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El auto de tía Evaneesce se había comportado más amigable conmigo los últimos días, así que en la mañana, luego de comer unas tostadas, había pasado por casa de Carol que vivía más o menos a cinco manzanas del instituto.

-¿Qué rayos? –exclamó Carol atónita cuando estábamos en la entrada de Lumias Green y abría los ojos como platos viendo caminar a Gabriell- no se despegaba de ti, te buscaba en el almuerzo y ahora pasa sin saludarte, ni siquiera hizo un ademán de buenos días –terminó con el ceño fruncido.

-Tal vez no me vio venir...

La tranquilicé, aunque la verdad, estaba tratando de tranquilizarme a mí misma.

-Quizás, pero no es sólo hoy, también lo hizo ayer y antes de ayer –enumeró con los dedos y me miró directo a los ojos- espero que no te hayas ilusionado con este tipo... Gabriell.

-¿A qué te refieres? –pregunté confundida por el término "ilusionado".

-Ya sabes, es amable contigo y te dedica sus sonrisas de –hizo comillas con los dedos- "conquisto a cualquier chica que quiera"

-No me gusta Gabriell –aclaré- por lo menos no de esa "manera" –imité a Carol haciendo las mismas comillas.

-¿Segura?

-Es desagradable, reservado, intimidante... –dije atrapando su imagen en mi mente.

-Y eso te fascina, ¿Verdad?

-¡No!

-Haré como que te creo por ahora –rió y me tomó del brazo, llevándome hacia adentro.

Había estado preocupada y distraída toda la mañana, no por algún examen sorpresa, una tarea no hecha o algún llamado de atención de parte del inspector, sino que por lo desaparecido e indiferente que Gabriell se había comportado conmigo. Desde el viernes se había acercado mucho a mí, en aquella clase de artes, donde intercambiamos opiniones de nuestras pinturas, el lunes y el martes me había buscado en recreos, en el almuerzo e incluso se había sentado conmigo en el laboratorio de Biología provocando que los rumores de nosotros dos se esparcieran por todo el instituto. Pero ya habían pasado tres días, nuevamente era viernes y ni siquiera me había dirigido la palabra.

Llegué al salón y me senté en el último puesto, a mi derecha tomó lugar una chica de cabello ondulado, corto y oscuro, era de tez clara, ojos brillantes y de facciones pequeñas. Me dedicó una sonrisa amistosa y se la devolví.

-Me llamo Lily –susurró.

-Mia –me presenté sin mucho ánimo.

Luego de que ella comenzara a tomar apuntes, me apoyé en la mesa y comencé a recordar. Los párpados me pesaban.

-¿Qué? –preguntó levantando la mirada. Había estado toda la clase durmiendo sobre el mesón.

-¿Qué sobre qué, Gabriell? –reí.

-¿Tengo algo en el rostro?

Pasó varias veces la palma de su mano por boca, ojos, nariz y por supuesto, el cabello.

-¿Deberías tener algo?

-Chistosita –dijo blanqueando los ojos- no me puedes quitar la vista de encima.

-¿Disculpa? –fingí indignación- ¿Así te pones, eh?

-¿Poner cómo?

Apoyó su codo en la mesa y posó su cabeza en la mano con falso interés a lo que yo tenía que decir.

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