Capítulo IV ~ Día entre mujeres

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"Alguna vez te has sentido como una bolsa de plástico
a la deriva en el viento,
queriendo empezar de nuevo.
Alguna vez te has sentido
tan delgada como el papel,
como un castillo de cartas,
a sólo un soplido de viento de caer"
~Firework, Katy Perry

Al día siguiente casa Granger era el arcoiris después de la tormenta. La cabeza del hogar había convencido a sus huéspedes a quedarse para la noche, porque se había hecho demasiado tarde y era una buena excusa para que los cuatro empezaran a aprender a vivir juntos de ahora en adelante, sobre todos eran los dos adolescentes los que tenían que acostumbrarse a la presencia del otro.
William ya se había ido a su clínica dental y en la casa reinaba aún un silencio sepulcral.
Hermione se hallaba con las piernas cruzadas en una silla de la grande cocina, comiendo yogurt y galletas al chocolate.
La paz no duró mucho, porque un rubio acababa de bajar las escaleras de caracol con la intención de desayunar solito. Sus planes se fueron al traste, porque la sangre sucia le había adelantado.
«¿Acaso te despiertas con tus hermanas gallinas, Granger?» preguntó sarcástico.
«Podría decir lo mismo, Malfoy» escupió la chica enfatizando el apellido. Después añadió:«De todas maneras son los gallos que cantan al amanecer, idiota».
«¿Cómo me has llamado, sangre sucia inmunda?» rebatió Draco con los ojos entrecerrados y se le acercó rápidamente agarrándole el brazo con el que tenía la cuchara y apretándolo para lastimarla un poco.
«Suéltame, hurón, me haces daño...»
«Lo haré en cuanto tú dejarás de hacerte la chistosa y aprenderás a respetar a tus superiores» el muchacho se iba enfadando.
«¿Superiores? ¡Ja, no me hagas reír¡
¿Pero quién te crees, odioso racista?» exclamó la castaña muy alterada.
Entonces el chico se perdió el control y la aplastó entre él y la mesa. Los dos se miraban con odio y chispas en los ojos. No se dieron cuenta de la cercanía de sus cuerpos hasta que escucharon alguien carraspear: «¿Qué ocurre aquí?».
«Nada, madre, simplemente estábamos hablando pacíficamente como los compañeros cuales somos» afirmó Draco con un guiño de soberbia en la cara liberando a Hermione, mientras que ella seguía fulminado con la mirada a su "querido compañero" .
«

Ya veo...» suspiró Narcissa muy poco convencida de la explicación, pero le restó importancia y habló otra vez «Querida, te quería hacer una propuesta».

«¿A mí?» preguntó sorprendida la joven.
«No, me lo dijo a mí, Granger. ¡Pues claro que estaba hablando contigo! Eres la única otra mujer aparte de mi madre, ¡si no te diste cuenta! Pues, si mujer se puede llamarte...» exclamó irónicamente el slytherin.
«¡Draco!» gritó la señora Black dándole una pequeña bofetada « Me parecía haberte enseñado a respetar a los demás. De cada manera, Hermione, quería pedirte que me acompañaras de compras».
«Estoy honrada de su propuesta, sin embargo no creo que yo sea la indicada para este tipo de asuntos... Lo lamento, señora Malfoy».
«Llámame Narcissa, por favor. Necesito compañía femenina para ir de compras y mi hermana hoy ya tiene algo que atender. Además pienso que no estaría mal comprar vestidos también para ti. Será divertido ¿Qué dices?».
Draco notó sólo en ese momento lo que llevaba puesto la chica. Otra vez unos shorts rosas que dejaban a la vista sus piernas besadas por el sol y una camiseta blanca sin mangas bastante ajustada, que hacía que su tez luciera. El ojos grises estaba pensando que la sangre sucia rata de biblioteca estaba bastante ¿Caliente? ¡No, por Merlín! Sacudió la cabeza ante el profano pensamiento y se marchó fastidiado mascullando un "hasta luego" entre dientes. Pero a Narcissa no se le escapó la mirada embobada que tenía su hijo mientras miraba a la muchacha. Apartó la duda de su cabeza de momento, porque quería dedicarse a otros asuntos. Observó expectante a la castaña: «Entonces, ¿Vienes, por favor?».
«Está bien, me hacen falta botas nuevas». Dicho eso, ambas se prepararon para salir cuanto antes.

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Las dos mujeres habían visitado un montón de tiendas que vendían accesorios de todos tipos, desde lujosas joyas hasta comunes calcetines.
Ahora se hallaban en un negocio de pijamas y lencería. Hermione estaba bastante incómoda, sobre todo cuando Narcissa llegó con un conjunto de ropa interior constituido por bragas y sujetador de encaje más "veo que no veo" y le dijo que se lo regalaría para que hiciera babear a su novio durante sus momentos íntimos. Si antes la chica tenía las mejillas sonrojadas, después de la última sentencia toda su cara era un auténtico poema: parecía un tomate a punto de explotar. Balbuceando por la vergüenza consiguió decirle que no necesitaba ese conjunto. Pero Narcissa no cedió: «Pero, querida, te aseguro que a los chico les encanta este género de ropa».
«No tengo duda de eso. De verdad te agradezco la ofrenda, Narcissa, pero no quiero que gaste su dinero para algo que nunca utilizaré» respondió la chica aún ruborizada.
«¿Cómo qué no? Es muy bonito y provocador».
«Sí, lo sé. Pero no tengo novio ni tampoco chicos a quienes les gusto... Así que no tengo a nadie para enseñarle... ehm... eso».
La mujer mayor no se esperaba una respuesta similar, porque le parecía imposible que una joven como Hermione no estaba rodeada por bobos que comían en su mano.
«¿Cómo es posible?» preguntó alucinada.
«Pues, fácil... No soy guapa, tengo un nido de pájaros en lugar de común pelo liso, mis ojos son del color de la orina ¡Ups, perdone!... Además tengo un cuerpo de niña y mi carácter es imposible, soy una insufrible sabelotodo que se interesa más en libros que en hombre... ¿Ahora entiende?».
Las palabras de la castaña aterraron a la media rubia. Estaba claro que la adolescente no tenía ni una pizca de seguridad en sí misma y estábamos hablando de la que tuvo el valor de desafiar el mismísimo Señor Tenebroso. Tal vez le tenía más miedo a los chicos que a Voldemort. Por un espontáneo instinto maternal la abrazó y Hermione se abandonó entre los brazos de su amable madrastra. Echaba de menos al cariño proveniente de una figura femenina y Narcissa le parecía de verdad una mujer muy agradable, perfecta para su padre.
Después de unos minutos rompieron el contacto y la señora Black le dirigió a su acompañante una mirada muy cariñosa y al mismo tiempo atemorizante: «Escucha, querida, ahora te voy a decir algo que nunca debes olvidarte. Primero deja de tratarme de usted. En segundo lugar todo lo que contestaste son puras tonterías, de hecho tú eres simplemente hermosa con esta cara refinada, tus suaves rizos color caramelo, tus profundos ojos amielados tan dulces y ¿sobre tu cuerpo que afirmaste? Ah sí, ¿Qué tienes un cuerpo de niña? ¿Acaso no tienes un espejo y estás ciega? Hay muchas chicas de tu edad que se cortarían un brazo para tener las curvas y los pechos que posees tú. No te conozco a suficiencia para saber como eres exactamente a nivel de personalidad, sin embargo te aseguro que tus inteligencia, diligencia, valentía y generosidad son muy famosas. No pensar en lo que te dice mi hijo, si ahora es algo racista y presumido es sólo culpa de su padre. Así que ni se te ocurra volver a repetir semejantes estupideces, sobre todo en mi presencia. ¡Tampoco las pienses! Porque si estuvieras más segura de ti misma tendrías a cualquier muchacho que te agrade. Este año quiero que me prometas algo: romperás un montón de corazones. Estoy segura de que habrá una cola de jóvenes que querrán absolutamente salir contigo, porque hoy esta bellísima flor se abrirá. Empezamos por unos arreglos en tu vestimenta».
Después del largo y muy conmovedor discurso de Narcissa, Hermione tuvo que secarse unas lágrimas. La agradecía mucho, aunque no creía que todas las palabras que la mujer había pronunciado fueran la verdad. Sin duda se prometió a sí misma que, como dijo su madrastra, ese año iba a ser diferente, porque todo el mundo se iba a enterar de Hermione Jean Granger era tan mujer como Angelina Jolie. Quizás no tan como ella, pero iba a haber un cambio en positivo.
Las dos brujas pasaron todo el día en tiendas, probándose vestidos maravillosos y costosos, hablando de nimiedades, riendo y comiendo bocadillos. Así era: la elegante dama de la mansión Malfoy se enamoró de unas vulgares hamburguesas del McDonald's.
Su última etapa, obviamente, el bar Starbucks.

~Hermanastros~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora