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Oh, oh, got a new girlfriend, he feels like he's on top

05 de Febrero, 2016.
15:39 hrs.
Ophelia.

Tomé un sorbo del café y observé mi reloj. Marco venía tarde, de nuevo. Últimamente estaba actuando más distante que lo habitual, y eso era mucho decir.

Cuando finalmente llegó, tenía el cabello desordenado y parecía recién haber despertado.

–Siento la demora– se sentó y sonreí.

–No hay problema. Había ordenado un café para ti, pero supongo que se enfrió– se encogió de hombros y ladeó la cabeza para llamar a la mesera.

Su bufanda se movió levemente y pude ver perfectamente el chupón que tenía en el cuello. Creo que pude escuchar mi propio corazón romperse en ese instante.

–Tienes un chupón– me miró desconcertado–. Pensé que querrías saberlo, para... cubrirlo, supongo.

–Oh, gracias– se lo tapó con la bufanda.

–¿Cuál es su nombre? ¿O no es importante?– con el dolor de mi alma le pregunté.

–Scarlett. Es mi novia. Estaba con ella, por eso llegué tarde.

Continuó hablando sobre ella, pero tan solo escuchar la palabra novia hizo que dejara de prestarle atención y me enfocara en mi dolor interno.

Era tan obvio que pasaría, pero no había estado preparada para eso.

01 de Agosto, 2017.
16:01 hrs.
Marco.

Suspiré y decidí que sería mejor que apagara mi móvil. Scarlett no dejaba de llamarme y no tenía intención alguna de hablar con ella, ni ahora ni en mis próximas diez vidas si es que era posible. Habíamos roto hace tres meses, pero ella aún no lo aceptaba del todo.

Mario entró al auto con dos vasos de plástico llenos con café helado. Era pleno verano, por lo que disfrutábamos de uno de los pocos meses en los que Dortmund no se congelaba en su totalidad. De hecho, hacía bastante calor.

–¿Ya fuiste donde el técnico?– asintió con la cabeza.

–¿Aún no te haces una idea de a quién le pertenece esta letra?

–No. Es familiar, eso seguro, pero no puedo ubicarla– murmuré, observando de lado a lado la carta y el manifiesto–. ¿Por qué alguien más escribiría una carta de despedida de Ophelia? No tiene sentido.

–Lo tiene, tan solo no lo hemos hallado todavía– tomó un sorbo de su café helado–. ¿Alguna idea de a dónde más podemos ir? Quizás la casa de sus padres.

–Ya hablé con ellos... y no tienen idea de dónde está. Ella les dijo que me preguntaran a mí sobre su paradero, ¿tienes idea de lo retorcido que es hacer eso?

–Eso no es normal– frunció el ceño–. ¿Crees que lo hizo en modo de venganza o de verdad creía que la encontrarías?

–Su carta dice que sabe que no la buscaré– señalé.

–Pero no es su carta.

Eso me dejó pensando. Todo esto era demasiado raro: la nota, sus padres, su apartamento prácticamente intacto... algo no me cuadraba, algo no encajaba con la personalidad de Ophelia, pero no podía ver qué era.

–¿Cuándo tendrán los resultados del portátil y el móvil?– pregunté, desviando mi mente de las conspiraciones que estaba maquinando.

–En un par de horas. Le dije a Fred que me avisara sobre la compra de un boleto a cualquier lado del mundo– asentí.

No podía dejar de temblar, aún con el calor que hacía. No sé si tenía miedo o estaba nervioso, o quizás era una mezcla de ambas, pero todo este desastre me tenía bastante afectado.

Mario tenía razón: era un egoísta y me sentía afectado solo porque no quería tener nada que ver con la desaparición de una chica, no porque estuviera realmente preocupado por el bienestar de Ophelia.

¿Qué tanto me costaba recordar su maldito cumpleaños? No era tan difícil: habíamos pasado veintisiete de ellos juntos. El 31 de Julio era inmediatamente asociado en mi cabeza con su cumpleaños, y aún así lo había olvidado. Ella nunca olvidó un cumpleaños mío.

Aunque el gran problema no radicaba en su cumpleaños, olvidarlo era tan solo un síntoma. El problema era mi falsa amistad. Le hice falta por muchos años y ni siquiera me había dado cuenta de ello, eso estaba claro. Ahora se había ido y toda la culpa recaía en mí.

Mario me llevó a casa y dijo que durmiera un poco, que me llamaría cuando estuvieran listos los resultados de la portátil y el móvil. Por más que traté de dormir, no pude hacerlo: mi mente seguía pensando en la nota y el manifiesto, en las cortinas, en el orden, en el portátil y el móvil.

También pensé en Ophelia, en dónde estaría. Las obvias opciones eran la casa de sus abuelos o Brasil, su país favorito, pero sabía que eso sería demasiado obvio, y Ophelia era inteligente. No iría al lugar más obvio a ocultarse para siempre. Aparte de esos espacios geográficos, no se me ocurría ningún otro.

Ophelia era impredecible: algunos días actuaba de una forma para después decidir que quería ser de otra. Esto no iba a ser la excepción.

Mario llegó un par de horas después con los dos aparatos tecnológicos pertenecientes a Ophelia.

–Vale, al parecer Ophelia cotizó los pasajes en otro computador o en persona; no hay registro de ni una compra de boletos– puso la portátil sobre la mesa–. El móvil está desbloqueado, ¿quieres revisarlo?– asentí y me lo pasó.

Lo desbloqueé fácilmente, ya que no tenía contraseña. Su fondo de pantalla era una foto suya junto a su sobrino, ambos salían sonriendo. Esa foto la había tomado yo, el día en que bautizaron al pequeño Sam hace casi cinco años.

–¿De verdad deberíamos revisarlo? Es ilegal– rodó los ojos.

–No le pagué a Fred en vano, revísalo.

Revisamos sus mensajes, su mail, Facebook, Instagram y Snapchat. Ninguno tenía algo interesante, solo conversaciones con sus amigos y familiares. Lo que llamó mi atención fue su registro de llamadas, en donde reconocí un número que Ophelia no tenía agendado.

–Conozco este número– murmuré y saqué mi móvil, que había encendido hace unas horas.

Tecleé los dígitos hasta que apareció uno de mis contactos... y no estaba preparado para saber quién era.

–¿Quién es?– preguntó Mario.

–Scarlett.

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HAPPY BDAY TO LA ALEX ❤️

Espero que le entres al inglés en este día tan especial ah Mullersexual

Ophelia // Marco ReusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora