Capítulo 25

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Te desplomas en el sillón, exhausto/a. Sientes como si acabaras de venir de un triatlón e hiciste tu récord de tiempo: no puedes más, pero estás feliz y orgulloso/a de haber cumplido el objetivo.

Claro, esto es solo una metáfora. En este caso había vidas en juego, y hasta ahora, las salvaste todas.

Ves a tus cinco compañeros y sientes que los conoces desde hace mucho tiempo, como si de una conexión especial se tratara.

De un momento a otro, comienzan a aplaudirte al unísono, al mismo tiempo que vienen a darte un abrazo. Se ciernen en un abrazo grupal muy reconfortante.

—Eres genial. Nos salvaste a los tres, estaremos eternamente agradecidos —te dijo Juan. Nélida y Marcos asintieron con la cabeza.

—Solamente espero que no te equivoques conmigo. Mi esposa, mis hijos. Ellos necesitan a su padre —agrega Tomás, y recuerdas que el sufrimiento volverá mañana.  

Te dan ganas de preguntar por sus cartas pero sabes bien que no puedes cometer ese error. Todo tu esfuerzo por resolver los acertijos podría irse a la basura y probablemente acaben con tu vida. Prefieres jugar seguro.

Todos se sientan en la mesa de comedor, felices de que por ahora estén bien, y comienzan a arrasar el banquete que les dejaron preparado. Tú inclusive, que estabas muerto/a de hambre.

Comparten una cena maravillosa. Todos cuentan anécdotas de vida y al parecer nadie recordaba que en realidad están secuestrados.

Por un momento piensas en lo raro de todo lo que sucedió hasta ahora, y que no deberías confiar ni siquiera en tus compañeros. Lamentablemente, no puedes evitarlo. Ya les tomaste cariño.

Terminan por dormirse todos. Tú solo lo lograste por un par de horas, puesto que tu cabeza estaba metida en los acertijos de mañana. Debías salvar a Julieta y Tomás.

Te despierta la voz del parlante, ordenándote que abras el cuarto sobre.

Ve al capítulo 45.

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