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Abrí mis ojos y estaba solo. Era de día, presumiblemente tarde, una bandeja de comida descansaba en el mueble al lado de mi cama. Tres panqueques habían sido apilados en el plato, el vaso con leche sudaba y la taza de té había dejado de humear.

Sentía mi cuerpo pesado, los recuerdos de la tarde rompieron mi cabeza, un fuerte dolor en ella me desestabilizo. Me removí incomodo entre las sabanas. Empecé a llorar de nuevo, no quería saber de nadie, no iba a salir de esta bendita cama por lo que me quedara de vida.

— ¿Señor Jung?— escuche una voz desde afuera de la puerta—. ¿Se ha despertado?

No conteste, era grosero de mi parte ser así con la viejecilla. Pero mi estado de ánimo estaba por los suelos, y seguramente mi aspecto no debía ser mejor.

Escuche la puerta abrirse y cerrarse segundos después. Sus suaves pasos hacían eco por toda la habitación.

— Debe comer señor Jung. Es tarde y no le hará bien permanecer en ayuno tantas horas.

— No tengo apetito.

— Aún si no lo tiene, debe comer algo. No castigue a su cuerpo—. escuchaba su voz mucho más cerca de mí, quería gritarle que se fuera y me dejara solo, pero ella no tenía la culpa—. Así no es usted, sé que tiene derecho a estar triste, pero no se deje vencer por ello. Usted es muy valioso para dejarse caer por alguien como el señor Min.

— ¿Y qué sugiere que haga entonces?— mi voz salió rasposa de mi garganta.

— Salir y hacer algo mucho más provechoso con su vida—. me senté rápidamente en la cama ¿En verdad creía que eso era algo fácil? A ella no la habían dejado por su amigo de hace años. Dispuesto a encararla me encontré con la mujer alzando sus brazos al cielo y con una sonrisa amplia en su rostro. Rei por lo bajo.

— No es tan sencillo—. dije apenado. Ella me extendió la charola con comida.

— Por supuesto que no lo es—. tomé la charola con ambas manos y la coloque en mi regazo—. Pero es más digno que quedarse llorando en la cama por todo un hermoso fin de semana. Culpa de alguien que no vale la pena.

Me sonroje ligeramente por la vergüenza, ella encogió los hombros.

— ¿Cree que él no vale la pena?

— ¿Y usted lo cree?— me quede callado—. Si quiere mi opinión. No, no merece la pena. Mire no es algo que pueda hacer fácilmente o rápido. Un corazón tarda en sanar, pero no es imposible, ya vera. Salga y disfrute de su vida. Romances vienen y van, su futuro debe estar allá afuera esperándolo. Se enfrentara a los problemas cuando se sienta seguro, mientras, puede mantener la cabeza fría y pensar en sí mismo. Todo resultara bien.

— Gracias.

— No hay que agradecer, solo soy una vieja que no puede cerrar su boca—. sonrió y una suave risa salió de sus delgados labios.

— Aun así, gracias.

Me transmitía una tranquilidad abrumadora con solo tenerla a mi lado, a veces YoonGi hacia bien su trabajo y contrataba a buena gente. Comencé a comer el desayuno que me habían traído. Ella no se despegó de mí hasta que no termine con cada bocado. Era cálida y familiar. Me recordaba a mi madre.

Se fue apenas le entregue la bandeja de comida vacía.

Yo realmente no deseaba salir de mi cama, pero no podía simplemente quedarme a auto compadecerme.

Dolía como los mil demonios. Me habían destrozado el alma, estaba completamente solo, no confiaba en YoonGi y ahora tampoco en mi mejor amigo. De nuevo YoonGi me había arrebatado algo preciado, y eso era lo último que iba a dejar que me quitara.

Exclusivo  -  [2Seok]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora