—Mindy Dindy —susurré recordando que así la llamaba cuando ella era una bola rosada y llorosa, con pliegues en la papada.
Sonreí, nunca había sido muy original con los nombres y además la M.D albina se parecía mucho a la Mindy Dindy que estaba de vacaciones. Tal vez sin intención la había nombrado así a la M.D vecina porque extrañaba a la Mindy original. Me sentí extraño conmigo mismo como acabara de reconocer a alguien en una multitud de desconocidos, pero no tuve tiempo de lamentarme de mí mismo porque continuaron hablando.
—¿Cómo está ella? —inquirió Pat.
—Pues igual que yo, pero se recuperará, es fuerte, no necesita a nadie para hacerlo. Puede levantarse sola, ahora espero que se divierta y sonría un poco con sus amigas, se despeje de todo lo negativo. Mira, Pat, sé que prometiste que me ayudarías, pero estoy bien, sólo necesito tiempo para mejorar y aunque quiera derrumbarme a pedazos jamás lo haré porque todavía tengo una hija. Así que seguiré porque él lo querría y porque ella lo necesita.
Ambos guardaron silencio.
—Espero que hayas podido cumplir con tu promesa, Patricio —dijo mi mamá poniéndose de pie a modo de despedida.
—Sí, lo hice.
ESTÁS LEYENDO
Los colores del chico invisible
Roman pour Adolescents🔸Historia de capítulos cortos🔸 Clay tenía todo lo que un adolescente de quince años podía soñar: una familia encantadora, una novia que era su mejor amiga, buen promedio, desempeño físico y un futuro por delante. Pero el mundo le tenía guardado u...