El dolor de cabeza era cada vez más contundente y horrible. Desde que se había levantado, hacía ya varias horas, no había cesado y eso le estaba sacando de quicio. Evidentemente sabía que él mismo se lo había buscado, pero se esforzaba mucho en ignorar esa parte de su consciencia. Lo estaba consiguiendo a duras penas, porque el corte que cruzaba su mano era un recordatorio constante de su estupidez.
Geoffrey resopló, incómodo, y sujetó las riendas con la otra mano. No recordaba en qué momento de la noche se había cortado, como tampoco recordaba por qué la mitad de las botellas de la despensa estaban medio vacías o rotas en el suelo. Podía hacerse una idea, cierto... pero prefería no hacerlo. A veces, las lagunas que tenía su memoria tenían ciertas ventajas que, a largo plazo, hacía que se sintiera mejor persona.
El camino se hizo más difícil a medida que se acercaba al centro de Londres, por lo que tuvo que reducir considerablemente la marcha. Su caballo, ya mayor, era de tiro y aunque lo usaba para trayectos cortos como aquel, se le veía incómodo y cansado.
Este pobre animal está como yo, pensó Geoffrey y palmeó su cuello, cariñosamente. Viejo, solo y demacrado. Todos le dan la espalda y se empeñan en recordarle mejores tiempos.
—Qué cruel es el tiempo ¿eh, amigo? —susurró suavemente y escudriñó los alrededores de la calle en busca de algún lugar sórdido donde poder comprar más botellas de licor.
En un principio había pensando en pasarse por el puerto, pero había tenido ya tantos problemas por la zona que prefería no acercarse. Las tabernas de las afueras también le estaban vedadas, así que solo podía comprar en mitad de la urbe.
Geoffrey chasqueó la lengua, molesto, y llevó a su caballo a través de las obras que inundaban la calzada. A su alrededor, los viandantes le miraban con curiosidad, atraídos por su levita pasada de moda y por su maltrecho caballo. Y, sin embargo, bastaba una mirada de sus ojos azules para que apartaran la mirada rápidamente y continuaran su camino. A veces, aquellas personas que sí le reconocían y veían en su sombra al barón de Colchester, le mantenían la mirada para después apartarla con repugnancia. Sabía que en situaciones como ésa lo único que podía esperar era que hablaran de él, de los rumores que pululaban por la ciudad desde hacía años e, incluso, que añadieran una nueva versión.
Durante los primeros años intentó contenerlos, callarlos y hundirlos bajo un pesado manto de silencio. El dolor que le provocaba cada palabra, cada susurro en las ventanas, cada sonrisa lastimera... era insoportable, como un castigo en el mismo infierno. Pero a medida que el tiempo pasaba... Geoffrey terminó por aletargarse y por dejar que la ponzoña se extendiera por todo Londres. De todos modos, ¿qué podía hacer un hombre como él contra el peso de toda la sociedad?
Geoffrey sacudió la cabeza y se obligó a apartar esos pensamientos de su mente. Espoleó a su montura y tras cruzar el Támesis, se dedicó a buscar alguna licorería en los alrededores. Sin embargo, al rato de llegar, se vio obligado a detenerse. Una larga fila de carruajes se amontonaban en uno de los cruces y no había manera de pasar. Frustrado, dejó caer la cabeza hacia delante y relajó el peso de los hombros. Como de costumbre, era incapaz de estarse quieto así que se dedicó a observar por el rabillo del ojo a quien tenía a su alrededor: mujeres mayores con las cestas llena de pan, niños que correteaban tras un aro, hombres que fumaban en las esquinas de los establecimientos y, de pronto... ella. Como una visión en medio de la oscuridad, como un rayo en mitad de una tormenta...allí estaba, haciendo que su corazón diera un vuelco y que todo él temblara como un niño asustado.
No quiso pensar y, por primera vez en mucho tiempo, se movió movido por lo que realmente necesitaba. Esa disculpa por su comportamiento, esa... amabilidad en un momento turbio y la satisfacción personal de saber que podía enfrentarla sin miedo y sin tener que retroceder porque el fantasma de Judith apareciera.
![](https://img.wattpad.com/cover/131903791-288-k325676.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Recordando lo imposible (Saga Imposibles II) COMPLETA
Historical FictionAlcohólico, mentiroso, mujeriego, asesino... Geoffrey Stanfford no es, ni de lejos, la compañía que alguien desearía. Pero los que lo conocen saben que no todo lo que se dice, es cierto. Torturado por el recuerdo de alguien a quien no pudo salvar, e...