-Gabriell, ¿Qué pasa? ¿Estás bien?
-Te llamé... Te llamé tantas veces –respondió casi de forma inaudible.
Busqué mi celular dentro del bolso volteándolo en el piso y dejando todo su contenido esparcido, al iluminarse la pantalla pude ver las 15 llamadas perdidas de Gabriell, un nudo se formó en mi estómago.
-No lo escuché, lo siento –confesé avergonzada y desesperada- dime que sucede, ¿Qué está pasando?, ¿Te han hecho daño?
-Te necesito, yo... -un sollozo se escapó de su garganta y mi cuerpo se hizo débil, tuve que sostenerme de la pared para no caer- por favor, ayúdame.
No hizo falta nada más para hacerme reaccionar. Con las manos temblorosas me quité los zapatos e intenté dejar el teléfono en su lugar, obviamente no resultó y cayó al suelo.
Sin preocuparme de mis pies descalzos o mis brazos desnudos en el frío, emprendí el viaje a su casa, jamás había corrido tan rápido o tan ciegamente, poco me importaba pisar el asfalto y lastimarme, tampoco me importaba entender el por qué de su llamada, lo único que estaba en mi mente eran sus palabras, pidiendo mi ayuda, suplicando por mi ayuda.
Nunca había estado tan asustada de empujar una puerta como en ese momento, estaba abierta y podía ver la tenue luz de la cocina, reuní cuanto valor pude y entré. Miré por todos los rincones buscando a Gabriell pero no parecía estar en el primer piso, así que sin pensarlo dos veces corrí escaleras arriba, a su habitación.
Mis ojos se llenaron de lagrimas y tuve que respirar por la boca para poder lograr que el aire se metiera en mis pulmones, Gabriell estaba sentado en la alfombra cubriéndose el rostro, sus hombros se movían incesantes debido al llanto y su ropa estaba destrozada y sucia al igual que sus nudillos.
-Gabriell –dije mientras llegaba a su lado- ¡Gabriell! –repetí aun más fuerte.
Al segundo llamado, levantó la cabeza revelando las lágrimas que bañaban su rostro, tenía el cabello revuelto y no había brillo en sus ojos. No pude evitar llorar también.
-¿Qué es esto? –pregunté mirando a mi alrededor y dándome cuenta del desastre que había en su habitación, los muebles volcados y objetos quebrados- ¿Quién te hizo daño? Dímelo, por favor.
Sin decir una palabra, rodeó mis hombros con sus brazos y me apretó con fuerza, poniendo su cabeza en mi cuello y presionándose ahí, sentí como comenzaba a llorar de nuevo y traté de calmarlo abrazándolo también pero no daba resultado, necesitaba tranquilizarme para poder ayudarlo, pero al verlo así, tan indefenso, no podía evitar sentirme tan mal como él mismo.
-Gabriell, mírame –pedí tomándolo por los hombros y empujándolo hacia atrás con dificultad- necesito que me digas que pasó.
-Mi padre.
Ahogué un grito.
-¿Tu padre?, ¿dónde está? ¿Él está bien?
Negó con la cabeza aguantando el llanto.
-Mia... -tomó mi mano- mis padres jamás estuvieron aquí, ni ellos ni mi hermano Benjamin, lo estuvieron pero desde hace casi 2 años que no viven aquí.
Tenía miedo, mucho miedo de lo que estaba escuchando, todas las cosas sobre los "problemas de Gabriell" que había oído en el pasado habían cobrado sentido, pero debía preguntar más, era la única manera de ayudarlo.
-¿Por qué se fueron?
-Mi hermano murió –soltó sin preámbulos mientras apoyaba su cabeza en la pared haciendo que las lágrimas cayeran con facilidad- mi padre lo mató.
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Voz favorita
Teen Fiction"Sigue mi voz... Síguela y verás que al final del camino, mirarás hacia atrás y todo lo que parecía oscuro, brilla como la Luna." Mia no esperaba que aquella persona a la cual conoció en Greenwell, cambiara su perspectiva, sus pensamientos, emocione...