Capítulo I, parte II

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Emily siguió con la mirada a ambos hombres hasta que cruzaron la puerta. Después sonrió con amabilidad y miró a la mujer que había venido con Marcus. En comparación, era mucho más joven que él pero el brillo enamorado de sus ojos decía que a Rose no le importaba. No era demasiado alta, ni tenía nada que ver con el canon de belleza clásica. Y, sin embargo, parecía feliz pese a sus defectos. Una oleada de simpatía hacia aquella mujer recorrió a Emily, que se giró hacia ella, sonriente.

—Será un placer hablar con usted, milady. Acabo de llegar de Glasgow, y aún no conozco mucha gente.

—Ya la conocerás, Em. —Josephine se acomodó los guantes sobre sus gastadas pero elegantes manos y miró a su hijastra—. De hecho, de eso mismo quería hablarte.

—¿De conocer gente, madre? —preguntó con extrañeza y frunció el ceño durante un brevísimo momento. Sin embargo fue suficiente para que su madrastra se diera cuenta.

—No frunzas el ceño, Emily. —La regañó y puso los ojos en blanco— .¿No te han enseñado nada de modales en Rosewinter?

Emily abrió la boca para contestar, pero un gesto de Josephine la detuvo.

—Da igual, prefiero que no me lo digas.

—¿Rosewinter es la academia a la que ha ido, Emily?—Rose intervino con rapidez y miró a la joven intencionadamente. La mujer vio con satisfacción como ella suspiraba aliviada y como se relajaba notablemente.

—Sí, milady. He estado cuatro años allí, desde que cumplí los trece.

—¿Y por qué tanto tiempo? He de imaginar que un solo año allí debe costar una fortuna —comentó Rose y desvió la mirada de Emily para buscar a sus anfitriones: lord Laine rellenaba su copa de nuevo y su mujer se abanicaba con desgana, a pesar de que no hacía calor en la sala.

—¿Una fortuna? Dos, cada año. Pero mi hija se merece lo mejor. ¿No es así? —Cristopher hizo una mueca a modo de sonrisa y acarició torpemente la mejilla de Emily.

—Mis padres pensaron que una buena dama debe instruirse durante muchos años y que ningún lugar en Londres me ofrecía esa posibilidad —explicó Emily y sonrió con amabilidad. Ni ella misma entendía por qué había tenido que estar tanto tiempo allí, pero no se quejaba. Gracias a ello había encauzado su vida de una manera diferente al de otras jóvenes de su edad—. En Glasgow nos daban todo aquello que necesitábamos.

Rose asintió conforme y apuró su té. Ella misma había deseado que sus padres hubieran sido un poco parecidos a los de Emily para haber contado con esa clase de lujos. No le había ido mal sin ellos, por supuesto, pero era cierto que hubiera agradecido cierta ayuda.

—En Rosewinter hacen verdaderas maravillas —comentó Josephine y dejó el abanico de lado para mirar a Emily—. Es el mejor lugar para que una jovencita se prepare para el matrimonio.

Emily se forzó a sonreír con toda la alegría que era capaz de fingir. La sola idea del matrimonio la aterraba, porque había sido educada para temerlo. Para ella una boda era una limitación a su vida y a su libertad, especialmente si no se casaba por amor. Y, sin embargo, aceptaba estoicamente que tendría que hacerlo. Tarde o temprano vería su vida ligada a la de otra persona, y era mejor ir haciéndose a la idea. Si algo había aprendido en Rosewinter era que el deber estaba por encima de todo. Y su actual deber era obedecer a sus padres...quisiera o no.

—He oído, milady, que se casó no hace mucho.

Rose sonrió ampliamente y asintió.

—El mes que viene hará un año, sí. Por eso yo tampoco conozco mucha gente, porque apenas he salido de casa. —Rió suavemente y obvió las miradas escandalizas de sus anfitriones. Rose estaba acostumbrada a ese tipo de miradas, y con el tiempo se había acostumbrado a destacar en los círculos sociales.

Recordando lo imposible (Saga Imposibles II) COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora