Levántame (Lift me up)
Flor caminaba a ciegas – ¿Dónde vamos, Inés? – preguntó por tercera vez en menos de un minuto.
-Si seguís preguntando lo mismo voy a creer que no tenes ni una pizca de paciencia – contestó la castaña.
-Es que no tengo ni una pizca de paciencia – aseguró Flor.
-Va... va... ya casi llegamos.
Florencia sintió una puerta abrirse delante de ella y una bocanada de aire fresco le dio de frente. Aire demasiado fresco para la época del año. El sonido de una canción de los 80 que no recordaba se oía suavemente y, por sobre aquello, un roce y una vibración en la planta de sus pies que no supo reconocer.
-¿Dónde estamos? – preguntó tocando las manos de Inés que rodeaban sus ojos.
-¿Preparada para conocer uno de mis lugares favoritos? – susurró la castaña y ella solo asintió.
Las manos abandonaron sus ojos y por un segundo le costó acostumbrarse al resplandor de los focos sobre una película blanca que envolvía el lugar.
-Oh... - Flor se llevó la mano a la boca para esconder la enorme sorpresa que sentía – no puede ser – se giró a mirar a Inés, maravillada – ¿es lo que creo que es?
-Es – dijo Inés simplemente – bienvenida al tesoro mejor escondido de la ciudad, la pista de patinaje sobre hielo más antigua que existe...
-Nooooo... - Flor veía a todas estas personas deslizarse y reír sin poder creerlo, aun viéndolo – no tenía ni idea que en medio de este lugar existía una pista de hielo...
-Bueno, no mucha gente la conoce – Inés la tomó de la mano y la acercó al mostrador donde un hombre mayor les sonrió ni bien las vio.
-Inesita – dijo con cariño a la joven – aquí tengo tus patines – observó a Flor – buenas tardes señorita...
-Aurelio – Inés se dirigió al hombre – gusto de verlo, siempre tan servicial – finalmente señaló a Flor – ella es Florencia, es la primera vez que viene.
El hombre se estiró y observó los pies de Flor antes de que ella pudiera decir siquiera un hola – mmm, estos le van a quedar perfectos – dijo pasándole un par de patines que, aunque estaban usados, estaban muy bien mantenidos - ¡Bienvenida!
-Gracias – masculló Flor sin poder creérselo - ¿no tenemos que pagar? – Inés negó simplemente y le colocó una campera en los hombros.
-Usa esto – le dijo – no estás acostumbrada así que, posiblemente, vas a tener un poco de frío.
-Ese hombre te conoce mucho – afirmó Flor - y no estás usando un abrigo, supongo que venís mucho por acá.
-Vengo desde que era chiquita con mis padres y mi hermano – explicó su amiga – era nuestro lugar favorito de siempre – y se colocó los patines con total facilidad – mi papá y mi mamá siempre han trabajado mucho, así que esta era nuestra salida de sábados obligada – y sonrió con cariño – nunca nos lo perdíamos y yo sigo viniendo porque adoro este lugar – se agachó para ayudar a Flor con sus patines que estaba sentada en la barandilla a la pista.
-Y yo llevo más de 30 años sin saber que existe...
-Como te dije, este lugar es un tesoro, un sitio sólo conocerán los que recorran los senderos fuera de circuito habitual de la reserva en la que estamos – Inés trazó un hexágono en el aire – ya sabes que los caminos que recorren este lugar, habitualmente, van pegados a los laterales, pero cada cierta distancia comienza un sendero más pequeño que se dirige al corazón de lugar, ahí es dónde estamos – explicó – es un regalo para los aventureros y los inconformistas que quieren ver más...
-Pero cuando venís acá, normalmente, te dicen que el recorrido más popular es por los laterales – replicó Florencia recordando su propia experiencia siendo chiquita, con su hermana y su mamá.
-Sí, es verdad, pero nadie te dice que no podes caminar por los senderos del centro – expuso Inés con una sonrisa – he ahí la clave de este problema: ¿es usted, o no, un corazón aventurero, señorita? – dijo dando un giro en hielo y acercándole la mano a Flor para que la tomará.
-Pero nunca patiné sobre hielo – dijo Flor.
-Y un día, hace más de 30 años, tampoco habías usado tus piernas para caminar, pero eso no te detuvo ¿no? – y agitó la mano – veni acá tontita...
Flor se levantó y tambaleó, pero pudo acercarse. Se sintió una bebe dando sus primeros pasos al intentar deslizarse la primera vez, pero Inés no se separaba de ella dándole estabilidad – Ey, si me caigo... levántame, por favor...
Inés sonrió – eso siempre – le aseguró tomándola de la mano y ayudándola a deslizarse con suavidad por un espacio de la pista donde apenas había gente.
Flor sentía tanto temor cada vez que las manos de Inés se alejaban que comenzaba a temblar y a buscarla con la mirada. Su tourette se despertaba en cada ocasión complicándolo un poco más, pero cada vez que estaba a punto de caer, las manos de Inés le devolvían el equilibrio - ¿sabes? – dijo la castaña – mi hermano tampoco podía patinar cuando venía, hasta que se dio cuenta que se lo estaba pensando demasiado y por eso no podía.
-Puede que él tuviera aptitudes y yo no – refutó Flor.
-Puede, pero no lo sabremos hasta que no te liberes y te lances al vacío – le contestó su compañera – no te olvides que si te caes, yo te voy a levantar – le ofreció su mano.
Y Flor se la dio. Para su asombro, dejar de pensar en caerse le ayudo a concentrarse en tener equilibrio. Se deslizó alrededor de la pista en un círculo concéntrico descuidado, pero firme. Cada vez que su cuerpo tomaba impulso sin terminar de bruces contra el suelo daba un chillido de alegría y diversión. La adrenalina disparada, el vértigo de los giros, el brillo del hielo. Florencia Estrella se tomó el tiempo para sentir las ráfagas frías del aire rompiendo contra sus mejillas y tuvo una sensación particular de no haber experimentado la libertad hasta ese día. El libre albedrío de solo girar por querer girar. El giro se volvió más estrecho hasta que se frenó contra el cuerpo de Inés. Respiro profundo apoyándose contra ella con fuerza.
Pero, entonces, fue el techo de la pista lo que le hizo abrir los ojos completamente. Allí, donde iban a parar todas las volutas del hielo que los patinadores levantaban con sus giros, donde la oscuridad del sitio y la luz de todos los focos se cruzaban en la trayectoria del polvo de hielo, justo sobre sus cabezas, había un cielo lleno de estrellas que llovía incesantemente. Cada voluta era una pequeña estrella en un firmamento eterno que danzaba a contraluz, entre el techo y el suelo.
-Es lo mejor que tiene este lugar – Flor escuchó la voz de Inés y supo que hablaba de ese cielo improvisado, pero notó como los ojos azules se movían hacia ella y, sin poder evitarlo, la miró también; se enredó en el brillo de sus ojos – siempre me gustaron las estrellas...
Y Florencia Estrella se quedó sin aire porque sintió que iba a suceder algo. Algo que ella quería. Notó como Inés se inclinó levemente y como ella también lo hacía. Lo hacía voluntariamente y al mismo tiempo se sentía magnetizada por esa mujer. Por esos labios. Estaba llegando a esos labios preciosos, estaba a punto de caer en la tentación. Pero la tentación se desvió y los labios de Inés se apoyaron contra su frente con suavidad. En un beso suave y cariñoso.
Cuando se separó de ella, notó como un suspiro se desprendió de la castaña y cómo la música del sitio volvía a sonar, al igual que las risas de los demás patinadores y el hielo fisurándose por acción de los patines. Por alguna razón, se había olvidado donde estaba durante esos minutos.
Miró a Inés buscando una explicación y la chica le sonrió con ternura mientras le acariciaba la mejilla.
-No me malinterpretes – le dijo entonces – sos la mujer más hermosa que conocí en mucho tiempo – Inés trago saliva antes de agregar –, pero si un día me elegís, quisiera que lo hagas por lo que ves en mí y no por lo que no ves en la persona a la que amas...
Y Florencia Estrella, una vez más en aquel día, pensó en Jazmín del Río.
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Gracias a todos! Hoy me pase un rato contestando sus comentarios. Me sentía como en el día de mi cumpleaños!!! :D Gracias miles!
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Deseando a una ESTRELLA - FLOZMIN
FanfictionUna versión que se me ha ocurrido después de volver a ver el momento en que Flor le dice a Jaz que la ama y esta no le responde como debería. Mi versión de los hechos posteriores con una cuarta en discordia. Nada de negación y chicos random. Una chi...