EL FINAL

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El gélido viento del cementerio me heló la sangre como si fuese el aliento de Satanás con un efecto contrario al del dragón que es. Caminé muy decidido, contaba mis pasos con especial sutileza para acabar con el maldito que le arrebató la vida a mi compañero, como lo extraño, pero todo eso habrá de cambiar en los instantes venideros. Nada me motivaba más que eso, la autenticidad de lo que el periódico de hace más de un año detallaba al vilo era ahora lo que me ansiaba con desesperación rajarle la yugular, mi obsesión con descubrir su identidad se había desvanecido casi que por completo, daba igual si fuese mi propio padre, nada detendría el objetivo, factor contradictorio con mi amada Jane quien a pesar de los años y la frialdad con que me abandonó, jamás le olvidé sino que quedé vacío por dentro luego de su partida repentina y tener la certeza de que jamás le volvería a ver, ni siquiera por casualidad, pero ahora Dansnoir se murió como el desgraciado que siempre fue y jamás le dió hijos que cuidar, desconozco porqué pero así es. Burton también está en el más allá, estúpido inmundo carente de benevolencia, sí,
—lo único que se requiere para ser feliz por completo es obtener la
venganza—, pensé.

Un duro golpe devastador en mi cabeza me dejó caer al piso sin consuelo y desperté horas más tarde en el mismo lugar donde quedé derrumbado, rodeado de zonas oscuras en las paredes de ladrillo que me hacían imaginar no se qué tantas cosas siniestras como espíritus que me observaban acosadores y amenazantes junto con la mugre, telarañas, huesos y piedras con salitre, moho y quién sabe que más que mostraba los signos de la putrefacción. Ya no estaba tan ebrio, al menos no demasiado o eso creía de todas formas pues me percaté de súbito de algo en mi cabeza, algo peludo.

—¡NO, MALDITA SEA, MALDITA
SEA!— Y me empecé a sacudir en un espanto grotesco al pensar que un montón de tarántulas o ratas quedaron adheridas a mí en el momento que quedé desvanecido. La picazón lo dejaba más que claro y una bola de greñas que quedó tendida en el piso de la cripta. No era nada de esas inmundicias, solo... Una peluca extraña...

Confundido le contemplé durante minutos que parecían siglos y por más que buscaba solución al enigma no entendía el significado de tal hallazgo.

—Se ha escapado— pensé de súbito pero instantes leves bastaron para que una risa perversa invadiera el eco de la voz en mis pensamientos, entre la penumbra azulada había un pasillo, un horrible pasillo que desembocaba en más y más ladrillos horrendos, al parecer. Me sentí como Fortunato y su compañero siniestro porque a causa del sentimiento translúcido que deja en la conciencia el alcohol de un barril de amontillado y la dulce seducción ofrecida por la dama o mejor dicho, mujerzuela, venganza, acabé dentro de la cripta sin escapatoria, sí, como lo oyen, la puerta por la que entré, estaba cerrada, completamente, cada maldita pulgada sellada por otra pared de ladrillos obstruyendo el paso...

—Ahahahahha... AHHAHAHAHAHHAH— la risa continuó y resonaba en mis oídos y mente aún más potente que el eco de la voz de mi propia conciencia. Prosiguió con malicia.
—¡VINCENT, YO SOY EL ENTERRADOR!—

—¡DESGRACIADO ASQUEROSO!—

—¡ES HORA DE QUE SEPAS QUE, O, MEJOR DICHO QUIEN SOY!—

—Te mataré, ya lo dije, no me interesa tu identidad—

—como gustes, yo no opondré resistencia, acércate con ese cuchillo y raja mi cuello, ¿Es lo que deseas, no? Hace décadas que hice mi pacto con el Diablo y no temo a morir otra vez, alguien más siempre podrá tomar  mi lugar, como lo lograron las hazañas que efectuaste—
Corrí con el desenfreno de un loco para acabarlo pero... Grité como nunca otro humano haya podido hacerlo en Baltick, el pueblo donde se ha desarrollado toda la historia. No había nada que atacar por eso esta es mi carta de suicidio... No había Hombre alguno ajeno a mi persona o señal de espectro, ninguno de esos dos me hubiese aterrado, con el primero podía combatir y con el segundo ya había lidiado previamente, pero descubrí en su lugar la razón de que en mi morada aparecieran cosas horrendas, inexplicables, cosas demoníacas haciendome compañía involuntaria durante las noches que estuve tan solo y al parecer actuaron sobre mí igualmente de manera involuntaria e inconsciente a mis verdaderas intenciones. Todo tenía sentido y a la vez no, cada muerte apuntaba a mi versión más maligna como si yo las hubiese planeado en sueños y después esos sueños se hubiesen borrado como normalmente acaece. Un traje negro, unas botas incomodas, la navaja con la que  quería matarlo y también una capa morada son lo que pude contemplar, sí, es muy cierto, había algo después de todo, pero... Era un espejo...

   

   

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El Enterrador (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora