Capitulo 55

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-¿Qué?- pregunté con una leve sonrisa en mis labios mirando confundida a la chica- ¿Cuidarlo? ¿Para qué?- miré a Samuel.

-Saldremos de viaje.- me dijo sonriendo.- Ven, vamos arriba.- me dijo antes de que yo pudiera decir algo. –Victoria, espera aquí con Jake. – le dijo bajando a Jake de sus brazos, la chica solo asintió, y le sonrió a Jake. Mientras Samuel y yo subíamos las escaleras, vi como la chica se inclinaba para hablar con Jake. Llegamos a la habitación, y Samuel se sentó en la cama, y yo junto a el.

-¿Qué... esta pasando?- le pregunté riendo.

-Tengo varias sorpresas este fin de semana.- dijo
alzando una ceja, sonriendo.

-¿De que hablas?- le pregunté riendo ante su expresión. Pero me ignoró.

-¿Te parece si iniciamos ahora?- me preguntó haciendo caso omiso de mi pregunta.

-Está bien.- le dije poniéndome de pie. –Pero antes dime algo. ¿Quién es ella?- dije mirando hacia la puerta.- No voy a dejarle a Jake a cualquiera.- dijo alzando una ceja. No solo preguntaba por eso, si no que sentía una sensación de celos.

-¿Victoria?- me preguntó poniéndose de pie, y soltando una pequeña risita. –Es mi prima. Cuidará bien de Jake.- asentí, y caminé hacia la puerta, Samuel la abrió, y me susurró al oído. -¿Celos?- yo solo le di un ligero codazo.

Bajamos, y Victoria seguía de cuclillas, hablando con Jake, que pareció, tomarle más confianza.

-Vicky, cuídalo bien.- le dijo Samuel, mientras abría la puerta principal. Ella solo asintió. –Ten, por si necesitas algo.- le dijo Samuel sacando de su billetera, un pequeño fajo de dinero. –Jake.- dijo refiriéndose a este, que estaba sentado en el suelo. Mamá y yo saldremos, te quedarás con Vicky, ¿si? – le dijo inclinándose de cuclillas, igual que Victoria.

-Sí papi.- dijo Jake asintiendo con la cabeza. –Adiós.- dijo antes de abrazarlo. –Adiós mami.- dijo abrazándome la cintura. Lo abracé igual, Samuel me hizo una seña para que saliera, y lo hice.

-Suerte.- le dijo Victoria a Samuel, yo no entendía porque. Samuel solo le sonrió, y susurró gracias.
Salimos, y Samuel tapó mis ojos con una mano, mientras sacaba un pañuelo de su saco, y lo ataba sobre mis ojos.

-¿Qué haces?- pregunté tomando sus manos, para no caer después de que ató el pañuelo.

-Te llevo hacia la primera sorpresa.- - pasamos el jardín de la casa, y caminamos –lo que yo sentí- una cuadra. -¿Lista?- me preguntó con ambas manos en el nudo del pañuelo. Yo solo asentí, y este deshizo el nudo.

Abrí los ojos, y vi un Mini Cooper ® nuevo, con un moño rojo, gigante sobre el parabrisas. -¿Te gusta?- preguntó Samuel. Yo solo asentí sin apartar la vista del auto. –Es tuyo.- dijo agitando las llaves.

-¿Qué?- le pregunté girándome para verlo.- ¿Estás hablando enserio?- le dije mirándolo a el, y a las llaves.

-Sí.- afirmó. –Siempre estás sola en casa, y vives en Los Ángeles, tienes que salir.- dijo sonriendo. –Anda, tómalas.- dijo agitando las
llaves, lo miré, y sonreí.

-Gracias.- le dije abrazándolo, antes de tomar las llaves.

-No hay de que.- dijo sonriendo. –Anda, vamos al auto, que faltan sorpresas. –dijo tomando mi mano, caminamos hacia mi nuevo auto, Samuel abrió la puerta del piloto, e hizo una seña con la mano para que subiera. Subí, y Samuel rodeó el auto y subió en la parte del copiloto. Encendí el auto. Hace tanto tiempo no conducía. –Conduce hacia el aeropuerto.- me indicó. Conduje, y Samuel me indicaba hacia donde ir, ya que yo nunca había conducido en Los Ángeles. Después de varios minutos de que Samuel me diera instrucciones, llegamos al aeropuerto. Al bajar del auto, reaccioné. No llevaba equipaje, fuéramos a donde fuéramos.

-Samuel.- le dije después de bajar del auto. – No traemos equipaje.

-Esa.- dijo sonriendo caminando hacia el área de carga del auto. –Es la segunda sorpresa.- dijo abriendo la parte de carga, donde habían 3 maletas, enormes para ser una maleta. Abrió dos de estas, y estaban llenas de ropa. Para mi.- Esta de acá es mía.- dijo señalando otra maleta, más pequeña. –Ahora.- dijo bajando una de las maletas grandes de ropa, y la suya.- Vamos.- dijo antes de caminar hacia el aeropuerto. Entramos, y revisaron el equipaje –lo cual tardó por la gran maleta de ropa que Samuel me había comprado- y subimos al avión. Todavía no sabía hacia dónde nos dirigíamos. Pasé gran parte del viaje preguntándole que hacia donde íbamos, y el se negaba a responder. Después de un tiempo me rendí. Antes de aterrizar, alguna empleada del avión dijo "Dentro de 10 minutos arribaremos al aeropuerto de Hawái. –Rayos.- susurró Samuel después de que la mujer hablara, y una sonrisa se me escapara.

Bajamos del avión, y recogimos el equipaje, y después salimos del aeropuerto. Esperamos varios minutos en la entrada de este, hasta que un taxi por fin se detuvo frente a nosotros. Subimos al las maletas al auto, y después subimos nosotros. Samuel le dio una dirección, el hombre asintió, y comenzó a conducir. Después de una hora en taxi –las cuales no fueron aburridas, estuve todo el tiempo hablando con Samuel- llegamos a una hermosa casa de playa- algo apartada de todo.- justo frente al mar.

-Gracias.- le dijo Samuel al hombre entregándole el dinero.- Conserve el cambio.- le dijo mientras bajaba las maletas. El taxi desapareció por la calle, y Samuel y yo caminamos hacia la entrada de la casa. Samuel sacó de una maceta las llaves de la casa de playa. -Vamos.- me indicó entrando a la casa de playa.

Entré, y Samuel cerró la puerta detrás de el. La casa era muy linda. Samuel dejó las maletas en la entrada, y se giró para verme.

-¿Qué te parece si nos damos un baño, y vamos a caminar por la playa?-me preguntó Samuel, yo solo asentí. Samuel llevó el equipaje hacia la habitación, y salió. Me di un baño, y me puse un vestido blanco- que estaba en la maleta- y trencé mi cabello.

Salí de la habitación, y pude notar en el suelo de madera, pétalos de rosa, que formaban un camino. Seguí el camino de rosas. –Que no era corto.- y llegaba hacia la puerta, para salir directo a la playa. Abrí la puerta, y salí. En la arena seguía el rastro de pétalos, qué no dudé en seguir. Después de varios metros, bajo unas dunas de arena junto a la orilla, cuatro antorchas clavadas sobre la arena. Caminé hacia estas, y justo en el centro, con conchas de mar, había algo escrito. Caminé un poco más, y pude distinguir lo que estaba escrito. Decía "¿Te quieres casar conmigo?" giré la cabeza, en busca de alguien, pero no vi nada. Me quedé leyendo el mensaje una decena de veces seguida, cuando sentí unos brazos que me abrazaban por la cintura.

-¿Qué dices?- susurró Samuel en mi oído, antes de besarlo. Me giré sobre mis talones, para verlo de frente. También se había dado un baño, llevaba una playera blanca, y unas bermudas beige. Tomó mi mano, y se apoyó sobre su rodilla. Sacó una pequeña caja roja, y a abrió, dentro se encontraba un anillo. -¿Quieres ser mi esposa?- dijo sujetando la pequeña cajita frente a mi.

-Sí.- dije intentando contener las lágrimas de emoción. Me estaba pidiendo matrimonio. Era lo más feliz que me había sucedido. Samuel tomó mi mano, y colocó el anillo en mi dedo. Besó mi mano, y se puso de pie. Me tomó de la cintura, y me atrajo hacia el. Puso una mano en mi mejilla, y sonrió, y comenzó a acortar la distancia entre nosotros. Me besó. Fue el mejor beso que me dio jamás.

-Te amo.- susurró antes de volver a besarme.- Te amo ____. Te amo más que a nada en el mundo.

-Y yo a ti.- le dije entre besos, Samuel sonrió, y me abrazó. Tomó mi mano, y caminé por la playa, con mi futuro esposo.

¡Vendida! - Samuel De LuqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora