20. De regreso a la realidad

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EZRA VEIDER

La vi sonreír nerviosa después de haberme apartado y tomé su mano, deseando poder quedar en esa posición el tiempo necesario para no olvidar esa noche; sin embargo, apenas deposité un beso sobre su frente, el chirrido de ruedas sobre el suelo quebró el aura de tranquilidad alrededor de nosotros. Miré el reloj: eran las once y media de la noche, entonces sentí una sensación fría y cruda rodeándonos. Me puse de pie alerta y, al mirar detrás de nosotros, vi dos camionetas negras acercándose al estacionamiento vacío.

—No importa qué digan, quédese detrás de mí —le susurré y tomé su mano.

Dominique opuso resistencia por un microsegundo, pero comprendió que esto no era una broma cuando ninguna sonrisa se asomó en mi rostro, entonces su expresión se tornó ansiosa y preocupada. Quería decirle que todo estaría bien, que habría tiempo para hablar sobre un posible "nosotros", pero era consciente de que ahora todo estaba en mi contra.

—¿Hará lo que diga? —añadí preocupado.

Era consciente de su carácter, así que sentí temor de que su valentía la metiera en problemas. —¿Dominique?

Me habría gustado tener más tiempo para explicarle lo que estaba por suceder, pero apenas oí el freno en seco de ambos autos y las puertas abriéndose, me conformé con verla asentir en silencio, entonces me coloqué delante de ella y bloqueé su visión del resto. Dominique no necesitaba estar expuesta ante quienes venían por mí.

Tres guardaespaldas descendieron del primer auto y caminaron en mi dirección; el segundo auto, que era el mío y que dejé estacionado frente a la mansión Veider no dio señales de vida en su interior. Resoplé y me mantuve sereno y sin dudas cuando el guardaespaldas más antiguo de la familia se posicionó a dos metros de mi posición. Lucía serio y decepcionado.

—Su padre espera por usted en casa —indicó en un tono de voz neutro.

Él miró sobre mis hombros para confirmar la presencia de Dominique detrás de mí y su expresión se volvió más tétrica. Él era fiel a las órdenes de Bans Veider, así que supuse que conocía respecto al trato que hicimos hace unas semanas y que por eso su mirada destelló al reconocer a la figura oculta tras de mí.

Me erguí sobre mi posición para bloquear su visión de ella. —¿Cómo nos encontraron?

—El móvil... —habló el tipo más alto detrás de él. Resoplé, estaba decepcionado por no haber sospechado desde un principio que el teléfono que Bans me dio tenía encendido el GPS, así que me resigné a ser atrapado por su personal—. El señor Veider estará decepcionado al confirmar que rompió el acuerdo que tenían, señor Ezra.

Asentí, consciente de que era cierto.

—Las advertencias del señor Veider nunca son un juego —habló el hombre viejo delante de mí. Él era el menos contento con la idea de mi traición cuando extendió un fólder manila color hueso en mi dirección. Tomé el documento sin demora—, así que tiene tiempo para revisar las cláusulas mientras regresamos a su casa.

Él dio un paso al costado para observar a mi compañera, quien tenía el ceño fruncido. —Usted también vendrá con nosotros —ordenó de mala gana.

Negué de inmediato. No quería a Glensson cerca de Bans por ningún motivo. —Iré con ustedes a donde quieran, pero luego de dejar a la señorita Dominique en casa, donde estará segura, así que deme las llaves de la camioneta antes de que las tome por cuenta propia.

Di un paso al costado para bloquear su camino cuando intentó acercarse a Dominique, quien se mantenía en silencio dado a mi petición. El guardaespaldas más antiguo y avezado endureció sus expresiones como reproche por mi actitud; sin embargo, no bajé la guardia ni siquiera cuando los otros dos hombres nos rodearon para evitar cualquier plan de huída. Inhalé hondo poniéndome cara a cara con el tipo que estaba dispuesto a arrebatarme de los brazos a mi compañera. No quería pelear, no era ese el punto de mi necedad, solo quería espacio y tiempo para asegurarme de que Dominique estaría a salvo para cuando tuviera que alejarme e ir al encuentro de Bans Veider.

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⏰ Última actualización: Sep 09, 2023 ⏰

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