Llegamos hasta uno de los vestuarios, y por las pintas que tenía, debía de ser el de chicos. Todo estaba desordenado, bolsas tiradas por el suelo, al igual que la ropa y las zapatillas, y para colmo, olía fatal. Cuando paramos, a duras penas podía respirar y me apoyé sobre una taquilla. Collin me miraba muy enfadado, por un momento sentí miedo. Se acercó a mí y me cogió de los hombros. Instintivamente cerré los ojos.
-¿Pero tú estás loca? –preguntó mientras agitaba mis hombros- ¡¿Cómo se te ocurre tirar a Matt Sanders a la fuente?!
-Suéltame, me vas a hacer daño –dije escurriéndome de sus manos- Quería que me desnudara y me tirase a esa fuente asquerosa, y de hecho, me ha tirado, por si no lo has visto. Ha recibido lo que merecía.
-Te ha dicho que te podías tirar con ropa. Además, es una tradición, los novatos tienen que hacerlo. Pero tú, siempre tan orgullosa, has tenido que lanzar al chico más grande que has encontrado contigo… -respondió pasándose las manos por el pelo- Eres una maldita cabezota.
-Pues sí, lo soy. Me da igual quien sea ese Matt, no pienso tenerle miedo ni dejar que haga conmigo lo que quiera.
-Ahora va a ir a por ti, le has dejado en ridículo delante de todos.
-No me da miedo –se produjo un silencio durante un minuto- Dame una toalla, quiero ducharme y quitarme estas cosas asquerosas del pelo.
-Mm… De acuerdo, déjame sacarla de mi taquilla –dijo mientras se dirigía a ella y comenzaba a rebuscar- Toma, y date prisa, no creo que tarden en volver, seguramente nos estarán buscando.
Cogí la toalla y me dirigí a las duchas, que realmente no eran duchas, era una sola ducha, con muchos grifos pero ninguna separación entre ellas. No había cortinas, ni puertas, ni nada. Solo una pared que se podía rodear con facilidad me separaba de Collin. Dudé por un momento en ducharme, conociéndolo.
-¿Collin? –pregunté desde el otro lado.
-Dime –respondió él, notablemente cercano a la pared.
-Como te asomes, te mato.
Oí su risa al otro lado del muro. Comencé a desvestirme y tiré toda la ropa al suelo. Intenté enjuagarla, pero era obvio que no iba a poder ponerme esa ropa otra vez. Me lavé el pelo como pude y conseguí deshacerme de las algas. Al terminar, me enrollé en la toalla y salí a donde estaba Collin.
-¿De verdad no tenías una toalla más grande? –pregunté intentando cubrirme, ya que la toalla a penas me tapaba todo lo que había que tapar.
-Nunca lo sabrás –se rio él-
-Eres idiota. Necesito ropa, la mía está sucia y empapada. Y un peine.
-Exiges demasiadas cosas. Debería echarte a fuera estando así, seguro que Sanders me lo agradecería. Bueno, Sanders, y todos los hombres del campus.
-Venga, date prisa, por favor, empieza a oírse ruido fuera –le miré suplicante, temiendo que llegasen los dueños de las bolsas.
-Toma –comenzó a lanzarme la ropa.
Yo, instintivamente, solté la toalla para coger las prendas que me lanzaba. Pero me di cuenta justo a tiempo de que la toalla comenzaba a resbalar, y me la sujeté, después de dedicarle una mirada de odio.
-Maldición, casi funciona.
-No tienes tanta suerte –dije volviendo a dentro de la ducha para cambiarme- ¿Unos bóxers?
-Como es lógico, no tengo ropa interior femenina. Tendrás que conformarte con eso. Tranquila, están limpios.
Suspiré resignada. No me quedaba otra opción que ponérmelos. También me puse unas bermudas de hacer deporte que me llegaban por la rodilla y una camiseta de tirantes azul, que me estaba como un saco, así que me hice un nudo para arreglarlo un poco. No tenía sujetador, pero por suerte, la camiseta no era blanca.