Capítulo 40.

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Lima, Perú.

Narra Pablo.

El concierto de anoche en Quito fue brutal. Yo me dejé la piel y el alma en el escenario por ellos, como de costumbre. Y mi familia se la dejó conmigo, cantaron y bailaron hasta el final.

Mañana toca aquí, en Lima y ya no aguanto las ganas por subirme otra vez al escenario.

Ahora estamos en la furgoneta para ir a descansar al hotel. Acabamos de aterrizar y las ganas que tengo de tirarme en la cama no son normales.

Ari: ¿Qué piensas, amor? -apoya su cabeza en mi hombro-

Pablo: En lo increíble que fue lo de anoche -sonrío y empiezo a acariciar su pelo-

Sé que esto le encanta.

Mariola: ¿Y tú, Ari? -ella se levanta de mi hombro y se incorpora en su asiento- ¿Cómo llevas el embarazo? -le pregunta sonriente-

Cada vez que escucho algo referido a nuestro bebé, se me pone una sonrisa tonta. Sé que hace poco que sabemos esto, pero no veo el día de tenerle entre mis brazos.

Ari: Bueno... Es muy poco tiempo... -se lleva las manos al vientre- Las náuseas siguen estado ahí... Pero bueno, esto pasará pronto. O eso espero -ambas ríen-

Esperanza: ¿Ves? Yo sabía desde el primer momento que la familia iba a aumentar -interviene Esperanza riendo, desde el asiento del copiloto- Intuición femenina -ellas ríen-

Pablo: Eso parece... No te has equivocado en nada, Espe -sonrío y acaricio su vientre-

Cada vez que hago ese gesto me invade la felicidad más plena que hay en el mundo.

Es que aún no logro creérmelo, seré papá junto a ella. Y por si esto fuera poco, ha aceptado casarse conmigo. Definitivamente he hecho algo bien en la vida para tener esta suerte.

Ari: Amor... -interrumpe todos mis pensamientos- No sé en qué estabas pensando otra vez, pero ya hemos llegado al hotel -ríe levemente-

Es justo cuando acaba la frase, que me doy cuenta de que la furgoneta se ha parado y, efectivamente, estamos en el hotel ya.

Pablo: No me he dado cuenta... -me sonríe y toma mi mano una vez que salimos de la furgoneta-

[...]

Ari: ¡Wow! Qué vistas tan bonitas -dice mirando a través de la ventana-

Sin que ella se dé cuenta, la hago una foto. Está preciosa.

Una vez que se la hago, camino hacia ella y la abrazo desde atrás con mis manos en nuestro bebé.

Pablo: Las mejores vistas las tengo delante ahora mismo -susurro en su oído-

Ari: Qué cursi... -se ríe de mí-

Pablo: ¡Oye! -me hago el ofendido- Pues tan cursi no seré cuando te he pedido matrimonio y tú has aceptado... -me defiendo en tono triunfante-

Ella se da la vuelta con una sonrisa capaz de derretir el corazón más gélido.

Ari: Tuve que decirte que sí, no tenía otra opción -acaricia su vientre-

Mi cara cambia por completo. ¿Estará hablando en serio? ¿Ha aceptado sólo porque vamos a ser padres?

Pablo: ¿Es en serio? -le digo con miedo-

A pesar del miedo que tengo de su respuesta, la miro seriamente y ella comienza a reír.

No entiendo porqué su risa, no me hace ninguna gracia...

Vuelvo A Verte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora