13. Jared Carter

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DOMINIQUE GLENSSON

Durante la mañana no pudimos conversar, quizás porque los quehaceres en el campamento nos enviaban a destinos opuestos; sin embargo, estaba preocupada por él. Se veía más callado que antes, incluso distante y no sabía con certeza si era porque se arrepentía de haberme contado sobre su madre anoche. "Tal vez exageras", susurró mi subconsciente. Decidí creer eso y continué recogiendo leña seca para la fogata de la noche para distraerme y me alejé poco a poco del camino. No esperaba que él me siguiera y no pasó, así que me detuve metros más allá donde nadie me veía para descansar recostada sobre un viejo árbol.

"¿Cómo les va a los futuros esposos?", decía el mensaje de Hunt que respondí en la mañana. Evité mencionarle sobre el cambio de humor de mi compañero para no preocuparla ni crear teorías en torno a Ezra Veider. Quería darle espacio y tiempo si era eso lo que necesitaba.

—... Saldrán en grupos a pescar, ¿te animas? —dijo un chico que había visto el día anterior. Negué.

Era apenas un poco más alto que yo, pero aun así sus facciones andróginas me resultaron familiares. Fruncí el ceño y este no se acercó, aunque sí dejó el montón de leña que había conseguido de su paseo sobre el suelo. Tuve un mal presentimiento cuando dio un paso en mi dirección.

—Te veías muy asustada anoche —indicó y me puse de pie—. Dominique, ¿cierto?

No me gustaba conversar con extraños, menos cuando estos trataban de abordar un tema delicado como si fuera un asunto de interés público, así que cogí las ramas secas para acomodarlas sobre mis brazos. Pensé que esa señal bastaría para alejarlo, pero este interpretó lo contrario y decidió ayudarme con mi cargamento. Retrocedí un paso cuando se paró frente a mí. Él no se apartó y continuó depositando las ramas secas entre mis brazos.

—Puedo hacerlo sola, gracias

Él sonrió, pero no se detuvo. —Deja que te ayude.

Me habría gustado tener las manos libres cuando ignoró mi petición, quizás así lo habría apartado cuando quise dar un paso al costado y bloqueó mi camino. Iba a preguntarle quién era y por qué tenía repentino interés en mí, pero entonces oímos pasos acercándose y ambos giramos en dirección al nuevo acompañante.

Sentí alivio cuando Ezra se asomó tras la figura del extraño. —Regresa con el resto, me encargaré de levantar lo que te falta —ordenó mirando serio al compañero frente a mí. Asentí.

No quería que iniciara una discusión ni pretendía incomodar a Veider, así que no opuse resistencia y salí en dirección al campamento, donde mis padres estaban subiendo el equipo de pesca. Fui directo con ellos porque me incomodaba la idea de estar sola y, cuando les dije que no iría a pescar no mostraron oposición. Nadie quería que el incidente de anoche se repitiera.

—¿Vas a quedarte sola? —preguntó mamá. Ya casi iban a zarpar.

Asentí, no me preocupaba estar merodeando alrededor mientras el resto regresaba; sin embargo, cuando iba a pedirle que no se preocupara, un chico alto de cabello negro y mirada azul cielo se paró junto a mí. —Me quedaré con ella si eso le hace sentir más cómoda.

La mirada de mamá destelló y di media vuelta para regresar a las carpas.

Al inicio pensé en tomar una siesta para recomponerme dado a que me acosté tarde; sin embargo, como el clima estaba cálido, preferí quedarme sentada en el banco de madera que Ezra y yo compartimos en la madrugada. Él, por otro lado, fue directo del muelle a su tienda. Claramente no quería conversar conmigo más de lo debido, no lo juzgué.

Estuve una hora observando el bote marchar, además de la naturaleza, y me paré frente a la fogata cuando me cansé de estar quieta. Eran las cinco y media de la tarde, pronto comenzaría a oscurecer, así que reuní las leñas secas que dejé cerca y las apilé para formar una pirámide que pudiera prender. No era experta en los campamentos, pero tenía conocimientos básicos de cuando era parte de los boy scouts, así que puse en práctica las viejas lecciones para lograr que la rama más pequeña se encendiera y generé un torbellino de aire para que la llama abrazara poco a poco los troncos más pesados y anchos. No era tarea fácil, pero logré mi cometido unos quince minutos después de luchar constantemente con cada material.

Las cadenas que nos unen ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora