10. Verdadera identidad

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EZRA VEIDER

Era la una de la madrugada, la cena con los padres y amigos de Dominique Glensson terminó hace mucho; sin embargo, no podía conciliar el sueño mientras pensaba en la mirada que ella me dedicó al recitar una pregunta que no había oído antes: "¿Amigos?".

Era la primera vez en la que alguien externo a mis hermanos demostraba interés genuino en establecer una relación diferente a la laboral, así que era inevitable dar vueltas sobre el mismo lugar mientras el recuerdo de ella con aquel vestido azul tornasolado invadía mi mente. Se sentía incorrecto, pero no podía controlar las imágenes en mi mente de ella sonriendo mientras conversaba con Cassandra Hunt en un ambiente distinto a Hampton, se veía cómoda, confiada, pero sobre todo hermosa.

"¿Llegaste bien a casa?", fue la pregunta escrita en el último mensaje de Dominique, quien pensé no volvería a escribir hasta que necesitara algo de mí. Fue enviado hace más de media hora, pero recién en ese momento consideré prudente responder.

"Descanse bien", escribí sin darle muchas vueltas.

Abandoné la comodidad de la cama después de eso, consciente de que no iba a conciliar el sueño permaneciendo en la misma posición y me coloqué un buzo gris para abrigarme del frío. Cogí los audífonos, junto al móvil, y salí del departamento para meditar. Me subí al auto agotado de repetir siempre la misma rutina y manejé en dirección al río Han, estacioné frente a él y apagué los motores para que la corriente de agua fuera lo único capaz de escuchar mientras observaba el panorama desde el auto.

No había bulla cuando el móvil vibró.

"¿Vendrás a la ceremonia de mamá más tarde?", escribió Sebastián Veider. Era tarde, pero aún así respondí y le dije que pasaría por él para recogerlo. Luego bloqueé el teléfono y lo silencié.

La compañía de Glensson de alguna manera había ocupado mis pensamientos hasta el punto de amortiguar en gran medida el dolor de la ausencia de Galia Betancourt, mi madre; sin embargo, ahora que estaba en el lugar favorito de ella, era inevitable viajar en el tiempo y desenterrar recuerdos que aún me lastimaban pese a que pasaron catorce años desde la última vez que la vi.

"No puedes culparte", susurró una voz en mi cabeza y me puse los audífonos con el volumen tan alto que no pude escuchar más que el eco de cada beat. Sostuve el timón a ambos lados y presioné hasta sentir adormecidas las manos por la poca sangre que llegaba a la zona. Evidentemente era culpa mía porque abandoné a mamá cuando más necesitaba de mi compañía, pero no estaba solo en esto.

Bans Veider abusó del poder que tenía sobre un adolescente de dieciséis años, me manipuló haciéndome creer que la única salida para conservar a la familia junta era abandonar la ciudad que me vio crecer y aceptar la beca universitaria en Fortland. Usó todas las herramientas que tenía bajo la manga y ocultó la única verdad por la que me habría opuesto a cada una de sus amenazas: la enfermedad de mamá. Sin embargo, aunque desearía fervientemente que la culpa terminara en ese punto, no podía lavarme las manos porque, incluso si Band Veider fue quien me expulsó de Cleveland, fui yo quien le dio la espalda a mamá y las últimas palabras que usé con ella reposaban sobre mi corazón como una corona de espinas.

—Merezco esto —susurré observando las ondas de agua.

Le debía mi vida a Galia y cada sacrificio que hacía para cumplir con las promesas hechas ante la tumba de ella era justificado. Incluso si necesitaba arriesgar mi felicidad o bienestar, lo haría en nombre de ella y esa era la principal razón por la que no me había rendido hasta ahora.

Tres golpes bastaron para notar la figura delgada de una mujer junto al auto. Fruncí el ceño, entonces la vi rodear el auto para detenerse junto a la puerta del copiloto. Estaba confundido, pero sobre todo preocupado por verla tan tranquila en aquel lugar cuando no era seguro para ella, así que quité el seguro sin dudarlo y subió sin mencionar palabra alguna para luego inclinar el asiento con total confianza.

Las cadenas que nos unen ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora