Habíamos pasado la mitad del día hablando sin parar acerca de la sangrienta y repentina muerte del desdichado y eso fué tan extenso que ya estaba anocheciendo, eran alrededor de las 8:00, fuimos mi compañero y yo a estar en un térreno baldío ubicado justo entre el espeso Sanglot Forest y el panteón. Hicimos una fogata y nos sentamos enfrente de la misma. Al amanecer sería sábado, día que teníamos completamente libre, por lo tanto los inconvenientes para quedarse todo el tiempo que gustaramos eran practicamente inexistentes.
En aquel rato no importaba más lo que vimos en la morgue, y es que aunque nuestra impresión fué grandísima ante el turbio asunto de Dansnoir, el tema ya comenzaba a fastidiar y mejor optamos por hablar de otras cuestiones muy alejadas de ello.
Eramos unos camaradas un tanto viciosos, hay que admitirlo, nunca desperdiciabamos oportunidad alguna de tomar y fumar, esa noche no fué la exepción. Entre tragos y humo la ocasión era un doble deleite pues además de ello nos dedicamos a contarnos historias de espantos, brujas y demonios, cosas que a mí, en lo personal me hacían sentir algo nervioso pero muy entretenido a la vez.
Poco a poco fuí perdiendo la nocíon y la lógica en las circunstancias, me hallaba tan ebrio que absolutamente ninguno de mis pensamientos eran razonables, y eso suena normal pero es que en mi caso casi ningún licor lograba quitarme por completo la astucia, supongo exageré con la cantidad aquella vez.
No fue nada bueno, por raro que suene, en mi cabeza flotaban las imagenes de espectros narrados por Bartók y por mí mismo. Experimentaba el terror real, como si pensara que desde la tétrica atmósfera nocturna que irremediablemente nos rodeaba, existiera el peor de los horrores salidos del infierno.
Mi colega andaba sobrio a medias, no estaba tan sometido a los efectos del alcohol como yo, él conservaba aún la conciencia y notó mi comportamiento de terror; era evidente pues temblaba mientras miraba a diferentes direcciones, como cuidandóme de algo o alguien.
Siendo que William Bartók se hallaba en un estado abismalmente más sensato que mi persona prefirió por alarmarme todavía más y no brindarme alivio.
No lo culpo, ese hombre siempre fué muy bromista y aveces no pensaba en las consecuencias. Su objetivo era asustarme más, cosa que logró con un éxito desagradable.-Oye Vincent, nunca te he platicado ni un poco de la verdad. Tú a diferencia de mí, no creciste en este pueblo, pero quiero que sepas que cuándo era tan sólo un niño, en el cementerio había un hombre siendo un enterrador, me acuerdo bien de él; bastante chiflado, de aspecto cádaverico, altísimo, odiado por la mayoria de la gente de por aquí y que de alguna forma apesar de sus bajos recursos y empleo no muy bien pagado, vestía eternamente trajes costosos y elegantes. Dicen que se debía a pactos con Satanás o algo así, que le vendió su miserable alma a cambio de dinero, el cual siempre guardaba en secreto mientras fingía no tener ni un centavo, riquezas malignas que hasta después de su muerte conservó, ya que lo enterraron con todo y sus monedas.
Actualmente su lápida está muy descuidada, apunto de caerse a pedazos, pero se puede visitar-No pretendo explicar con certeza cómo porque no me acuerdo de nada, pero el sábado amanecí en mi cama, supuestamente ya que Bartók me llevó casi arrastrando hasta ahí, pero no es algo que afirme. Me levanté algo tarde y cuando salí escuché a la gente en la calle muy preocupada diciendo que "El Enterrador" había matado a otra persona, y de una manera muy singular.
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El Enterrador (TERMINADA)
Horror¿Qué nunca te has puesto a pensar que un día más es un día menos para verte inerte en el ataúd? Vincent pasa por un periodo en su vida muy solitario y melancólico el cual lo lleva a ser participe de varios acontecimientos trágicos y algunos otros de...