Capítulo 24

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Relees el acertijo. Solo puedes llegar a la conclusión de que son demasiados patos y todos muy desorganizados.

Miras las opciones con resignación. Aplicando la lógica todas pueden ser posibles.

Cuentas los patos del acertijo. Son nueve. Parecería correcto elegir la opción B, que es la que contiene esa respuesta.

Tienes dudas de si hacerlo o no, pero por otro lado aseguras que esa tiene que ser la correcta.

Volteas la hoja y lo escribes con seguridad. Por poco se te escapa una sonrisa. Confías que estás en lo correcto.

Se lo enseñas a la cámara. Los segundos suceden y nada ocurre. Al parecer pasaste la prueba.

Te pones feliz por haberlo logrado.

Aunque tu felicidad es efímera. Las luces se apagan. Fallaste.

Tragas saliva en medio de la oscuridad y frunces el ceño. Sabes que esto pasa por el exceso de confianza.

Las luces recobran su brillo y la maldita pantalla está prendida. Marcos está amarrado a una silla de madera. Su mirada transmite tristeza y miedo. Te siente más culpable que antes. Lo mereces. Mereces lo que sientes. Mereces lo peor.

Detrás de él, un hombre cubre su rostro con una máscara de pato mientras que el resto de su cuerpo está vestido de negro. En su mano izquierda sostiene un bidón rojo.

Le susurra algo a Marcos al oído, pero este permanece inmóvil, inmutable. Es como si hubiera aceptado su destino.

El pato, como decidiste llamarlo producto de los nervios, vuelca el contenido del bidón sobre tu compañero de cuarto. Él permanece petrificado.

El enmascarado te señala a la vez que prende un fósforo. Sin pensarlo dos veces y mientras que se aleja, se lo arroja a Marcos.

Tu compañero, sin opción de escapar, comienza a quemarse vivo. 

Primero su cabello. Luego su cuerpo entero. Todo envuelto en llamas. Puedes ver como su fino rostro se desfigura. Su piel se marchita. El fuego se aviva cada vez más.

La pantalla se congela para cuando su cuerpo ya ni erguido permanece.

Quieres ocupar su lugar. Si tan solo no te hubiera superado la soberbia quizás Marcos no hubiese tenido ese desenlace. Te lamentas como nunca antes lo hiciste.

Sabes lo que sucederá ahora. Con eso sí no te equivocas. El altavoz suena de nuevo: puedes abrir la siguiente carta.

Ve al capítulo 40.

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