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Elisa Edwards

Había estado en ese lugar en el mundo que cualquiera desearía, en la cama, durmiendo hasta cansarse. Ver series en Netflix hasta que los ojos le lagrimeaban, llorar con películas románticas en exceso. Lo había hecho después de todo lo ocurrido con su hermana en Viña del Mar.

Hubo un tiempo que había odiado a Antonella, su hermana mayor, por haber huido de casa, y haberlos dejado más destrozados. Pero ahora que conocía la verdad del todo, y la profundidad de su desesperación, la entendía. El secuestro de su hermana había servido para unir un poco la familia, pero para desatar los secretos tan ocultos que estaban. Como que su padre y Maritza, la madre de Óscar, habían tenido una relación oculta por muchos años antes de terminar su matrimonio con su madre. Eso le había dolido mucho, tanto que una noche le gritó de todo lo que se le ocurrió a su progenitor.

Pero ahí estaban todos en el hospital esperando que un milagro lo salvara, cuando el médico salió y dijo las palabras que todos temían, al primero que quiso ir a abrazar fue a Óscar. Porque parecía la persona con más duelo del lugar, además de Maritza. Su madre, Eleonor, hacía de respeto y se preocupaba por las personas que más daño le habían provocado en la vida, pero así era su madre. Demasiado bondadosa, demasiado caritativa, fue así que de pasar a ser la viuda. Fue la consoladora de los dolientes, cada vez la situación le dolía más. Suspiró cuando a lado de Óscar llegó Pedro, y le abrazó. Se fundieron en un abrazo sincero y lleno de cariño.

Al día siguiente mientras toda la familia hacía los trámites de velatorio, ella esperó a Mauricio que le avisó que iría a acompañarla, como amigo. No se lo negó, necesitaba de alguien con quien refugiarse. Aunque sinceramente no lo quería a él.

Al final del campo observó a Óscar correr en su caballo, se levantó para ir en su búsqueda. Pero vio el taxi pararse frente a ella, y bajó Mauricio dándole un abrazo que casi le corta la respiración de lo estrecho. No sintió ni consuelo, ni apoyo. Simplemente quedó mirando al hombre que daba vueltas, en el corral.

Después de lo acontecido en Concepción, de eso más de un mes, no había vuelto a acercarse a él. Jamás volvió a hablarlo como antes, ni siquiera lo miraba como antes. Los sentimientos que afloraron con un simple beso, la dejó corta. Todo le recordaba el momento exacto que lo provocó, el momento que sus labios se unieron en un beso lleno de todo lo más inexplicable que haya sentido en su vida. No había punto de comparación con nada ni nadie, la familia estaba toda ahí, preparando comida, y limpiando. Vio llegar un grupo de amigos de Antonella, y vio como su rostro cambió al ver ese círculo de rostros conocidos. Aceleró el paso, y se fue donde quería ir, dejó a Mauricio comiendo algo, y se escabulló sin ser vista por nadie.

Sin Fronteras [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora