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5. Más riesgos.

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Unos segundos que parecen horas transcurren, Alex no se inmuta, mira hacia la ventana que da a la calle y vuelve la vista a mí con una expresión de despreocupación.

—Basura, ¡sal de ahí! —Se escucha otro grito, seguido de un disparo.

Cierro los ojos y los aprieto. ¿A quién le rezo?, debí pasar más tiempo con mi abuela Blanca.

—Paulina, tranquila —dice Alex tocando mi brazo, me da la mano para que me levante del sillón— Tal vez ya podamos salir de aquí.

—¿Lo dices enserio? —pregunto cruzando los brazos— Alguien te está esperando afuera. ¡Están disparando!

—Shhh, tranquila. —Sonríe una vez más.

—¿Tranquila?

—No es lo que crees, ¡ven acá! —Pide con un tono relajado.

Está cerca de la puerta y me extiende una vez más la mano, dudosa la acepto, pero me pongo helada cuando abre la puerta, aprieto su mano y él me guiña el ojo. Una sensación inquietante me recorre y los nervios por los disparos pasan a segundo plano.

—¿Por qué tanto escándalo en mi casa? ¿Quién es el hijo de puta que se atreve a disparar? —grita hacia la calle.

Detrás de un auto salen tres sujetos, caminan hacia nosotros y al estar a poco metros sueltan carcajadas. Alex me suelta y se acerca a ellos, se funden en un abrazo brusco, golpean sus espaldas, se dicen insultos, al fin puedo respirar, pero el susto no pasa.

Llevo una mano a mi pecho, aún late rápido, me recargo sobre el marco de la puerta. Ellos dirigen su vista hacia mí, le dicen algo a Alex, uno de los sujetos lo codea mientras me ve y murmura, ¡hombres! Veo mi reloj, parece que su plática se va a extender, no me gustan sus miradas y mis pies no soportan un segundos más dentro de estos zapatos.

Abro la puerta y entro una vez más, veo por la ventana, aún está con ellos, le echo un rápido vistazo a todo el sitio, en algún lugar debe haber algo más. Mi vista se alterna entre la ventana y la casa, está demasiado cómodo, estoy segura que no va a entrar una vez más. Abro una puerta de lo que parece una habitación, enciendo la luz y saco mi teléfono de en medio de mis senos de inmediato.

Es una bodega, está lleno de cosas, partes de autos, pantallas de televisión, laptops y celulares. Miro hacia afuera, aún no entra. Hay una caja sobre una mesa, la abro rápido, está llena de papeles LAPD... ¿Por qué demonios tiene documentos de la Policía de Los Ángeles? ¡Mierda!, tengo la memoria del teléfono llena. Mis dedos se mueven rápido sobre la pantalla, ¡al fin!, saco una foto, otra más, me tiemblan las manos mientras sostengo estos papeles.

Un gruñido a mi lado me alerta, Rambo me muestra sus dientes, esta frente a mí, viéndome con desconfianza.

—Hola bebé —le hablo con cariño y ladra.

—¡Paulina! —me llama Alex.

¡No en este momento!, guardo todo lo más rápido que puedo, escucho pasos cada vez más cerca.

Mi mala suerte es increíble, el perro me vuelve a ladrar, lo veo a los ojos, intento no darle la espalda mientras termino.

—Paulina, ¿donde estas?

—¡Aquí! —grito saliendo de la habitación.

Me ve y frunce el ceño, le sonrió y me acerco.

—Jugaba con Rambo y corrió hasta ahí, es un loquito, creo que necesita hacer más ejercicio. ¿No lo sacas a dar paseos? —Intento cambiar el tema, pero parece que no funciona—. No sabes lo importante que es para ellos el ejercicio.

Sin LímitesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora