Mark se aferró al cuerpo de Jackson.
- No quiero... - le susurró mirándolo. Y solo así él pudo sentir cuanto lo necesitaba. Mark le abrazó la remarcada cintura. – por favor...solo...solo sácame de aquí...y no me dejes...
Jackson le levantó el rostro y sigilosamente besó sus labios en medio de la oscuridad. Con todo lo que había pasado entre los dos en esos minutos se habían olvidado de lo que los rodeaba de pronto. El tiempo había corrido y las cosas habían pasado. Pero ellos dos seguían ahí. Y había una boda, la más esperada, y miles de invitados, miles de invitados que esperaban al protagonista de la noche, pero...¿Dónde estaba?
- ¡Mark! – lo llamó el coordinador de nuevo. Detrás de la puerta.
- Necesito que confíes en mí... - Jackson encerró el rostro de Mark en sus manos. – todo saldrá bien mientras tú estés conmigo. – él volvió a asentir. Esta vez con el corazón en la boca. Solo había una sola persona que lo hacía vivir este tipo de cosas... y ese era Jackson. Este respiró hondo. – ve por tu ropa... - le indicó. él siguió sus órdenes, corrió por una maleta vieja y la abrió de inmediato. Abrió los cajones. Sacó un par de cosas. Más y más. Las metió como pudo. Cuando volteó, Jackson acababa de abrir la puerta de su habitación.
- Por fin ha sali... - el hombrecito calvo se quedó callado, observando estupefacto a Jackson. Entreabrió los labios y abrió los ojos como platos. - ¿Qui...quié...quién es us...usted? – preguntó temblando.
Jackson se volteó para observar que Mark se encontrara ocupado con sus cosas. Entonces así él tendría tiempo para decirle un par de cositas sin importancia a tal hombrecillo.
- Escúchame bien imbécil. – le ordenó. El calvo asintió con rapidez. – si dices una...sola una pequeñísima palabra de todo esto... - lo cargó por los bordes de su camisa, haciendo que sus pies dejaran de tocar el suelo. – te prometo que te acordarás de mí por todo el resto de tu miserable vida.
Mark cargó su maleta, saliendo rápidamente de su habitación, aún en ropa interior, descalzo y con la cazadora de Jackson puesta.
- ¿Me has oído? – le preguntó.
El calvo asintió. Que falta de huevos...
- Bájalo... - le susurró Mark, acariciando sus brazos.
- Vale, vale. – lo soltó. El hombre cayó al suelo. Sus lentes se resquebrajaron, haciendo que perdiera la visión e incluso la noción de todo lo que pasaba a su alrededor. Y cuando pudo retomar la vista y el sentido, de lo único que pudo ser testigo fue del sonido del motor de un auto y el acelerador del mismo.
Comprendió que había sido demasiado tarde. Él se lo había llevado de nuevo.
Un silencio abrumador los separaba. Mark golpeaba el asiento copiloto con sus dedos, mientras Jackson se concentraba en la autopista que se abría a sus ojos.
- Necesito parar. – le dijo él de pronto. Mark lo miró de inmediato. Esperaba en realidad otro tipo de conversación. Algo mejor y más intenso. Tal vez que hablaran de los dos.
- ¿Estás bien? – preguntó, deduciendo que era lo más inteligente que se le había ocurrido preguntarle. Jackson detuvo el auto, estacionándolo en un garaje cerca a una cafetería en medio de la autopista.
- Sí, sí... solo estoy cansado. – admitió él, sobándose los ojos. Había manejado tanto que pensó que se desmayaría en medio del camino.
Y volvieron a quedarse callados. Jackson rompió el hielo por segunda vez.
- ¿Te molesta si nos quedamos a dormir aquí por hoy? – le preguntó. Quiso mirarlo, pero sabía que se distraería con sus bonitos labios, sus ojos, su nariz... y todo lo que le gustaba. Apartó la vista hacia el parabrisas. ¿Cómo es que podían estar tan fríos después de a verse dicho que se amaban?