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— ¡Vamos puta, fuera de aquí!— la puerta de la lúgubre y mal oliente habitación se abrió, dando paso al mismo hombre que se había encargado de mi cuidado durante lo que creía, era más de una semana.

Levante mi vista hacia su dirección, el tipo mantenía su pose de matón mientras dirigía sus dedos al cigarro en su boca. Una mueca adorno mi rostro ¿Cómo demonios pretendía él que me iba a ir por la puerta principal en la posición en la que me tenía? Estaba atado de pies y manos, muy difícilmente podía moverme y el hombre frente a mi ordenaba con que saliera. Tenía que tener un buen humor de cojones.

— ¡¿Aparte de maricón eres sordo?! ¡Dije que salieras!— ignore su insulto, venia acostumbrándome a su poco vocabulario, no gastaría más saliva de la necesaria en ese aspirante a macho.

— ¿Cómo pretendes que salga, genio? Estoy atado. Desátame y todos contentos, venga que lo maricón no te lo voy a pegar.

El tipo tiro su cigarro y salto ante mi provocación, me levanto de la silla en la que me encontraba y arrugo un poco más el cuello de mi camisa. Podía ver como sus fosas nasales aleteaban por la rabia contenida. Resultaba ser más fácil de provocar de lo que pensaba. No oculte mi sonrisa, era bastante divertido ver como él pensaba que eso me haría temblar.

— Te voy a desatar muñequita, pero antes voy a borrar esa sonrisa de tu cara—. Amenazó.

— Gracias por decirme que soy bello, quizá si me equivoque, te pegue lo maricón.

Un tic apareció en su ojo izquierdo, reprimí la risa que escalaba por mi garganta. El hombre entonces me tiro al suelo, sentí los golpes que me propinaba por todo el rostro y el tórax. Tendría que maquillar los moretones. Él quería verme gritar, llorar o pedir piedad, eso era algo que por supuesto no iba a obtener de mí.

Dolía, dolía bastante, pero el tipo era un cobarde, atacándome cuando no podía defenderme. Comenzó a patearme, sentí un dolor bastante horrible cuando golpeo con mucha fuerza en la boca de mi estómago. La vista se me nublo ligeramente, tome aire por la boca, sintiendo que si no lo hacía terminaría desmayándome.

Dos golpes más tarde el hombre se cansó. Sentí el sabor metálico de la sangre en mi boca y escupí en el suelo. Me desato finalmente, se inclinó y me tomo de las mejillas, hundiendo sus gordos dedos en ellas.

— No olvides mi rostro, porque la próxima vez que te vea no me contendré y romperé todos los huesos de tu cuerpo.

Sonreí al hombre, con mis manos finalmente libres tome su muñeca apartando el agarre que tenía sobre mí. Lo empuje sin fuerza queriendo que se alejara. El hombre comprendió y se alejó por su cuenta.

— No lo olvidare, puedes estar seguro de ello—. Le ofrecí un giño antes de salir por la puerta.

La luz era molesta, camine con dificultad sintiendo como los golpes recientes eran mezclados con los que me habían hecho desde que me metieron dentro de la sucia bodega. Lleve mis manos a mi dolorido tórax, tuve suerte de que aquellos tipos no me rompieron nada. Al menos habían sido amables con la comida.

Salir a la calle no fue sino peor, la luz me dejo casi ciego, el calor de la calle y su bullicio me aturdieron, tuve que apoyarme en una barda para no caer al piso. ¡Demonios! ¡¿Qué día era?!

Ignore el mareo y me obligue a erguirme, sufrí de nuevo por los golpes propinados. ¿Por qué me sentía tan débil? Yo no lo era, unos simples golpes no deberían de estar afectándome tanto, tenía que ser culpa de los días que pase aislado en ese cuarto oscuro. ¡Carajo! Sabía perfectamente quienes eran los responsables, pero ¿Por qué me habían dejado ir? Pensé que Suga iba a aparecer de nuevo frente a mí antes de dar la orden de terminar con mi vida.

Exclusivo  -  [2Seok]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora