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Oh, Ophelia, heaven help a fool who falls in love

20 de Julio, 2007.
13:29 hrs.
Ophelia.

Ibiza era como un paraíso. No sé si eran sus playas, su gente o el mero hecho de que estaba acompañada de Marco, pero sin duda eran las mejores vacaciones que había tenido.

–¿En qué piensas?– preguntó mi mejor amigo somnoliento.

Estábamos tirados en la blanca arena, descansando.

–Solo en lo mucho que me encanta este lugar– sonreí inevitablemente.

–Somos dos. Probablemente termine viniendo para acá todos los veranos a partir de ahora– reí.

–Con tus ingresos económicos no lo dudo, señor futbolista.

–Algún día tendrás dinero, señorita universitaria.

–Sí, pero por mientras, me cuelgo del tuyo– creo que casi escuché como rodó los ojos.

–Ni que fueras mi novia.

No, no lo era... pero como deseaba serlo.

03 de Agosto, 2017.
11:35 hrs.
Marco.

–¿Quieres un café?– me ofreció Mario. Negué con la cabeza–. ¿Qué te pasa? ¡Nos encanta el café!

–A ti te encanta– corregí.

–Ese no es el punto– me reprendió y suspiré.

No sabía cuántas veces había suspirado estos últimos tres días.

–Alex tiene razón, es mi culpa– murmuré, lanzándole una mirada a las notas que teníamos.

Ophelia les había dejado una nota a Scarlett y a Alex, y ninguna fue para mí. Me odiaba tanto que no podía dejarme una nota ni mucho menos confrontarme, o quizás ni siquiera me odiaba y simplemente pensó que su partida no me podría importar en lo más mínimo... y lo peor es que tenía razón. Si Klaus no me hubiera dejado la nota, no me hubiera importado en lo más mínimo.

–Arriba el ánimo, la encontraremos.

–¿Y cómo? Klaus, su mayor stalker, no tiene idea de dónde está; Alex, su mejor amiga, la persona en que Ophelia más confía, no tiene idea de dónde está; sus padres, a quienes ama, no tienen idea de dónde está. ¿Qué te hace pensar que nosotros lograremos encontrarla? No fuimos lo suficientemente importantes como para que nos dejara una nota, siquiera.

–Exactamente. Somos tan poco importantes que se enfocó en todos ellos: Klaus, Alex, sus padres. No se tomó el tiempo en ocultar las pistas para nosotros, tenemos ventaja sobre esos a los que si les dejó una nota: ella no pensó en nosotros como una amenaza– lo miré... y de cierto modo tenía razón–. Ahora, ¿vas a levantarte del sofá o voy a tener que golpearte para que lo hagas?

–Vamos– rodé los ojos y me incorporé.

No sabía a dónde podríamos buscar información, pero tenía que al menos intentarlo. Mario estaba en lo cierto: entre menos se preocupara ella por nosotros, más se descuidaría, y teníamos que saber usarlo a nuestro favor. Había llegado el momento de ser un estratega de tomo y lomo.

–¿A dónde deberíamos ir?– preguntó mi amigo.

–Revisemos su apartamento una vez más, puede que hayamos perdido algo– asintió.

Ophelia // Marco ReusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora