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 El tiempo transcurrió sin que yo lo notara

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 El tiempo transcurrió sin que yo lo notara. De repente hubo unas vacaciones en el colegio, pero no duraron mucho porque ya habían terminado antes de que lo supiera, según Pat no habían sido tan cortas, pero qué podía saber yo. Pat se había ausentado por un mes porque se había ido de viaje con sus padres.

—Sólo un mes —había prometido—. Y regresaré ¿Sí?

Él se había mostrado más dolido que yo al marcharse, no sabía cuánto era un mes, pero lo tranquilicé afirmándole que no me molestaba. Usé el tiempo para renovar mi manual y editarlo porque:

Regla número quince: No existen vacaciones en esto de morirse, es para siempre.

Pero sí esperé a Pat en la puerta del cementerio todas las veces que salió el sol hasta que apareció. Cuando llegó me contó todo lo que había preparado su madre para que fuera un gran año. Le pregunté a qué se refería y me lo contó.

Era el último año de secundaria, de Pat y Alicia, se graduarían y luego seguirían con sus vidas y si yo estuviera vivo también lo haría. Pero no podría porque ya no iba al colegio y jamás tendría una fiesta ni un diploma o una ceremonia.

Pasé muchas lunas pensando en ello, en lo que nunca tendría. Eddie trató de animarme y aumentó sus dosis de clases de matemáticas, pero no eran lo mismo.

—Son clases universitarias —decía cada vez antes de empezar—. Eso significa que te les adelantaste a tus amigos, ya eres todo un universitario ¡Y con sólo quince!

—Sí... creo que sí...

—¿Estás bien, Clay?

—Sí, solo me distraje.

—¿En qué pensabas? —preguntó con una tonada lenta en la voz, como un analista.

—En colores. 

Los colores del chico invisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora