El principio de lo raro

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¿En serio jamás te has puesto a pensar que un día más equivale a un día menos para verte inerte en el ataúd?

Erase una vez una oscura y helada noche invadida por la más terrible de las tempestades, cuyos transparentes pero corrosivos vientos se tornaron en una tormenta que estremece hasta el más profundo y recóndito rincón de mi alma.

Recuerdo padecía de insomnio. Me hallaba sólo en mi hogar, recorriendo cada penumbra en los pasillos mientras creía ser acechado por tétricas sombras fantasmagóricas, aunque careciendo de la certeza de que no era algún producto de mi imaginación, y eso realmente es lo que más me inquietaba. Supongo que no por nada las mentes sabias han explicado que el miedo más primitivo y común, es el miedo a lo desconocido.

Encerrado en mi morada y en mi propia soledad, entre delirios muy raros me bastó con simplemente recordar que en la mañana había comprado el periódico y aún no lo había leído. Igual podrían decir que acá lo raro no son los delirios, sino propiamente yo, quitando importancia al asunto de estar incómodo en mi hogar debido a la probable presencia de espíritus o algo peor, simple y sencillamente por un periódico, el cual parece insignificante a primera instancia, yo lo sé.

Lo cierto es que de manera innegable siempre he sido un hombre de inteligencia destacable, por lo tanto, era fundamental mantenerme bien informado, de tal manera desarrollé el hábito de siempre leer el diario regresando de trabajar, a medio día por lo regular.

El inconveniente en mi rutina presentado en esta ocasión era porque el imbécil de mi jefe me mantuvo casi todo ese día en servicio, no respetando mi jornada laboral ya establecida de 4 horas, aunque menos no podía esperar de él, tremendo inepto el tipo; de esa parte de la población a la que se le percibe la soberbia hasta en la solapa, ¿Qué más podría explicar? El punto es que Jacobo Burton jamás me agradó, ni a casi ninguno de mis compañeros, ¡Nadie quería estar cerca de él! Aunque claro, eso exceptuando uno que otro lamebotas que poco o nada le daba valor a su propia dignidad y prefería ser el borrego del patrón.

Bien, dejando a un lado las quejas hacia su persona y otras cuestiones relacionadas estrechamente a ello, estuve dispuesto a relajarme y leer los acontecimientos recientes más relevantes. Hace apenas unos días algo de tristeza fue capaz de entrar en mí por causa de la muerte del célebre poeta y escritor, Edgar Allan Poe. Yo siempre fui un fervoroso admirador del infravalorado trabajo de este hombre.

Todo parecía ser perfecto hasta donde la existencia misma lo permitía luego de servirme un poco de té y hallar la comodidad proveniente de mi sofá preferido, el cual yacía colocado de manera singular frente a mi chimenea mientras esta emanaba deslumbrantes llamas procedentes de cada tizón convirtiéndose en fuego ardiente y el humo que formaba siluetas de carácter casi espectral.

El Enterrador (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora