Capítulo XI ~ Feliz cumpleaños

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“Tápate los ojos,
tengo una sorpresa,
espero que tengas buen apetito.
Así que pide un deseo,
haré como que todos los días
sean tu cumpleaños,
yo seré tu regalo"
~Birthday, Katy Perry


19 septiembre 1997
“Hoy es el peor día del año” pensó Hermione Granger mientras se dirigía al Gran Comedor para el desayuno. Raramente los pasillos estaban vacíos, siempre había alguien. Pero en cuanto abrió las puertas del salón se halló con una (des)agradable sorpresa.
«¡Feliz cumpleaños, viejita!» chilló su mejor amiga Ginny Weasley abrazándola, o mejor dicho ahogándola con su agarre de hierro. Luego también Harry le dio un cálido abrazo fraternal. Cuando le tocó al pelirrojo hubo un momento de pánico y después hubo un roce casi imperceptible y muy embarazoso. La castaña había perdonado su amigo arrepentido, sin embargo, seguía algo molesta y su magnífica amistad se había enfriado mucho. Afortunadamente, para él, ya era algo ese contacto mínimo con ella, porque la leona por lo menos había vuelto a hablarle y hacerle “confrontar” las tareas.
«¿Entonces, cómo es ser mayor de edad también en el mundo muggle?» preguntó el Niño que Vivió.
La festejada masculló “un asco” entre dientes con su clásica cara-tomate. Claramente estaba feliz que sus amigos se habían acordado de su cumpleaños, pero no le gustó mucho el espectáculo “global" que le armaron en el Gran Comedor. De hecho odiaba estar en el centro de la atención.
Desayunaba intentando evadir todos los que clavaban los ojos en su persona -y eran muchos- sin embargo, no logró evitar unas iris color plata que le estaban taladrando los párpados. En respuesta, ella se portó de “perfecta gryffindor": apartó la mirada enseguida y empezó a tragar galletas al.chocolate como si no hubiera un mañana. Finalmente su amiga la despertó del trance -y su compulsivo atracón- preguntándole: «¿Te pones El vestido para la fiesta?»
Hermione levantó una ceja asombrada: «¿De qué vestido hablas? O más bien, ¿De qué fiesta estás hablando?»
«¡De tu fiesta de cumpleaños por supuesto!»
«¡¿Mi qué?! Yo no he organizado ninguna fiesta para mi cumpleaños...» contestó asustada la gryffindor mayor.
Ginny enseñó su mejor sonrisa a treinta y dos dientes y le guiñó el ojo: «Pero yo sí. Verás, será estupenda. ¡Tu fiesta será la mejor celebración que Hogwarts haya visto durante siglos! Ah, y por cierto tú te pondrás El vestido ¿Verdad?».
La pelirroja le hizo ojitos, pero la castaña, normalmente tan brillante, en ese momento parecía no estar entendiendo nada: «¿A qué demonios de vestido te refieres, Ginny?»
«Obviamente me refiero al vestido rojo que compramos el año pasado. Nunca te lo he visto puesto!»
«¡Y nunca lo verás! Ni siquiera sé porque lo compré...»
«¿Qué tiene ese pobre vestido de tan malo?» preguntó ingenuamente Ron mientras masticaba galletas.
«¿Qué tiene de malo? ¡Me hace parecer una ramera! » exclamó la leona levantándose de la silla y haciendo llegar su suave voz a todos los rincones del Salón. En cuanto se dio cuenta de que todo el mundo la estaba mirando por su gesto repentino y su exclamación bastante embarazosa, volvió a sentarse enseguida, ocultándose tras un paquete de cereales y fingiendo que no había pasado nada.

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Por la noche se estaba llevando a cabo la mejor fiesta de Hogwarts desde el baile del Torneo de los Tres Magos. Estaban todas las bebidas alcohólicas imaginables, de hecho todos los invitados ya estaban completamente borrachos a las diez y media.
A la medianoche en punto, en la Sala de los Menesteres, hizo su entrada triunfal Draco Malfoy, seguido por su pandilla de fieles guardaespaldas. El rubio aún se estaba preguntando como diantres se había hecho convencer a ir a la fiesta de la sabelotodo, aunque no podía negar que el evento estaba muy bien organizado. Todas sus dudas y todos los arrepentimientos posibles se fueron al carajo en un instante en cuanto vislumbró la figura de la cumpleañera: “una diosa” pensó el slytherin. La chica traía un maravilloso vestido rojo fuego que llegaba arriba de las rodillas y unos tacones negros de vértigos. Además lucía una larga trenza dorada y unos apetecibles labios color carmesí. Hermione consiguió un trato con la pequeña de casa Weasley: se iba a poner ese vestido sólo si podía arreglarlo un poco, para que fuera más cómoda usándolo.

 Hermione consiguió un trato con la pequeña de casa Weasley: se iba a poner ese vestido sólo si podía arreglarlo un poco, para que fuera más cómoda usándolo

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En un segundo a la arrogante serpiente se le secó la garganta y no logró articular ni una palabra. Su asombro se hizo aún más grande cuando vio aquella diosa acercársele y exclamar con una sonrisa espontánea: «¡Draco! Has venido por fin… ya casi me había dado por rendida a la idea que mi querido hermanastro no participara a mi fiesta de cumpleaños…».
Malfoy Junior parpadeó varias veces, porque no podía creer en lo que acababa de oír y ver.
“¿Cómo podía esa ser la santurrona mojigata tragalibros de Granger?” se preguntó.
Pero lo entendió todo cuando se dio cuenta de que la muchacha seguía riendo descontroladamente mientras regresaba donde su amiga pelirroja, a lado de San Potter. Hermione Granger, la obediente mascota de los profesores, estaba ebria como una cuba en la jornada inaugural.
Lo que más le sorprendió al joven no era tanto el estado en el que se encontraba la prefecta -no tan perfecta esa noche-, sino la necesidad urgente que tenía él de sacarla de ese lugar y mandarla a acostarse. Y eso fue exactamente lo que Draco estaba por hacer. La localizó sola en la mesa de los licores y empezó su propósito quitándole la copa de whisky de fuego de la mano.
«¡Hey! ¿Qué haces? ¡Es mi bebida!»  gritó furiosa la leona.
«Ahora ya no lo es» la serpiente se la bebió de un solo trago ante la mirada escandalizada de la chica, que parecía al punto de estrangularlo hasta verlo sangrante en el piso. Pero la poca cordura que le quedaba a la joven tomó el control durante un breve rato y la hizo optar por pedir otro vaso. Desafortunadamente para Hermione, Draco repitió lo mismo y se tragó también su segunda bebida. Ella estaba por golpearlo, pero él detuvo justo a tiempo la pequeña mano dirigida a su cara a escasos centímetros de su precioso rostro y luego la arrastró a la fuerza fuera de la Sala de los Menesteres.
La chica luchó como una leona, intentando rebelarse regalando al ojos grises un puñetazo en el pómulo derecho. Él dio un gritito de dolor, pero estaba satisfecho con su labor, porque ya habían llegado al retrato de la Señora Gorda.
La gryffindor hizo un último intento para escapar hacia su fiesta, sin embargo, él se esperaba esa reacción por su parte y la hizo correr contra la pared, impidiéndole la huida. Entonces en la cara de la castaña surgió una sonrisa maliciosa que no tenía nada que ver con las expresiones de niña inocente que solía mostrar normalmente «Vaya, Malfoy, ¿Sabes que eres propio un chico malo?»
«¿Qué?» balbuceó el rubio asombrado.
«Un auténtico chico malo, pero tan sexy...»
Draco abrió los ojos como platos. Claramente sabía en que condición inestable se encontraba ella, estaba más que seguro de que la castaña se había tragado un petrolero de alcohol y obviamente no estaba acostumbrada a hacerlo. Sin embargo, no conseguía rebatir nada de nada. Quizás la situación no le desagradaba en absoluto, por el contrario, la actitud de la gryffindor lo hacía divertir y encima estaba empezando a calentarlo.
Ella habló otra vez cuando dejó de reír sin razón: « Malfoy, si querías pasar un ratito solo conmigo no hacía falta montar todo ese teatrillo… Era suficiente preguntar».
Se mordía sensualmente el labio mirándolo directamente en sus pupilas dilatadas con su mirada miel. A Draco se le había cortado la respiración y se estaba esforzando para no perder el control y cogerla allí mismo en medio del pasillo. Sin embargo, la joven no se lo ponía fácil. Para nada.
«Malfoy, según tú que eres un rompecorazones con buen gusto, ¿Yo estoy buena?».
El chico luchaba contra sus instintos de hombre y logró asentir con la cabeza. Pero ella no le creyó «Mentiroso. Yo sé que tú me odias… que te doy asco… pero tranquilo,.es normal soy una inmunda sangre sucia… si por lo menos no fuera tan fea quizás tu me harías caso...».
Hermione estaba a punto de llorar y a Draco se le encogió el corazón, así que intentó animarla: «No, no, no, Granger, no llores. No eres fea, al contrario, eres muy linda y yo sí que te hago caso»
«Sólo eres capaz de mentirme...»
«Ahora te voy a demostrar cuanto te considero fea y luego me dices si miento» exclamó decidido antes de lanzarse hacia la cara de la castaña y atraparle los labios con los suyos en un beso ardiente, que empezó como un simple, pero dulce roce, y después de la agradable sorpresa inicial iba profundizándose cada segundo más en un baile lento y pasional.

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