11. Lago Forhead

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EZRA VEIDER

Miré a través de la ventana del auto los árboles quietos mientras las llantas aceleraban. No quería estar en este lugar, así como no quería relacionarme otra vez con algún integrante de esa familia, pero por decisión de Bans Veider me encontraba de camino al Lago Forhead luego de que los padres de Dominique extendieran su invitación para acampar a mi familia, invitación que me aseguré no llegara a los oídos del resto de integrantes en ningún momento.

—... Estás muy callado desde la cena que tuvimos en casa —susurró Dominique junto a mí—. ¿Me dirás por qué postergaste este viaje dos semanas? ¿Y por qué no me hablas?

No la miré, simplemente la ignoré aunque a sus padres aquello no les resultara correcto.

No era mi intención faltarles el respeto o arruinar su viaje, pero una parte de mí se negaba a enfrentarla directamente porque estaba en falta luego de haber descubierto una verdad importante que no podía revelar sin perjudicar a mi hermano antes o sin admitir que había espiado a la mujer que tenía a mi lado.

Suspiré, deseando haber traído mi auto para viajar solo envés de estar acompañado de todos los Glensson. —Tu nivel de seriedad me sorprende e incomoda —confesó finalmente.

—¿Falta mucho para llegar? —la señora Glensson negó cuando pregunté

—Un par de minutos más, luego de eso inicia la caminata.

Asentí conforme con la información y los padres de Glensson continuaron su conversación.

El silencio en la parte trasera de la camioneta envolvió el pequeño ambiente y me sentí más cómodo callado que tratando de fingir una conversación amena con la mujer que Sebastián amaba. Suspiré. Vi otra vez por la ventana, tal como lo estuve haciendo durante las últimas dos horas de viaje, y observé un camino empedrado abriéndose por el lado derecho del auto. Ya no había asfalto ni señales de tránsito en ese lado, solo había un cartel de bienvenida.

La señora Glensson aplaudió emocionada.

Apenas nos estacionamos, bajé del auto y el resto de integrantes del viaje hizo lo mismo. Quería continuar de largo haciendo caso omiso al resto de la gente, pero envés de eso caminé hacia el maletero y tomé la mochila más pesada para colocarlo sobre mis hombros. El señor Glensson cogió la otra maleta más pesada y le entregó las bolsas de comida a las dos mujeres. Esperé un minuto y, cuando las tres personas junto a mí tuvieron su equipaje listo, aceleré el paso.

No era la primera vez que venía a Forhead, lo hice a menudo cuando mamá vivía, pero los recuerdos de aquella época no eran claros, así que no tomé la delantera por mucho, solo unos metros más. No estaba acostumbrado a hacer trekking, pero Dominique no lucía mejor que yo cuando miré sobre mis hombros, así que enlentecí mis pasos. Estaba tan cerca que podía ver y oír a los Glensson.

—¿Es por aquí? —murmuró Glensson mientras pateaba las piedras.

Su madre la observó incrédula, como si aquella pregunta fuera absurda viniendo de su hija, y al mirar a Dominique esta sonrió preocupada. —¿Tiene algo de malo preguntar? Quizás no sea la única que no recuerda el camino —finalizó. Claramente ella se refería a mí.

La señora Glensson miró en mi dirección dado a que era yo a quien veía su hija y sonrió. —Nos esperan dos horas de caminata a través del sendero y luego quince minutos hacia el campamento. Allá nos espera un grupo más grande.

Asentí silenciosamente y miré el camino que faltaba.

Eran dos horas de trayecto en las cuales toda clase de pensamientos podían surgir, así que sentí alivio de que ni Isaac ni Sebastián hubieran recibido la invitación. de lo contrario muchos secretos habrían sido revelados en menos tiempo del que me costó ocultarlos.

Las cadenas que nos unen ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora