02.

464 50 26
                                    

And I can't feel no remorse, and you don't feel nothing back

1 de Junio, 2007.
03:41 hrs.
Ophelia.

La fiesta de cumpleaños de Marco número dieciocho había sido algo alocada. Era de esperarse, acababa de cumplir la mayoría de edad y lo único que quería era beber y andar de fiesta, pero aún así era algo abrumador.

Estaba nerviosa, porque después de tantos años estaba lista para decirle a Marco que lo amaba. Llevaba más de tres años enamorada de él, y si no tomaba cartas en el asunto otra chica lo haría. Marco era bastante popular entre la población femenina.

Así que cuando terminó la fiesta, fui a su cuarto. Sus padres estaban de viaje, para permitirle a Marco pasar sus dieciocho entre amigos, así que ahora que se habían ido todos, solo quedábamos él y yo.

–¿Anna?– preguntó atontado cuando entré. Estaba muy borracho–. Pensé que te habías ido.

–Marco, soy...

–¿Viniste a terminar lo que empezamos?– rió tontamente–. Oh, esperaba que vinieras para eso. Ven.

–¿Qué?– fruncí el ceño, pero fui de todas formas.

–Te he deseado por tanto tiempo– el hecho de que me dijera eso, aunque no estuviera consciente de ello, me hizo sonrojar.

–Marco...

–¿Tú no?

No tenía idea de cuánto tiempo, pero no me atrevía a decírselo.

–Sí– murmuré.

Me dejé llevar, y aún si me llamó por otro nombre por lo que duró, me sentí como nunca antes. No sentí remordimiento, él mucho menos, ni siquiera recordó a la mañana siguiente que nos habíamos acostado.

No le dije que lo amaba, ni esa noche ni ninguna otra.

01 de Agosto, 2017.
11:21 hrs.
Marco.

Ophelia tenía un rostro extraño, pero aún así cálido y bello. Sus ojos eran verdes, su piel bastante clara, su nariz delgada y su cabello negro. Aunque ahora la consideraba bella, nunca pensé en ella como mujer, para mí siempre fue un amigo sin pene y nada más que eso.

Acaricié su rostro, retratado en una de nuestras fotos cuando éramos jóvenes. Creo que en la que estaba observando teníamos dieciséis años... y nos veíamos tan felices. Eso había sido antes de que yo fuera un idiota, sin lugar a duda.

El sonido del timbre me sacó de mis pensamientos. Oculté la foto bajo la almohada y fui a abrir la puerta. Era Mario, al cual había llamado para que me ayudara.

–¿Qué pasa? ¿Por qué me llamaste?– restregó sus ojos y se adentró en mi casa.

–Ophelia se ha ido– frunció el ceño.

–¿A dónde?

Decidí que entregarle la carta sería más fácil que hacerle un resumen de mi idiotez, así que así lo hice. Vi todas sus expresiones mientras leía la carta que ya me sabía de memoria.

Eran las once de la mañana y no sabía qué hacer. Estaba igual de desconcertado y perdido que a las nueve de la mañana y probablemente seguiría igual hasta las cinco de la tarde del día siguiente. No había avanzado, y dudaba que lo hiciera. Ophelia no había dejado ni una pista de su paradero, y había dejado en claro que tampoco quería ser encontrada.

Ophelia // Marco ReusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora