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Oh, oh, got a little paycheck, you got big plans and you gotta move

22 de Enero, 2017.
23:45 hrs.
Ophelia.

Froté mis manos. Hacía bastante frío en Dortmund, y además, estaba nerviosa. ¿Cómo no estarlo? Le iba a comprar drogas a una extraña.

–¿Juliet?– volteé. Era la tal Kate de la que me habían dicho.

Y sí, mi nombre falso era otro personaje femenino de Shakespeare. No tenía mucha imaginación, y ni siquiera era una opción darle mi nombre verdadero.

–Esa soy yo– sonreí nerviosa. Buscó algo en su bolso y me lo entregó.

–Ahí está lo que pediste. Úsalas con cuidado, si te excedes en una dosis puede que mueras– comentó aburrida, como si fuera algo que dijera a menudo.

–Oh, no son para mí.

–¿Crees que es la primera vez que lo escucho?– iba a decir algo, pero continuó hablando–. La verdad no me importa para quién sean, yo solo te advierto.

–Gracias– murmuré y le pasé el fajo de billetes. Se despidió con un asentimiento de cabeza.

03 de Agosto, 2017.
15:01 hrs.
Marco.

–¿Todo bien?– preguntó Alex. Asentí con la cabeza, pero ella no se vio convencida. De todos modos no insistió–. Vayamos a la casa de Kate.

–¿En serio encontraron su dirección?

–Somos la FBI de Dortmund, amigo– se jactó Mario, lo que me hizo reír.

Nos pusimos en camino hacia la casa de la tal Kate, supuesta amiga de Ophelia. No tenía ni idea de su existencia, lo que me hizo cuestionarme todavía más si de verdad conocía a Ophelia tanto como creía hacerlo.

Kate vivía en un edificio muy cerca de mi casa, por el cual había pasado en más de una ocasión, claramente sin imaginarme que una amiga de Ophelia viviría ahí. El conserje nos dejó pasar, ya que se quedó embobado al verme a mí y a Mario.

Su apartamento se ubicaba en el piso cinco, al fondo a mano derecha. Tocamos la puerta y nos abrió unos segundos después.

–Alex– saludó, no con mucho entusiasmo.

–Un gusto verte también Kate– comentó con sarcasmo–. Vinimos a verte.

–¿Quiénes son?– frunció el ceño al fijarse en Mario y en mí.

–Mi guardia real– se burló Alex.

–¿Qué le pasó en el ojo?– preguntó espantada.

–Alex me golpeó– respondí, lo cual aparentemente le causó gracia.

–No has cambiado ni un ápice, Alex.

–Algunas cosas nunca cambian, ¿no es así?– sentía que era una indirecta, pero no estaba del todo seguro.

–¿Qué necesitan?– preguntó la dueña del departamento, sin permitirnos el paso.

–¿Qué hacías en el apartamento de Ophelia ayer a las cinco de la tarde?– preguntó con dureza Alex. Parecía una de esas detectives que aparecían en los filmes estadounidenses, y vaya que intimidaba.

–¿Te envió ella?– parecía desconfiada.

–Está desaparecida, así que no. Lo estamos preguntando de nuestra parte– habló Mario, Alex y yo asentimos.

Ophelia // Marco ReusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora