El olor a gasolina revuelve mi estómago, o tal vez son mis nervios cada vez más alterados, observo a Alex de pie al lado del auto poniéndole combustible, evito ver hacia atrás y solo rezo para que David no me pregunte nada, si sospecha algo, estoy perdida, no podré mentirle.
Juego con mi pelo mientras Alex rodea el auto y sonrío con alivio cuando por fin sube a este.
—Llamé a todos, celebraremos en casa —comenta sonriente.
—Alex, no quiero que piensen que soy un malagradecido, pero de verdad no tengo humor para nada —dice David con una actitud decaída.
—Nada de eso, siempre celebramos todo, además, todos estaban preocupados, hay que quitarnos ese mal sabor de boca —responde Alexis.
Veo por el retrovisor a David, su mirada va fija en la ventanilla del auto, no se da cuenta que lo observo, parece perdido en sus pensamientos, su frente arrugada evidencia su preocupación. Alexis está tan ajeno a todo, que me hace sentir peor, no se imagina que probablemente la culpable del recién adquirido interés de la policía por su equipo, va a su lado.
Conduce concentrado en el camino, no conozco la zona a donde nos dirigimos, pero supongo que debe ser el sitio donde vive David. Unos minutos después, Alexis estaciona el auto fuera de una casa con un pequeño porche blanco, una mujer que me parece conocida está sentada sobre uno de los pequeños escalones que llevan hasta la casa, se pone de pie cuando Alexis baja y sonríe feliz al ver a David... Es su hermana, Sara, la chica del restaurante mexicano, me imagino su preocupación al enterarse que David estaba preso y de nuevo siento esa opresión en el pecho.
Al cabo de unos minutos, Alexis regresa al auto, no pierdo detalle alguno de su andar masculino, entra al auto y sonriente acelera. Me ve y busca mi mano para entrelazarla con la suya, su humor ha cambiado repentinamente, ya no parece estar en otro mundo y no hay un ápice de preocupación en su mirada. Habla de la fiesta que algunos chicos del equipo están organizando para David, se frota las manos al hablar de la comida deliciosa que prepara la mamá de Alfredo, uno de los chicos que lleva más tiempo en la banda.
Veo mi edificio a lo lejos y respiro profundo ya con fastidio, seguro Emma debe estar enojada conmigo por ignorar sus mensajes y no tengo deseos de lidiar con ese drama, entramos al estacionamiento y busco mis cosas sobre la alfombra del auto.
—¿Dónde será la fiesta? —pregunto cuando el motor se apaga.
—En South Central —responde con tranquilidad—. Ahí está la casa de todos.
—Pero yo no puedo ir sola ahí, tú sabes lo peligroso que es ese sitio.
—Sí, lo sé, no irás sola, te traje aquí para que busques algo de ropa, supongo que quieres cambiarte para la celebración —dice coqueto.
Me veo y comprendo que mi ropa tan formal para trabajar, no es la adecuada para esa pequeña fiesta.
Asiento y bajo del auto en compañía de él, mientras caminamos recuerdo lo que me dijo justo en su habitación: "luego regresamos aquí, no me puedes dejar así". Mis mejillas arden, esta timidez no es propia en mí, pero él me pone así.
Me cuesta trabajo abrir la puerta, irme con él es algo que quiero pero me niego a aceptarlo, es como si mi mente pusiera mil excusas para apartar todo tipo de pensamiento que involucre una cama, él y yo.
Entro primero al departamento y le hago un gesto para que pase, me apresuro a buscar a Emma, no está en su cuarto, seguramente salió con alguna compañera del periódico. Regreso a la sala de estar y, como siempre, está viendo mis fotografías en la pared.
—Alex, me gustaría darme un baño y no quiero hacerte esperar aquí. —En un intento desesperado para que se vaya digo eso, pero parece no funcionar, su sonrisa relajada me lo advierte.
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Sin Límites
RomansUna periodista audaz y sedienta de adrenalina, se enamora de un hábil y brillante delincuente, mientras se infiltra en una banda de ladrones para realizar un reportaje que puede catapultar su carrera. Tendrá que decidir entre el éxito laboral o la l...
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