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-Pensé que estarías durmiendo –Dijo llegando a mi lado en la escalera de entrada al hotel, me había sentado ahí después de que todos subieron a sus habitaciones.

-Pensé que querías hablar.

Se sentó también.

-No podía soportar verlos comportarse así contigo –apretó los puños- nadie debería hablarte mal ni obligarte a nada.

-Tienes razón, nadie debe hacerle eso a nadie.

-Sabes cómo soy Mia, si no golpeaba a Cameron en ese mismo instante, probablemente lo habría golpeado otro día de todas formas, es un burro –alzo las cejas- y tu ex novio, mierda... Que animal, hice un esfuerzo gigante para no arrancarle la cabeza.

Escondí una sonrisa y cerré los ojos con fuerza, no habían pasado más de 5 minutos y ya me estaba convenciendo.

-Te lo agradezco, gracias por hacer eso por mí –giré para mirarlo- pero me gustaría que no te vieras tan triste luego, como si te arrepintieras.

-Claro que me arrepiento, no es bueno ir golpeando gente o reaccionando como una bestia por la vida –desarregló su cabello sin mirarme aun- de lo que jamás me arrepiento es de protegerte.

-¿Por qué piensas que debes seguir protegiéndome?

-Eres importante para mí, lo eres sin dudas.

Nuestros ojos se encontraron y vi como se quedaba por unos segundos viendo mis labios, me ponía nerviosa y todas las cosas que tenía para decirle, mágicamente ya no estaban en mi mente.

-Ten esto –dijo mientras sacaba de su bolsillo un llavero y me lo entregaba- se que te gusta la luna y hoy es un día especial para que lo tengas.

Lo tomé entre mis manos y lo examiné, era una media luna de color plata, era preciosa.

-Es muy linda, ¿De dónde la sacaste?

-Estaba en mi habitación, supongo que adornará tus llaves desde ahora.

Nos quedamos en silencio unos minutos, la noche inundaba todo el lugar y hacía ver el perfil de Gabriell perfecto, el aire fresco era lo mejor que mis pulmones habían sentido. Ojala hubiera podido permanecer en ese lugar por siempre.

-Feliz cumpleaños.

Di un salto y volteé de nuevo.

Tomé mi teléfono para ver la hora; 00:05.

-¿Cómo lo sabes?

-¿Cómo no saberlo? –respondió sonriendo.

Luego de decir eso, se levantó y volvió adentro, la sensación que había dejado en mi cuerpo era abrumadora, era como sí el color hubiera vuelto a mi rostro, como si mi alma estuviera de nuevo en su lugar.

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A la mañana siguiente, desayunamos en el hotel y nos pusimos en marcha de nuevo, la noche de ayer había sido maravillosa, Carol y sus palabras sinceras me habían emocionado no tan sólo a mí, sino que a todos.

-¿No estás enojada por pasar tu cumpleaños sobre 4 ruedas? –preguntó Joseph asomándose entre los asientos.

-Para nada, además, ya vamos a llegar a la medialuna y estaremos ahí un buen rato.

-Mamá dijo que te haría una fiesta de todas formas cuando regresáramos.

Sonreí al recordar el obsequio que tía Evaneesce me había dado antes de que me fuera, un lindo brazalete dorado repleto de estrellas. Me llenaba el corazón el hecho de estar rodeada de personas que se preocuparan tanto por mí, mi madre estaría feliz de verme feliz.

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