No era capaz de creer y asimilar que frente a mí de verdad estaba ella. Sentí la punzada infligida por una especie de estigma divino en el corazón y por segundos toda la atmósfera que me rodeaba desapareció en una nada universal. Mi mente sintió que en ese momento lo único que había era Jane Benoit y yo, juntos flotando sobre la inexistencia. Su silueta en la susodicha oscuridad casi ausente de penumbra no perdió belleza pero solo sus ojos lograban hacer contraste con las tinieblas pues su cabello rojizo también se perdió entre la negrura de esa noche.
—Vincent, sabía que te encontraría—
—Tú... No entiendo qué haces aquí y que buscas en mí—
—Regresé porque me enteré que tú ahora trabajas con la policía para resolver el caso de aquel que mató
a Adrián——Lamento mucho el hecho de verdad pero mira, sinceramente yo...— No me permitió terminar mi frase pues Jane dejo mi espíritu perplejo al abrazarme un cariño casi vehemente mientras derramaba algunas lágrimas en proporciones mínimas. En mí encontró consuelo pero pronto reaccioné algo agresivo y la empujé bruscamente. Me arrepiento de ello pero tal vez comprendan el rencor interno que fue inevitable liberar, mismo que me llevó a actuar como un patán.
—No te he perdonado y no quisiera volver a saber nada de ti. Estoy tratando de resolver el caso de El Enterrador debido a excentricidades y metas muy personales más no para darte justicia y mucho menos
al miserable de Adrián, lamento decepcionarte—
Abandoné el lugar y me fuí a mi casa ya que no obstante de mis intereses ciertamente lo más factible es que aquel que buscaba no se aparecería nuevamente por ahí y no quise tener nada que ver con la dama, por lo menos no en ese momento de súbito.Estuve meditando un par de horas en mi habitación sobre lo de Jane, algo presionaba con frialdad mi pecho, me impedían plena libertad unas ansias de olvido y a la vez de estar con ella que chocaban generando una reacción parecida a la de una fuerza imparable contra un objeto inamovible, esa era la única forma de verdad, por más que insistiese en alejarla, bien terminaría por considerar con seriedad la posibilidad de cortejarla por segunda ocasión y conociendo el riesgo que se conllevaba al tratar de aceptarla en mi corazón, esas palabras ofensivas no fueron más que un imprudente desenfreno que trató de ocultar mis recónditos pensamientos. Finalmente salí de mi cuarto y miré la lumbre de la chimenea mientras me decía a mí mismo;
—No, no lloraré por ti de nuevo—Más siendo franco y eliminando toda escencia de las burbujas de la mentira, creo no ser el único hombre en el mundo que vivió algo de esta índole o similar, después de todo, la vida da tantas vueltas que a veces ni te lo crees, y, más sin en cambio, ¿Quién es el que ha tenido una madurez mental suficiente para despreciar con tal decisión los cariños de la mujer que, realmente, es la única que has amado en toda tu miserable vida? Tres lustros vividos; cinco de espera, cinco de relación y cinco de superación fallida al no poder creer que ella ya no fuese mía. Así pues, solo yo, Dios, y posiblemente, el diablo estamos bien conscientes de todo lo que lloré y sufrí en esa horrenda ausencia.
De súbito, entre tantos cuestionamientos filosóficos, de repente sucedió lo que podría espantar hasta a el más valiente caballero, en caso de este ser escéptico, claro; una cosa perteneciente al mundo sobrenatural derribó un jarrón que estaba colocado sobre el escritorio donde escribía mi poesía. Lo ví todo, cada segundo del acto pues yo me encontraba reflexionando en la contemplación de los adornos de la construcción; el objeto salió volando como nada conocido con lo cual compararle y por efecto de las fuerzas invisibles, se estrelló contra el piso, todo esto sin ninguna justificación razonable. Quedé petrificado, supe que no eran delirios, nada de mis ideas abstractas del tipo monótono, necesitaba ayuda pero no psicológica sino de alguien como un clérigo o algo cercano, por lo menos. En esa ocasión yo dormí en el tejado. Me daba igual si incluso empezaba a lloviznar, prefería eso y no quedarme dentro con lo que sea que, en contra de mi voluntad buscase hacerme compañía.
Al día siguiente una noticia todavía más escalofriante para mí percepción sacudió al pueblo otra vez como si fuese una maldición destinada a repetirse. El Enterrador asesinó al dueño de una cantina que Bartók frecuentaba pero que en días recientes a la fecha, había tenido una fuerte discusión precisamente con esa persona que terminó en injurias graves de honor recíproco. No podía creerlo, por eso también el homicida gótico le arrebató la vida al jefe Burton y a Dansnoir quien yo odiaba pero no a mí la noche que perdí el conocimiento de borracho y quedé tan patético y vulnerable. Por eso Bartók me contó sobre la leyenda del viejo hombre que cuidaba y se encargaba del cementerio hace varios años atrás y su especial intriga de hablar sobre el tema. Todo encajaba perfecto, aunque me doliera mucho debía aceptar que mi amigo era El Enterrador...
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El Enterrador (TERMINADA)
Terror¿Qué nunca te has puesto a pensar que un día más es un día menos para verte inerte en el ataúd? Vincent pasa por un periodo en su vida muy solitario y melancólico el cual lo lleva a ser participe de varios acontecimientos trágicos y algunos otros de...