es, porque así es como debe ser y si las cosas están como están, debe ser por algo importante.

La mañana había sido fría, me levanté pasadas las once tratando de fingir que había dormido, pero tal como las noches anteriores se me hizo imposible pegar los párpados, siempre me pasaba esto al dormir en un lugar desconocido.

Tía Evaneesce y Albert su esposo, habían estado en el jardín desde muy temprano, para cuando bajé de mi habitación, Albert ya no estaba y Ally se acurrucaba cerca de los pies de mi tía.

-Buenos días Mia –me saludó cálida e invitando a sentarme a su lado.

-Hola tía, ¿Dónde está David? –pregunté.

-David tiene trece años, está en la escuela –respondió sonriendo y hojeando la revista que tenía sobre las piernas.

-Oh, lo había olvidado.

Cuando mamá enfermó, que fue exactamente dos meses antes de acabar el año, me dediqué a cuidarla ya que mi padre trabajaba todo el día y no tenía mucho tiempo para ella. No asistí a la escuela durante más o menos sesenta días, por suerte, pude hacer los exámenes en casa y terminé con muy buenas notas, siempre he querido ser algo relacionado con letras, palabras, quizás algún día pueda escribir un libro o ser profesora de literatura, claro que primero debo graduarme.

-¿Quieres un café? –ofreció amablemente tía Evaneesce levantándose de su asiento provocando que Ally gruñera- se te hizo tarde para el desayuno.

-Preferiría que me prestaras tu auto, si es que no te molesta –me crucé de brazos mirando el suelo, pedir cosas no es algo que me guste mucho.

-Está bien, por supuesto.

Todo el fin de semana me había imaginado como sería el centro de Greenwell, ya que la casa de tía Evaneesce estaba un poco alejada, era Lunes y estaba decidida a pasar una parte del día recorriendo, quería distraerme y pensar en cosas coloridas, divertidas y emocionantes, aunque dudaba poder conseguirlo.

-Tengo que conseguir dinero y comprarme una bicicleta –pensé mientras trataba de encender el auto, sabía conducir pero hace mucho tiempo que no lo hacía, exactamente desde que mi padre vendió la que antes era nuestra camioneta- listo, así está bien –el motor hizo un estruendoso ruido y comencé el viaje.

Las personas iban de un lado a otro, entraban y salían de las tiendas con más y más bolsas, que ganas tenía de comprarme un buen par de zapatos altos, pero a quién quiero engañar, tengo dos pies izquierdos, no podría ni pararme decentemente.

El sol me golpeaba fuerte, con los ojos entrecerrados apenas podía manejar, abrí la ventana y dejé que el aire norteamericano chocara con mi rostro y mi cabello, lo respiré profundamente y por un pequeño instante me sentí relajada pero volví a la realidad al darme cuenta que una luz roja detenía mi camino.

-Los semáforos son lentos aquí –susurré.

Luego de algunos segundos de espera la luz verde se veía brillante y los autos pasaban fugazmente como si se tratara de una verdadera carrera, yo un poco más lento conducía con el ceño fruncido a causa del dolor de cabeza que me daba siempre que tengo mucho contacto con el sol. Me detuve en un estacionamiento público y caminando torpemente me abrí paso entre la multitud luego de bajar del coche, aferrando mi mochila fuertemente contra mi hombro izquierdo.

Voz favoritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora