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Óscar

Miraba a su madre a cada rato, la amaba con todo su corazón, pero ahora no le sacaba el ojo de encima.

-Madre, creo que es suficiente compañía...

- Desde que murió Marcos, paso la mayor parte del tiempo sola, nadie me acompaña por las noches, y ni siquiera puedo conversar. Es tu turno.- Dijo tirando la carta de póker. Su madre le había pedido que lo acompañara esa noche después de haber cenado, pero estaba nervioso por la junta con Elisa, se lo había prometido. Pero lamentablemente a su progenitora no le había hecho gracia cuando le dijo que iría a fumar, o salir a mirar a Bernie, no se lo había permitido, y ya no tenía excusas para poder huir.

Y ahí estaba jugando póker con su madre, y perdiendo porque no lograba siquiera concentrarse en el juego.

-Al menos devuélveme el celular...- Le rogó, pero ella no lo hizo, si no que lo apagó.- Mamá... por favor.

- Te toca nuevamente.- Y así lo evadió y se le hizo imposible dejarla ahí, tan risueña y tranquila como estaba. Así que al día siguiente tendría que dar explicaciones a Elisa, o seguramente le haría la ley de hielo.

Cuando su madre por fin lo dejó tranquilo, eran las diez y media, salió donde iban a encontrarse y no había ni rastro de ella. Se fue a su dormitorio, se dio un baño rápido y se acostó.

Al día siguiente se levantó cuando apenas eran las cinco de la mañana, estaba todo oscuro, y salió rumbo al aeródromo de Pichoy, de Valdivia que le quedaba al menos a una hora de viaje en vehículo, Roberto le había dejado un mensaje que venía viajando a las tres de la mañana, seguramente llegaría justo a tiempo cuando bajara del avión.

La noche anterior había llamado en varias ocasiones a Elisa, pero le pasaba a buzón de voz, cuando lo hizo a la tercera vez el celular estaba apagado, era obvio que debía estar enojada. Ojalá comprendiera y no pasara a más, tampoco le gustaba estar rogando tanto, odiaba los malos entendidos.

Se fue escuchando su música preferida y no sintió cansancio, aunque el café estaba cargado y dulce para que lo mantuviera activo, pero el viaje se le pasó rápido y llegó sin novedad al estacionamiento del aeródromo. Se sentó en la sala de espera, porque según había mirado la pantalla, todavía no aterrizaba, y ya estaba aclarando el día. Al ver despuntar el sol detrás de la cordillera, un rostro risueño y demasiado hermoso llenó sus pensamientos.

Sin Fronteras [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora