El camino hasta el lago discurrió de manera muy agradable. El sol de invierno, pese a que era tímido, brotó de entre las nubes y calentó a los cinco jinetes que trotaban por entre los pastos verdes.
La propiedad de los Meister era francamente inmensa y desde hacía unos años, la envidia de todo Londres. Era cierto que no estaba en el centro de la ciudad, pero ni a Marcus ni a Rose les importaba. Allí tenían un lugar donde descansar y disfrutar del campo, de la naturaleza. No muchos aristócratas podían decir eso, por mucho jardín trasero que tuvieran sus casas y eso llenaba de orgullo al matrimonio, que habían jurado no mudarse hasta que el parto de Rose les obligara. Ninguno de los dos quería que la joven duquesa diera a luz en mitad de la nada y por eso habían comprado una segunda residencia en mitad de la ciudad.
Emily sonrió al notar que Shyad cabeceaba y trató de tranquilizarle con una suave caricia. Notó la mirada llena de curiosidad de Rose y se giró hacia ella.
—Creo que él también nota que se avecina tormenta —explicó, con su hermoso tono de contralto y desvió la mirada hacia el cielo, que se encapotaba por momentos y llenaba el azul del cielo con retazos grises.
—Si llueve regresaremos a casa, no se preocupe. —Marcus se acercó al trote y sonrió levemente—. Espero que no le de miedo la lluvia, milady.
En ese momento, atraído por la conversación, Geoffrey acercó su caballo al de ellos y se inclinó un poco para escuchar mejor.
—¿Vamos al lago, Marcus? No creo que sea buena idea con este tiempo. —Se aventuró a aconsejar y miró también hacia arriba, preocupado.
—Nuestros anfitriones no están de acuerdo, milord, así que, efectivamente, tendremos que ir donde ellos quieran —contestó Emily con dulzura y durante un momento, dejó que su mirada se perdiera en la contemplación del barón.
Se notaba que era mayor que ella pero estaba casi segura de que no lo era por muchos años. Se le veía joven a pesar de sus ojeras o de la continua tristeza en el fondo de sus ojos azules. Incluso su manera de hablar decía más de lo que él creía y abría en ella una puerta a la curiosidad. Era cierto que esa sensación llevaba con ella desde el mismo día en el que le conoció pero conforme pasaban los minutos ese sentimiento tan inusual en su interior, crecía y la instaba a hacer más preguntas.
—No se deje llevar por sus locuras, milady. Están locos de atar. —Geoffrey sonrió brevemente, sin apenas mirarla y redujo la velocidad de su montura hasta quedar a su altura.
—Una de mis mejores amigas opina que la locura, a veces, es una virtud —contestó ella y le devolvió la sonrisa, aunque la suya estaba llena de timidez y recato.
Valentía... yo ya no sé qué es eso, pensó él con amargura y recordó aquellos momentos en su vida en los que se había portado como un cobarde. Eran tantos y tan variados que notó cómo se le revolvía el estómago.
—Su amiga... es inteligente. —Empezó, lentamente y pareció reflexionar durante unos segundos—. Pero dígale de mi parte que la valentía no es nada sin un poco de imprudencia.
—No lo pongo en duda, milord. En mi opinión, todo en su justa medida es saludable ¿no cree?
—Por supuesto —corroboró él rápidamente, aunque su gesto se iba oscureciendo con cada palabra que brotaba de sus labios—. Pero es muy difícil encontrarle la justa medida a algo. Yo, por ejemplo, no sé hacerlo. —Continuó de manera tensa, aunque obvió los detalles escabrosos. No tenía intención de enseñarle sus defectos de esa manera y más teniendo en cuenta que ella no había oído hablar de él.
![](https://img.wattpad.com/cover/131903791-288-k325676.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Recordando lo imposible (Saga Imposibles II) COMPLETA
Ficción históricaAlcohólico, mentiroso, mujeriego, asesino... Geoffrey Stanfford no es, ni de lejos, la compañía que alguien desearía. Pero los que lo conocen saben que no todo lo que se dice, es cierto. Torturado por el recuerdo de alguien a quien no pudo salvar, e...